(Mongabay Latam / Michelle Carrere).- Un grupo de científicos descubrió, por primera vez, la presencia de un organismo marino en dos islas del continente blanco que podría convertirse en la primera especie invasora de la Antártida, indica una reciente investigación científica publicada en la revista Scientific Report.

Se trata del briozzo marino (Membranipora membranacea), una especie muy pequeña que vive en colonias y que se adhiere con facilidad a distintas superficies, recubriéndolas como si se tratara de una alfombra. Conxita Ávila, autora del estudio, explica que algunos briozzos marinos pueden adherirse también a sustratos móviles como macroalgas, pedazos de madera, plástico y hasta a los cascos de los barcos. Se cree que el briozzo llegó hasta la Antártida adherido, precisamente, a grandes algas.

Briozzo marino transportado en las ramas de las macroalgas. Foto: Blanca Figuerola (UB-IRBio)

La científica reconoce que es posible que este organismo haya llegado desde siempre al continente antártico empujado por las corrientes marinas, pero el problema es que la temperatura ha aumentado producto del calentamiento global y si antes el briozzo moría de frío antes de asentarse en las costas, hoy es posible que sobreviva.

Los investigadores descubrieron por primera vez a estos organismos vivos en dos islas y advierten que si estos logran reproducirse, la biodiversidad de la Antártida podría verse seriamente amenazada.

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Una especie peligrosa

“Puede ser que desde siempre haya habido algas que casualmente lleguen hasta la Antártida empujadas por las corrientes marinas y los giros oceánicos, y que lleven en sus ramas briozzo marino”, dice Conxita Ávila, quien es profesora de la facultad de biología del Instituto de Investigación de Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona. El problema real, explica, es que “esta especie al llegar a zonas frías, lo normal es que muera y por lo tanto no pueda convertirse en invasora. Pero si donde llega hace más calor y se puede adaptar y reproducir, entonces sí que podríamos hablar de especie invasora”, señala la investigadora.

Lo que preocupa a la científica es que durante sus investigaciones de campo, encontró briozzos marinos vivos en las costas de Livingston y Decepción. “El problema añadido —dice— es que Decepción es un volcán y es más caliente que el resto de la zona”. Entonces, “si llega allí, que es más cálido todavía, la probabilidad de que sobreviva es mayor y luego desde ahí puede extenderse y formar una población estable”.

El briozzo, que tiende a crecer sobre distintas superficies, entre ellas algunas móviles, “puede reproducirse sobre otros organismos”, dice Ávila. La científica explica que los organismos que quedarían cubiertos por cientos de individuos de esta especie invasora terminarían a la larga muriendo al no tener acceso a alimentos y oxígeno. A su vez, “eso generaría un impacto en cadena”, agrega Ávila, debido a que las demás especies que dependen de los organismos ‘ahogados’ por el briozzo, tanto en alimentación como en cobijo, también se verían afectados.

Briozzo marino. Foto: Foto: Blanca Figuerola (UB-IRBio)

Hasta 8654 especies marinas habitan los mares de la Antártida, según una investigación realizada por el Centro de Investigación Dinámica de los Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL), que estudia los efectos del cambio global en los ecosistemas marinos antárticos y subantárticos.

Tras la separación de la Antártida y Sudamérica, hace unos 30 millones de años, las glaciaciones ocurridas luego de esta separación y la formación de la Corriente Circumpolar Antártica, el continente blanco quedó aislado. “Mientras muchas especies desaparecieron, otras se adaptaron a las bajas temperaturas y algunas sobrevivieron en refugios insulares para posteriormente recolonizar la Antártida durante períodos interglaciares”, asegura la investigación del Centro Ideal.

Por eso hoy, a pesar de las extremas temperaturas, en el agua existe una rica diversidad de jardines de esponjas, corales, anémonas, algas, además de peces y mamíferos marinos. Sin embargo, señala Ávila, si el briozzo llegara a colonizar la zona, “el paisaje puede transformarse y pasar de ser un sistema muy rico a ser uno de baja biodiversidad, monopolizado por esta especie invasora”.

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La responsabilidad del turismo, la ciencia y la pesca

¿Cómo llegaron hasta las costas de las islas Decepción y Livingston las algas que transportaban al briozzo marino? Esa es una pregunta que se busca responder. Sin embargo, se manejan por el momento dos hipótesis: que pudieron llegar de manera natural, empujadas por las corrientes marinas; o que hayan llegado adheridas a las embarcaciones turísticas, científicas o pesqueras que trabajan en la zona.

“Los barcos que tiran anclas y luego las suben pueden arrancar del fondo marino pedazos de algas o estas pueden quedar atrapadas en las cadenas o en las anclas”, explica Ávila. De esa manera, el briozzo puede llegar transportado por las embarcaciones sin que los pasajeros se enteren siquiera.

Este verano, 32 buques de turismo se encuentran operando en aguas de la Antártica de manera simultánea desde mitad de octubre 2019 hasta abril de este año. Durante esa temporada, cada buque habrá realizado 12 viajes y transportado entre 100 y 250 pasajeros cada vez.

Científicos estudiando el brioso marino en el laboratorio. Foto: Blanca Figuerola (UB-IRBio)

Esta intensa actividad turística está estrictamente regulada por la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos (IIATO), organización fundada en 1991 que busca asegurar que los viajes a la Antártida del sector privado sean ambientalmente responsables.

Luis Turi, guía turístico en una de las empresas que realiza excursiones, señala que la IIATO “tiene una cantidad enorme de protocolos y dentro de ellos hay uno que se llama ‘No Empaque Una Peste’ ”. Este consiste en realizar, a cada uno de los pasajeros del barco, una exhaustiva limpieza de todo el equipo mediante aspirado. “Se limpian con aspiradoras el interior de las mochilas, los velcros de las camperas donde puedan haber semillas, todo. Además, las botas se desinfectan con un líquido especial. Todos los pasajeros deben pasar por esta desinfección”, asegura. El objetivo de este procedimiento es evitar que las personas transporten semillas u organismos desde otras zonas.

Aunque Ávila reconoce lo exhaustivo de este protocolo para controlar el ingreso de organismos terrestres a la Antártida, señala que “en el medio marino es más complicado controlar y no hay tantas medidas”.

Foto: Blanca Figuerola (UB-IRBio)

Mongabay Latam contactó a la IIATO para preguntarle sobre los protocolos desplegados para el control de especies invasoras marinas. La organización respondió que “ha liderado acciones relacionadas con la mitigación de la introducción de especies no nativas desde la década de 1990, conscientes de que el turismo es un vector potencial para su transmisión y que el cambio climático puede hacer que las áreas de las regiones polares sean más atractivas para su establecimiento”.

La organización reconoce que las actividades turísticas requieren de un manejo muy cuidadoso para mitigar los impactos adversos. Para lograrlo, aseguran trabajar en estrecha colaboración con expertos y observadores de otras organizaciones, por ejemplo, con la Organización Marítima Internacional (OMI), con el fin de compartir información y mejorar las prácticas en toda la Antártida a través del Sistema del Tratado Antártico. “Como parte de esto, la IAATO presenta estadísticas, informes y contribuye a las discusiones. Los problemas de las especies no nativas, incluidos los marinos y el cambio climático, han estado en su plan de trabajo durante mucho tiempo”, señala la organización.

Además, detalla que “las embarcaciones de la IAATO no permanecen en el puerto o fondeadas durante períodos prolongados, lo que reduce el riesgo de transferir especies no nativas, [sin contar] que deben entrar en dique seco dos veces en un período de cinco años para inspecciones del casco”.

Isla Decepción, Antártica. Foto: thescuttlefish.com

Pero no son solo las embarcaciones turísticas las que podrían estar contribuyendo a la llegada del briozzo marino a la Antártida. También lo son los barcos en los que viajan científicos que hacen estudios en el continente y también aquellos dedicados a la pesca. Ávila destaca que las medidas de limpieza de anclas y cadenas debieran instalarse para todas las embarcaciones como una práctica tan regular como la de limpiar las botas con desinfectante, aunque asegura que “la real solución es detener el calentamiento global lo antes posible”.

La científica advierte la urgencia de hacer monitoreos de estas especies que si bien aún no han comenzado a colonizar, por primera vez muestran signos de que podrían llegar a hacerlo. “Hay que hacerle un seguimiento a las algas, saber qué especies llegan, dónde llegan y vigilarlas para que no se asienten. Si lo hacen, será imposible detenerlas”, advierte.

El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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