(Mongabay Latam / Antonio José Paz Cardona).- Hoy más que nunca una de las mayores dudas en el mundo es qué pasará con el planeta, no solo durante la pandemia del COVID-19 sino después de que termine la crisis sanitaria.
Para el Día Internacional de la Tierra, que se conmemora el 22 de abril, Naciones Unidas reflexiona sobre el sufrimiento de la naturaleza. No se pueden olvidar los recientes incendios en Australia y anteriormente los ocurridos en la Amazonía, o la peor invasión de langostas de los últimos 70 años en Kenia. Hoy, la pandemia causada por el virus SARS-Cov-2 es la más reciente angustia y no solo está relacionada con la salud humana sino con la salud de los ecosistemas. ¿Cómo empezar a gestionar los ecosistemas y los sistemas de producción? ¿Qué políticas y compromisos deberían surgir? En otras palabras, ¿qué futuro le espera a nuestro planeta?
Sin duda, estas preguntas no son fáciles de responder. De hecho, todavía es difícil determinar el curso que tomará la pandemia y son muchas las dudas que existen en torno al virus y el control de la crisis. La ciencia encuentra nueva evidencia cada día y las medidas que se tomaron semanas atrás pueden replantearse rápida y constantemente. El medio ambiente y la economía no son ajenos a todo lo que pasa y, por paradójico que suene, lo único seguro, según los expertos, es que sigamos en un escenario de incertidumbre.
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Un llamado a reaccionar
“Ahora nos enfrentamos al COVID -19, una pandemia sanitaria mundial con una fuerte relación con la salud de nuestro ecosistema. El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden aumentar el contacto y la transmisión de enfermedades infecciosas de animales a humanos (enfermedades zoonóticas)”, reconoce las Naciones Unidas.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), una nueva enfermedad infecciosa emerge en los humanos cada cuatro meses y el 75 % proviene de animales, lo que muestra las estrechas relaciones entre la salud humana, animal y ambiental.
“Estamos viendo que las dinámicas de muchos patógenos están cada vez más relacionadas con los cambios drásticos que estamos haciendo al ambiente, como la deforestación, la contaminación, la invasión de zonas naturales o la pérdida de diversidad”, explica Gerardo Suzán Azpiri, investigador del Laboratorio de Ecología de Enfermedades de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y quien fue presidente de la Wildlife Disease Association (WDA) para Latinoamérica entre 2017 y 2019.
De acuerdo con Suzán, cuando se deforesta y fragmenta un ecosistema, hay especies que —junto con sus patógenos— comienzan a dominar y es ahí en donde se crea una zona de riesgo para el brote de una enfermedad.
La pandemia del COVID-19 llevó a que todos los países del mundo trabajen en combatirla. Sin embargo, la Tierra se enfrenta a otros problemas que pueden llegar a ser igual o más catastróficos pero en los cuales no ha sido fácil llegar a compromisos reales y efectivos.
Hasta ahora, mucho se ha insistido en la preocupación por la deforestación, la pérdida de hábitat de las especies, la contaminación de los océanos y las actividades humanas insostenibles que están llevando al planeta a un nivel de estrés cada vez más crítico. Desde hace varias décadas se habla de cómo el cambio climático es una amenaza que puede traer consecuencias desastrosas para la vida como la conocemos actualmente. Sin embargo, las acciones y compromisos nunca han sido suficientes.
En 2019, la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes) destacó que un millón de especies están en peligro de extinción. El cambio climático es una de las causas y también se encuentran: la transformación de áreas silvestres por agricultura, deforestación y urbanización; la sobreexplotación directa de las especies; la contaminación de las aguas y de los suelos, y las invasiones biológicas producidas por la introducción de especies exóticas.
Entre las causas indirectas estarían la dinámica demográfica, la expansión permanente del sistema económico no sostenible incluyendo formas de producción y consumo, fallas en las instituciones y la gobernanza, conflictos y, finalmente, las epidemias.
Naciones Unidas ha asegurado que el brote de coronavirus representa un riesgo enorme para la salud pública y la economía mundial, pero también para la diversidad biológica. Sin embargo, también ha dicho que la biodiversidad puede ser parte de la solución, ya que una diversidad de especies dificulta la propagación rápida de los patógenos.
“El bienestar humano no solo es económico también es salud, educación, cultura y ambiente. La gente está aprendiendo a ver eso de una manera ruda, no es la primera pandemia por zoonosis y si no cambiamos nuestro comportamiento, no será la última”, asegura Ana María Hernández, presidenta de Ipbes.
La crisis sanitaria mundial ha traído efectos visibles y aparentemente positivos como la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero debido a las cuarentenas que se desarrollan en muchos países. Sin embargo, si no se generan cambios a largo plazo, estas mejoras no serán más que temporales. Hernández cree que esta pandemia “nos sentó” y puso al mundo a reflexionar pero “depende del ser humano si efectivamente nos transformamos después de esto y entramos en una dinámica más consciente de nuestro alrededor y lo que hacemos, o volvemos a lo de antes, el consumismo, la sobreexplotación y la contaminación”, enfatiza.
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Existen otros grandes problemas mundiales
La crisis climática también causará grandes problemas si no se actúa ahora. Uno de los puntos sobre el que los expertos llaman la atención es la necesidad de cambiar la forma en que vivimos y trabajar fuertemente en la mitigación y adaptación al cambio climático, pues organizaciones como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ya han advertido durante mucho tiempo los enormes estragos que se causarán si la temperatura global aumenta más de 1,5° C.
“Según el Acuerdo de París, en los próximos diez años se deberán tomar todas las medidas requeridas para poner al mundo en una senda en que se impida transgredir ese límite, pues, de lo contrario, los impactos serían de tal magnitud que la actual pandemia, a pesar de su gravedad, sería recordada como un mal menor”, aseguró Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente de Colombia en una reciente columna de opinión en el diario El Tiempo.
En diálogo con Mongabay Latam, Rodríguez reafirma su preocupación por el rumbo que tome la lucha contra el cambio climático en épocas pospandemia. Según dice, ha habido un negacionismo muy fuerte sobre el cambio climático, encabezado por varios líderes del mundo. “La respuesta a tremenda amenaza sigue siendo extremadamente débil. Estamos ante una lección muy dura, a pesar de que expertos venían advirtiendo que podía llegar una pandemia. La OMS lo dijo muchas veces. Uno esperaría que esta lección nos sirva para revisar nuestra respuesta a la otra gran amenaza que se cierne sobre este planeta [el cambio climático]”, asegura.
Y es que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y el de Estados Unidos, Donald Trump, se han convertido en los rostros visibles del negacionismo del cambio climático, “pero ellos en realidad representan la visión tapada e hipócrita de buena parte de la clase dirigente del mundo, que no ha tomado ni toma las medidas necesarias. Lo interesante de ellos dos es que sí expresan esa negación abiertamente”, dice Rodriguez, quien, además, asegura que habrá que esperar si los líderes mundiales toman medidas para evitar que ocurra una catástrofe peor que la de esta pandemia.
¿Qué pasará con la Tierra una vez se supere la crisis sanitaria? “Es algo muy incierto, empezando porque todavía es muy incierto cómo se seguirá desarrollando la pandemia”, dice el exministro colombiano.
Rodríguez comenta que las consecuencias para el medio ambiente dependerán de la profundidad de la crisis económica y cómo se responda a ella. “Por ejemplo, si se aumenta la pobreza rural, uno podría predecir que vendrán procesos de deforestación muy fuertes, la gente buscando sobrevivir. Que eso ocurra, o no, dependerá de las medidas o programas que los gobiernos utilicen para reactivar la economía”, indica.
Manuel Pulgar-Vidal, exministro del Ambiente de Perú y hoy líder de Clima y Energía para WWF, asegura que una de las enseñanzas que nos deja esta pandemia es que esto es “el resultado de nuestro propio mal accionar con el planeta, de la incapacidad de reconocer nuestros límites, del exceso en el consumo, de exceder los recursos que el planeta nos provee. Debemos ser realistas: si los patrones de consumo y exceso no cambian, debemos esperar una nueva crisis en unos cuantos años”.
Para Pulgar-Vidal, mucho se ha hablado de la emergencia climática pero no se ha respondido adecuadamente a esa emergencia mientras que ahora que el mundo enfrenta una pandemia, sí se está haciendo. “El COVID-19 expone la interdependencia, la fragilidad y la vulnerabilidad del ser humano, que pensamos habían sido superados”, dice.
El experto peruano cree que ahora que se habla de “planes económicos de recuperación” esto no puede, de ninguna manera, ser sinónimo de “volver a lo mismo que nos llevó a la crisis”. Para Pulgar-Vidal, si bien es cierto que las consecuencias económicas de esta crisis conllevarán a una pérdida de liquidez por parte de los Estados, no es posible dejar de incorporar condiciones y acciones climáticas y de recuperación de condiciones naturales en dichos planes. “Lo único que estaríamos haciendo es postergando, por un tiempo no muy largo, una nueva pandemia para la humanidad”.
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El valor de la biodiversidad
La importancia de la biodiversidad ha sido destacada no solo en el mundo ambiental sino, incluso, por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El 2010 fue el Año Internacional de la Diversidad Biológica y una de las principales premisas fue: “preservar nuestra salud mediante la protección de la biodiversidad”.
Para ese momento, la OMS aseguró que las personas dependen de la biodiversidad en su vida cotidiana, de maneras que no siempre son evidentes ni apreciadas. “La salud humana depende en última instancia de los bienes y servicios de los ecosistemas (como el agua dulce, los alimentos y las fuentes de combustible) que son indispensables para la buena salud humana y los medios productivos de ganarse el sustento. La pérdida de biodiversidad puede ejercer un importante efecto directo en la salud humana si los servicios de los ecosistemas ya no alcanzan a satisfacer las necesidades sociales”.
Además —dijo la organización— una mayor comprensión de la biodiversidad de la Tierra propicia descubrimientos médicos y farmacológicos de relieve. “La pérdida de biodiversidad puede limitar el descubrimiento de posibles tratamientos de muchas enfermedades y problemas de salud”.
El gran problema, como destacó la Ipbes en su informe de 2019, es que la biodiversidad se está deteriorando en todo el mundo a un ritmo sin precedentes en la historia humana.
El biólogo ecuatoriano Santiago Ron está convencido de que una de las mayores necesidades del planeta después de esta pandemia es parar la comercialización de especies silvestres, tanto legal como ilegalmente. Además, asegura que es necesario reconsiderar los modelos de desarrollo de una región como Latinoamérica.
“Se depende de la extracción de recursos naturales de una forma no sostenible y eso genera el riesgo de estas pandemias. Se ha demostrado que cuando hay destrucción de los bosques, y se alteran los ecosistemas, se producen estos contactos entre humanos y vidas silvestres que generan enfermedades zoonóticas que tienen impactos económicos y de salud como los de ahora”, asegura.
A Ron le preocupa lo que puede venir en una época de pospandemia. Según dice, la realidad de una región como Latinoamérica es que la gente no tiene muchas alternativas para vivir de modo distinto al actual. “Decidir un cambio de vida es un lujo que solo los que tienen privilegios pueden darse, la gente pobre no tiene cómo escoger alternativas. Me preocupa que esto pase y adoptemos el mismo modelo de desarrollo que hemos tenido siempre. Ojalá me equivoque, pero creo que nuestros países no tienen mucha opción de elegir si los líderes no adoptan cambios radicales”.
Por su parte, el exministro colombiano Manuel Rodríguez, insiste en que aún no hay una idea de la dimensión que tendrá la crisis económica pero que sin duda debe haber cambios. “Lo que vemos con lo que está pasando con el petróleo y sus precios en medio de la pandemia debería ser una oportunidad para una transición a una economía menos extractivista”. En el caso de Colombia, Rodríguez asegura que ya es evidente el desastre, no solo ambiental, de depender tanto del carbón y el petróleo.
Finalmente, el exministro de Ambiente de Perú, Manuel Pulgar-Vidal, asegura que los Estados y demás actores deben plantearse compromisos para revertir los procesos de pérdida y deterioro de las condiciones naturales del planeta. Pulgar-Vidal habla de “un nuevo pacto social donde pasemos de una visión antropocentrista a una en donde el planeta se vuelve el centro de nuestras decisiones”.
*Imagen principal: Pingüinos de Humboldt. Foto: Michael Tweddle-Oceana.
El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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