(Mongabay Latam / Camilo Rivas).- El suelo es de rocas volcánicas y el viento es furioso. Los pastos son amarillentos y no hay un solo árbol. Puede hacer calor durante el día y un frío cruel durante la noche. Escasea el agua y también la presencia humana. Así es la meseta de Somuncura, en la Patagonia argentina, donde un grupo encabezado por biólogos se propone la difícil tarea de rescatar de la extinción a una especie única en el mundo: la ranita de Valcheta (Pleurodema somuncurense).

Esta especie, catalogada en Peligro Crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), mide menos de cinco centímetros, vive casi siempre en el agua y pasa mucho tiempo debajo de las rocas. Solo sale de noche. Es de color verde, tiene manchas en su piel lisa y sus ojos son grandes. Su hábitat tiene apenas cinco kilómetros cuadrados y está en la cabecera del arroyo Valcheta, que nace de vertientes en una de las laderas de la meseta, y tiene aguas que se mantienen tibias durante todo el año, aun cuando la temperatura ambiente del invierno puede llegar a 15 grados centígrados bajo cero.

Para evitar la desaparición de esta ranita, un grupo de científicos se dio a la tarea de reproducirlas en un laboratorio para luego reintroducirlas en su medio natural. El experimento ha sido todo un éxito y ya se han realizado dos liberaciones de unos 300 individuos en total. El problema es que las nuevas ranas no han podido ser liberadas en la naturaleza debido a la cuarentena y hoy están hacinadas en el acuario, lo que podría provocar su muerte.

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Criar en cautiverio mientras se mejora el hábitat

El biólogo Jorge Williams conoció la meseta de Somuncura en 1983, de la mano de un colega italiano, José M. Cei, quien en 1968 había descubierto y descrito para la ciencia a la ranita de Valcheta.

Williams, quien es doctor en Biología y profesor titular de la cátedra de Herpetología  —la rama de la zoología que estudia anfibios y reptiles— en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, quedó impresionado con este lugar. Lo considera uno de los más valiosos de la Argentina desde el punto de vista biológico porque tiene, además de este anfibio, varias especies animales y vegetales endémicas, es decir, que no existen en ningún otro lugar del planeta.

Tan persistente ha sido su interés que en 2013, treinta años después de aquella primera visita, Williams y uno de sus discípulos en la Universidad de La Plata, Federico Kacoliris, crearon el programa Meseta Salvaje, con el que intentan salvar a la ranita de Valcheta y otras especies amenazadas que viven en Somuncura.

La meseta de Somuncura tiene unos 800 metros de altura. Está formada por rocas volcánicas y no tiene árboles. Foto: Melina Velasco

Cuando le preguntan a Jorge Williams por el sentido de emprender semejante tarea en un ecosistema tan alejado y hostil, él responde que “lo que le pasa a las ranas hoy, es lo que muy probablemente le pase a otros animales mañana y, más tarde, también a las personas”. El biólogo explica que los anfibios son los primeros en percibir las perturbaciones del ambiente “porque tienen una doble vida: son acuáticos y terrestres”.

La principal amenaza que pesa sobre la ranita de Valcheta —según explica Kacoliris— son las truchas, una especie de pez exótica introducida hace décadas en casi todos los cursos de agua de la Patagonia para impulsar la pesca deportiva. “Como la trucha es un predador voraz que se come a las ranitas, estas no tuvieron más alternativa que refugiarse en los contados saltos naturales del arroyo Valcheta donde los truchas no pueden llegar”, dice el científico, quien es investigador del Comité Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la organización estatal que promueve el desarrollo científico en Argentina.

El problema, según sostiene el experto, es que las ranas no podrán sobrevivir mucho tiempo aisladas en los saltos por lo que “es imprescindible conectar los corredores donde vive” y la única de manera de hacerlo “es sacando las truchas”, señala.

Ranita del Valcheta. Foto: Hernán Povedano

Por otro lado, vacas y caballos van a alimentarse y a tomar agua a los saltos donde se encuentran refugiadas las ranitas y al hacerlo destrozan el hábitat, explica el biólogo.

Los científicos decidieron entonces sacar a las truchas, al menos de una porción del arroyo, y prevenir la llegada de vacas y caballos.

Sin embargo, enseguida se advirtió que ese trabajo llevaría varios años y eso arrojaba una fuerte incertidumbre: “No sabíamos si la ranita de Valcheta sobreviviría ese tiempo. Tal vez, cuando termináramos, la especie estaría extinguida”, dice el experto.

La solución que encontraron los biólogos fue criar ranitas en cautiverio. Esto aseguraba tener un número grande de individuos mientras se trabajaba en la restauración del hábitat. Desde entonces la reproducción se lleva a cabo en el primer Centro de Rescate de Anfibios Amenazados de la Argentina, creado en 2015 en la Universidad de La Plata. Allí se instaló un acuario al que ese mismo año llegaron veinte parejas de ranitas que habían sido capturadas en Somuncura. Fue el punto de partida de la reproducción en cautiverio.

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La pandemia complicó el proyecto

El año pasado se trasladó el Centro de Rescate desde la Facultad de Ciencias Naturales platense a un contenedor instalado en el jardín de la universidad. Allí se colocaron las peceras para poder criar las ranitas con una temperatura y un ambiente ideal.

Hoy, el proyecto que es desarrollado por un grupo multidisciplinario en el que además de biólogos trabajan guardias ambientales [guardaparques], agentes de turismo, docentes, técnicos de áreas protegidas y pobladores locales ya tiene éxitos para mostrar. El equipo realizó, en 2017 y 2018, dos liberaciones de unas 300 ranitas en total. Además, el año pasado se comprobó en el hábitat natural la presencia de huevos, renacuajos y juveniles que demuestran que los individuos reintroducidos —identificados con una marca— se están reproduciendo libremente de manera exitosa.

Al mismo tiempo, la instalación de cercos para impedir que vacas y caballos pasten en los saltos del arroyo ha permitido que se recupere la vegetación y el año pasado, después de varios años de insistencia, se logró la autorización de la provincia de Río Negro para comenzar a sacar truchas de la cabecera del arroyo. Así, de forma experimental, los integrantes del equipo vaciaron de truchas el primer kilómetro, las dejaron aguas abajo y construyeron pequeñas represas que impiden que vuelvan aguas arriba.

El contenedor donde hoy funciona el Centro de Rescate de Anfibios, en los jardines de la Universidad Nacional de La Plata. Foto: Melina Velasco

“La idea es hacer una barrera definitiva a diez kilómetros del nacimiento del arroyo, que tiene en total ochenta kilómetros de longitud”, explica Kacoliris. De esa manera, todo el primer tramo quedaría libre de truchas para que allí puedan sobrevivir tanto la ranita de Valcheta como la mojarra desnuda (Gymnocharacinus bergii), otra especie endémica en peligro por acción depredadora de la trucha.

Pero la pandemia del coronavirus y la cuarentena obligatoria impuesta en la Argentina desde el 20 de marzo complicaron severamente los planes del proyecto Meseta Salvaje.

La temporada de reproducción en cautiverio (2019 – 2020) funcionó tan bien que los expertos  pensaban realizar una tercera liberación en la meseta de Somuncura a más tardar en mayo. Sin embargo, esta liberación no pudo realizarse. La meseta forma parte de un área protegida provincial y todas han sido cerradas. El problema más serio es que las instalaciones del criadero en La Plata están desbordadas y es necesario que la liberación no se demore.

El contenedor donde hoy funciona el Centro de Rescate de Anfibios, en los jardines de la Universidad Nacional de La Plata. Foto: Melina Velasco

“Tenemos un laboratorio con capacidad para 80 ranas y hoy contamos con 200. El riesgo es que se empiecen a morir por hacinamiento o porque no llegan a comer bien”, explica Kacoliris. Según el biólogo, “el peor escenario es que la mortandad por esta situación genere que, cuando se levante la cuarentena, no tengamos un número lo suficientemente importante que justifique hacer una liberación en la naturaleza”, advierte.

La cuarentena impidió, además, realizar trabajo de campo durante los últimos meses por lo que a los investigadores les preocupa el escenario que van a encontrar cuando vuelvan a la meseta.

También está cerrada la Universidad de La Plata y solo tres veces por semana se permite ingresar a integrantes del proyecto para limpiar las peceras y dar comida a los animales.

*Imagen principal: la ranita de Valcheta mide menos de cinco centímetros y tiene ojos grandes. Sus hábitos son nocturnos. Foto: Hernán Povedano

Una versión ampliada del reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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