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Zoila Mora Guzmán es una científica indígena mazateca, nacida en Oaxaca, en el sur de México, especializada en bioquímica. Foto: cortesía Zoila Mora Guzmán

Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia: Zoila Mora Guzmán, la científica indígena que investiga plantas para tratar el cáncer

Zoila Mora Guzmán es una científica indígena mazateca, nacida en Oaxaca, en el sur de México, especializada en bioquímica. Su trabajo investigativo está relacionado con el tratamiento del cáncer de mama a través de compuestos derivados de plantas utilizadas por la etnomedicina.“Lo más importante es que no se limiten por el hecho de ser indígenas. Hay que luchar por nuestros sueños y, el ser indígenas, es como un plus, porque llevamos dentro algo muy importante, que son nuestras raíces”, dice la científica en el marco del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La investigadora habla sobre los obstáculos en la carrera científica y cuenta a Mongabay Latam su lucha para superarlos.

Publicado: hace 3 horas

Zoila Mora Guzmán creció rodeada de árboles, plantas y animales. Vivir rodeada de naturaleza despertó su curiosidad de niña. En su comunidad, Chiquihuitlán de Benito Juárez —ubicada en la región cañada del estado de Oaxaca, en la sierra Mazateca—, sus padres le enseñaron sobre la crianza de animales de granja y de la siembra en la milpa. Así creció su interés por saber más.

“Viví en una población en la que, en esos años, abundaba la pobreza extrema”, recuerda la científica indígena mazateca. “Mi papá es campesino y mi mamá es ama de casa. En un primer momento, mi interés hacia las ciencias naturales surge como un homenaje al trabajo de mi papá. Yo estudié ingeniería en agronomía”.

Zoila Mora Guzmán, en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, en Baja California (CICESE). Foto: cortesía Zoila Mora Guzmán

Mientras estudiaba en la universidad —en el Tecnológico Nacional de México, en Oaxaca—, supo que le fascinaba trabajar en el laboratorio. Y las plantas eran el objeto de estudio perfecto. Allí exploró las propiedades de variedades de hongos y chiles, con los que poco a poco fue construyendo un prominente camino, a través del cual se convirtió en experta en bioquímica.

De hecho, sus investigaciones la condujeron a hallazgos extraordinarios. Durante su doctorado, trabajó con una planta llamada Tournefortia mutabilis. “En la región de los Valles Centrales de Oaxaca, la conocen como ‘la hierba del cáncer’”, explica Mora Guzmán.

Se trata de una planta utilizada por los curanderos indígenas en la medicina tradicional o etnomedicina que, infusionada con otras plantas, se ofrece a personas con cáncer. Los trabajos de Mora Guzmán y su equipo lograron demostrar el efecto antitumoral de la planta.

Cada 11 de febrero, desde 2016, se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. En Mongabay Latam conversamos con Zoila Mora Guzmán sobre los retos para las niñas, jóvenes y mujeres indígenas que buscan construir su camino en la ciencia y sobre la relevancia del conocimiento ancestral indígena para la ciencia occidental moderna.

—¿De qué forma influyeron su familia y su comunidad en su camino hacia la ciencia?

—Un referente con estudios, realmente no había. En mi pueblo, dentro de mi generación, soy de las pocas personas que estudiaron una carrera universitaria. Y en mi familia, menos: mis hermanos y mis papás no tienen carrera. Fue más mi curiosidad en cuanto al campo, al querer aprender técnicas de cultivo, cómo manejar los cultivos agrícolas o trabajar con animales de traspatio. Creo que vivir rodeada de la naturaleza causa curiosidad en cualquier niña.

Yo decía que iba a estudiar, pero pensaba que iba a ser abogada. ¿De dónde lo saqué? Tampoco sé, la verdad. Pero más grande, cuando fui aterrizando lo que quería hacer, decidí estudiar ingeniería en agronomía. Entonces pude materializarlo.

—¿Enfrentó dificultades como niña o joven indígena en el acceso a una educación científica?

—Hasta la fecha, en mi tierra natal, solo hay bachillerato, es decir, hasta nivel medio superior. Al ser de pueblo, todos crecemos en condiciones muy similares. Obviamente, hay quienes tienen más y quienes tienen menos, pero nuestras condiciones de vida son muy parecidas.

Cuando entré a estudiar la carrera, por estar enfocada al campo, la mayoría de mis compañeros procedían de pueblos. Afortunadamente, no viví discriminación y fui de las estudiantes más destacadas. Si hubiera elegido otra carrera en donde los estudiantes provinieran mayormente de la ciudad, quizás habría sido otra la historia.

Pero sí presencié un caso de discriminación. A un compañero que no podía resolver unas expresiones algebraicas y que tenía dificultades con cálculo integral, hubo un maestro que le dijo: “Oye, yo creo que sirves más en tu pueblo, ve a acompañar a tu papá a agarrar el machete”.

—¿Cómo fue el inicio de su carrera como científica?

—Estudié ingeniería en agronomía y ya estando en el último semestre de la carrera, tuve la oportunidad de hacer mi residencia profesional en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) de Irapuato, en Guanajuato. Ahí estuve apoyando en el silenciamiento génico del chile serrano. En ese momento comienza mi pasión más grande por la ciencia. Para mí, era un mundo nuevo.

Cuando regresé a Oaxaca, decidí estudiar la maestría en Ciencias en Desarrollo Regional y Tecnológico, en el Tecnológico de Oaxaca, con una especialidad en bioquímica. Allí comencé a trabajar con hongos endófitos productores de paclitaxel, un anticancerígeno. Continué trabajando con plantas, pero ahora también le sumo la parte de biología de los hongos y también la otra parte en cuanto a salud, respecto al cáncer de mama.

Después de la maestría, entré al doctorado en la misma institución y me enfoqué en trabajar con una planta medicinal llamada Tournefortia mutabilis y a evaluar los extractos de esta planta en células de cáncer de mama. Dí el giro de temas agronómicos —que los dejo totalmente a un lado— y mi enfoque se vuelve biomédico.

Cuando termino el doctorado, se da la oportunidad del posdoctorado para trabajar con la metástasis ósea del cáncer de mama, en una parte totalmente biomédica. Fui becada en el programa de Estancias Posdoctorales para Mujeres Indígenas en Ciencia, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas, del IDRC de Canadá, y CONACYT y CIESAS en México. En esta alianza, eligieron a mujeres indígenas doctoras para concursar por un lugar en algún centro de investigación de alto rendimiento. Tuve la gran oportunidad de hacer una estancia postdoctoral de tres años en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, en Baja California (CICESE).

El trabajo investigativo de Zoila Mora Guzmán está relacionado con el tratamiento del cáncer de mama a través de compuestos derivados de plantas utilizadas por la etnomedicina. Foto: cortesía Zoila Mora Guzmán

—¿Qué hallazgo reciente en su investigación considera particularmente relevante o prometedor, fundamentado en la etnomedicina?

—Durante el doctorado, estuvimos trabajando con una planta llamada Tournefortia mutabilis. En la región de los Valles Centrales de Oaxaca, a esta planta la conocen como “la hierba del cáncer”. Precisamente, esta planta la utilizan los curanderos en la medicina tradicional o etnomedicina. Se utiliza junto con el cedrón y otras plantas para personas que padecen cáncer. Se les da en infusiones y tés.

Gran parte de los medicamentos antitumorales que se conocen hoy en día —más del 85 % de ellos—, vinieron del conocimiento medicinal. Esta planta no se queda atrás, porque logramos demostrar su efecto antitumoral. Lo denominamos efecto anti proliferativo y así fue como se publicó el artículo científico. Me siento muy contenta de haber trabajado con esta planta, de haber aportado algo en la ciencia y, sobre todo, que está sustentado en la etnomedicina.

Este año que pasó, se publicó el artículo del efecto de los extractos de esta planta en una línea celular de cáncer de mama. Considero que ese es un hallazgo súper importante porque es una planta propia de México. Es el primer estudio reportado en su tipo y creo que todavía hay mucho qué trabajar, qué estudiar y qué descubrir.

—¿Cómo describe el puente entre el conocimiento tradicional indígena y la investigación bioquímica moderna en la lucha contra el cáncer?

—Creo que es de suma importancia, porque cada vez hay más estudios que demuestran que el conocimiento etnomedicinal es de gran relevancia. Reitero: más del 85 % de los antitumorales y ahora de muchos más medicamentos proviene de esa fuente, del conocimiento de nuestros ancestros, con el uso que ellos le daban a las plantas para diferentes enfermedades.

Quizás ellos no le llamaban cáncer o diabetes, sino que tenían los males y se trataban con determinadas plantas. Hoy en día ese conocimiento está cobrando mayor relevancia porque se está demostrando de forma científica que sí tiene un efecto para el uso medicinal que se le había dado.

Las investigaciones de la doctora Zoila Mora Guzmán son un puente entre el conocimiento tradicional indígena y la investigación bioquímica moderna en la lucha contra el cáncer. Foto: cortesía Zoila Mora Guzmán

—¿Qué cambios considera esenciales para que el sistema científico valore y respete más los conocimientos ancestrales de las comunidades indígenas?

—Creo que es muy importante retomar esos conocimientos, hacer una investigación de las plantas que actualmente se utilizan en la medicina tradicional, como un reservorio para que puedan ser el sustento de los conocimientos que científicamente se están demostrando. Y lo digo por lo siguiente: a nosotros nos costó mucho poder publicar nuestro artículo, ya que las revistas internacionales piden que haya un fundamento escrito del uso etnomedicinal de la planta y nosotros no lo teníamos, no hay reportes escritos del uso de la planta.

Creo que eso es súper importante para quienes se dedican a la parte taxonómica, en la botánica, para todas esas plantas etnomedicinales. Sería súper importante que hubiera más conocimiento escrito para que sea el fundamento del conocimiento actual que queda demostrado con el método científico.

—¿Cómo ha sido llevar su identidad indígena en un ámbito académico que a veces excluye las voces de los pueblos indígenas?

—Creo que es difícil, porque el hecho de ser mujer y ser indígena conlleva un peso doble. Entonces, en el aspecto de la oferta laboral, la competencia es muy grande. Y no es que nosotras no seamos competitivas ni competentes, sin embargo, que muchas instituciones sean elitistas o que prefieran a personas extranjeras o formadas en el extranjero, sí nos pega a nosotras.

—Precisamente, usted y cuatro compañeras fundaron la Red de Mujeres Indígenas en la Ciencia, ¿en qué consiste?

—Lo que nosotras buscamos es trabajar juntas, unirnos y buscar una resiliencia comunitaria. Apoyarnos entre todas, buscar proyectos en conjunto y colaboraciones en México y en otros países. Estamos juntas, sobre todo, porque estamos en el mismo camino y quizás hemos sufrido lo mismo y venimos de situaciones muy similares. Todo eso nos ha unido, nos ha mantenido creando estas redes de apoyo, buscando preservar nuestra cultura y gestionar recursos para lograr el bien en comunidad.

—¿Cómo está conformado el equipo?

—Es un equipo de mujeres indígenas resilientes, de mujeres fuertes que buscamos el bien común de todas y de las comunidades a las que pertenecemos. Juntas hemos enfrentado muchos retos: la falta de recursos, instituciones elitistas, el que no haya un lugar en la academia o más oportunidades de poder independizarnos como investigadoras. Mis compañeras, por ejemplo, están en posdoctorados, siguen trabajando. Realmente, ninguna nos hemos podido consolidar como investigadoras independientes. Son retos que estamos enfrentando juntas.

—¿Cuáles son sus próximos objetivos o sueños dentro de la investigación en bioquímica y etnomedicina?

—Seguir trabajando en ello, seguir luchando por mis sueños de lograr consolidarme como profesora investigadora y seguir trabajando por el bien común, aportar para la ciencia y que ese conocimiento no se quede en eso nada más, sino que sea útil para las poblaciones y más todavía para las poblaciones indígenas.

—¿Cómo lograr que esta información regrese a las comunidades indígenas?

—Antes de la pandemia, estuvimos realizando entrevistas a curanderos y chamanes para conocer de cerca las plantas que ellos utilizan para tratar el cáncer. Un trabajo importante que habría que hacer es recabar toda esa información, escribirla y tenerla físicamente para que pueda ser útil para la comunidad y como base para la ciencia.

—Usted es profesora de bachillerato, ¿qué consejo le da a una joven indígena que sueña con ser científica? ¿Cómo les enseña que sus raíces y cultura pueden ser fortalezas en el camino científico?

—Este semestre estuve trabajando en una comunidad cercana a la ciudad, pero que está habitada por la etnia zapoteca. La mayoría de las y los jóvenes hablan en su lengua. Ellas me preguntaban de dónde venía y otras preguntas típicas que hacen los estudiantes a los profesores. Les sorprendió mucho que yo fuera de una comunidad indígena y que también hablara en mi lengua materna. A veces, durante nuestras clases, nos tomábamos el tiempo de compartir palabras en zapoteco y en mi lengua natal, que es el mazateco.

El hecho de que ellas me vieran como mujer científica las sorprendió, sobre todo, porque no solamente era profesora de ese nivel, sino que también me dedicaba a otra área del conocimiento. Me preguntaban cómo lo había hecho, cómo logré tener todos esos estudios y cuántos años tuvieron que pasar para llegar a terminar un posdoctorado. Yo les platicaba todo y se sorprendían, decían: “No, pues eso está súper difícil”. Y yo les respondía que por supuesto que no es difícil, que todo está en ellas, en querer lograr las cosas y en tener siempre muy claros sus objetivos. En que no deben de desistir hasta conseguirlos. Se trata de ser muy firmes con lo que queremos, luchar por nuestros sueños y saber que no hay imposibles.

Zoila Mora Guzmán es profesora de bachillerato y universidad en materias de ciencias naturales y experimentales. Foto: cortesía Zoila Mora Guzmán

—¿Qué futuro espera o sueña para las niñas y jóvenes indígenas que están buscando su camino en la ciencia?

—Lo más importante es que no se limiten por el hecho de ser indígenas. Que no se consideren inferiores a los demás. Todos somos iguales. Hay que luchar por nuestros sueños y, el ser indígenas, es como un plus, porque llevamos dentro algo muy importante, que son nuestras raíces. Es propio de nosotras. No dejen de soñar, de perseguir esos sueños hasta que se hagan realidad, sin importar cuántos obstáculos haya en el camino que se tenga que recorrer.

—¿Qué mensaje le gustaría compartir por el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia?

—Este es un día súper importante para incentivar a nuestras niñas y jóvenes a que vean mucho más allá. Que se visualicen en su futuro, en lo que quieren para ellas y sobre qué les gustaría aportar al mundo. Que sueñen en grande, porque cada sueño se hará realidad siempre y cuando trabajen en ello.

También es un día para que madres y padres incentivemos a nuestras hijas para lograrlo, no detenerlas y no cortarles las alas, sino al contrario, enseñarles a volar y decirles que pueden hacerlo lo más alto que quieran. Estamos aquí para ellas y para apoyarlas. Si yo pudiera hablar con la Zoila niña, le diría: “Juega mucho, imagina mucho, sueña mucho”. Sobre todo eso: no dejes de soñar.

El artículo original fue publicado por Astrid Arellano en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.


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