(Mongabay Latam / Jeremy Hance).- Posiblemente el último tigre de Laos sufrió mucho antes de morir. Con la pata atrapada en una trampa, seguramente murió por deshidratación. O quizás, en un intento desesperado de liberarse de la trampa elaborada con un simple cable barato de moto, se partió la pata y murió por la pérdida de sangre. Puede que el tigre de Indochina (Panthera tigris corbetti), una subespecie distinta, fuera capaz de liberarse de la trampa y que acabara con una herida infectada que consiguió matarlo. O —y esto tampoco es imposible— el último tigre de Laos podría haber muerto a causa de los disparos de unos cazadores que luego descuartizaron su cuerpo y lo vendieron al mercado ilegal para alimentar lo que parece ser una insaciable demanda de partes de tigre y sus huesos para medicina falsa y símbolos de poder.
Sea como sea, murió, y seguro que no fue en paz.
Un nuevo artículo en Global Conservation and Ecology ha descubierto que los tigres de Laos desaparecieron poco después de 2013 del Área Nacional Protegida Nam Et-Phou Louey. Los científicos creen que lo más probable es que acabaran muriendo por el auge de las trampas, a pesar de las grandes inversiones en el parque, en relación con la región. La extinción de los tigres en el área protegida más grande de Laos seguramente signifique que el tigre se ha extinguido en el país, como, con toda probabilidad, ya ha pasado en Camboya y Vietnam. En conjunto, se trata de un área de un tamaño considerable en el sureste asiático que ya no cuenta con su depredador superior idóneo.
El tigre no es la única víctima. Los investigadores creen que el leopardo de Indochina (Panthera pardus delacouri) está extinto en Laos, tras ser exterminado en Nam Et-Phou y otras zonas protegidas por la misma crisis de las trampas.
Esta tragedia es otra señal del síndrome del “bosque vacío” que se está dando a tamaño industrial en el sureste asiático, ya que los cazadores con pistolas y trampas siguen aniquilando poblaciones animales, desde pequeños ratones o gorriones hasta animales más grandes.
A principios de la década del 2000, los conservacionistas vieron el área protegida Nam-Et Phou como prioridad importante, dado que aún tenía poblaciones de tigre, leopardo y muchos otros mamíferos que se habían extinguido por el sureste asiático. En aquella época, era conocida como una de las poblaciones de tigre más importantes de la región.
En 2003 y 2004, los conservacionistas creían que había al menos siete tigres en Nam-Et Phou Louey y que podría haber hasta 23. Nuevas estrategias de conservación, como un aumento de las fuerzas policiales y el trabajo con las comunidades locales, arrancaron en 2005. Pero para 2013, los investigadores solo encontraron dos tigres en una cámarara trampa, y desde entonces no se ha visto ninguno.
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“Esto representó un descenso pronunciado y la extirpación de los tigres en Nam-Et Phou Louey en solo 10 años”, dice el autor principal Akchousanh Rasphone, de Wildlife Conservation Research Unit, conocida como WildCRU, en la Universidad de Oxford.
“Hemos observado diversos factores para el descenso, como la disponibilidad de presas y la cantidad de pistolas confiscadas en el parque, y el único factor que parece estar directamente relacionado con el declive de los tigres es el aumento exponencial de trampas”, añadió.
Las cámaras trampa no encuentran tigres ni leopardos
Rasphone y sus colegas inspeccionaron el parque sistemáticamente entre 2013 y 2017 con cámaras trampa en lo que describen como la iniciativa más grande de este tipo que se ha llevado a cabo en Laos.
Su estudio no encontró ningún leopardo; el último se registró en 2004, y los dos últimos tigres se desvanecieron sin más después de 2013, lo que indica que seguramente murieran en una trampa o de un disparo.
A la pregunta de si podría haber tigres que no captaron las cámaras trampa, Rasphone dijo: “si los tigres están en un área, suele ser fácil fotografiarlos en cámaras situadas en los caminos”.
Los tigres son muy grandes, se distinguen fácilmente de otros animales, suelen utilizar caminos muy pisados y cubren grandes áreas de territorio, así que fotografiarlos es mucho más fácil que con otras especies más crípticas.
El otro lugar de Laos donde se pensaba que quizás resistían los tigres era el Área Nacional de Conservación de la Biodiversidad Nakai-Nam Thuem.
“Las cámaras trampas recientes en Nakai-Nam Thuen sugieren que los tigres, los leopardos, las panteras nebulosas y los gatos dorados han sido extirpados de esta zona protegida”, dijo un conservacionista que habló con la condición de permanecer anónimo.
Seguramente ya no haya tigres en Laos, igual que ha pasado en Camboya y Vietnam. Con toda la atención y el dinero que se destina a los tigres, ¿cómo ha podido pasar?
Lo repito.
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¿Qué pasó entonces?
Jessica Hartel, directora del programa de eliminación de trampas en Kibale, me dijo en 2015 que las trampas son “las minas antipersonales del bosque”.
“Como las minas antipersonales, las trampas no discriminan, son virtualmente indetectables y pueden causar daños físicos irreversibles en una décima de segundo”, dijo. “Como las minas antipersonales, las trampas son implacables y causan dolor, sufrimiento y mutilación. Como las minas antipersonales, las trampas se activan automáticamente con la presión cuando los animales las pisan o pasan entre ellas”.
Los grandes felinos como los tigres y los leopardos son “particularmente vulnerables a las trampas”, dice Jan Kamler, coautor del reciente estudio y también de WildCRU, aunque las trampas sean sobre todo para animales a los que se caza por su carne, como los ciervos y jabalíes.
“[Los tigres y los leopardos] tienen densidades de población relativamente bajas para empezar (en comparación con las especies presa) y se mueven en un rango más extenso que cualquier otra especie”, escribió Kamler. “En consecuencia, aunque se frene la instalación de trampas en una zona protegida, si sigue ocurriendo en los límites, las poblaciones de tigre y leopardo pueden acabar eliminadas”.
Si solo hay un puñado de tigres, solo hacen falta unas pocas trampas para acabar con toda una población. Lo mismo pasa con los leopardos.
Kamler teoriza que el motivo por el que los leopardos desaparecieron una década antes que los tigres es que la presencia de tigres —el superdepredador del parque que acosa a otros depredadores— obligó a los leopardos a salir a la zona de amortiguamiento del parque. Allí sucumbieron rápidamente a las trampas y las armas que aún no se habían infiltrado en el núcleo del parque por completo.
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Una investigación del año pasado publicada en Biological Conservation descubrió que los guardaparques retiraron más de 200 000 trampas de cinco áreas protegidas en Asia, entre ellas Nam-Et Phou Louey, en cinco años.
No obstante, Thomas Gray, autor principal del artículo y director científico de Wildlife Alliance, me dijo el año pasado que creía que incluso los guardaparques mejor capacitados solo encontrarían un tercio de las trampas instaladas en áreas protegidas —y los guardaparques de Nam-Et Phou Louey no estaban entre los mejores, según Gray en 2018.
“La instalación de trampas es muy difícil de controlar porque es barato hacerlas y una sola persona puede colocar cientos o hasta miles”, dijo Rasphone.
Hoy en día, podría haber miles de trampas cubriendo las zonas protegidas del sureste asiático y eliminando especies de forma indiscriminada hasta que no quede mucho más que se pueda matar.
‘Demasiado poco, demasiado tarde’
Troy Hansel, antiguo directo de Wildlife Conservation Society en Laos, dijo que la financiación y los recursos para Nam Et-Phou Louey fueron “demasiado poco, demasiado tarde […] para proteger la población de tigres”.
Los grupos conservacionistas, con WCS Laos a la cabeza, gastaron entre 150 000 y 200 000 dólares al año entre 2009 y 2012, según Rasphone. El dinero provenía de donantes internacionales como el Banco Mundial, USFWS y la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD). Aunque parezca mucho para un país en desarrollo, el dinero tenía que servir para gestionar un parque nacional de un tamaño más grande que la mitad de Jamaica y cubierto con un bosque denso.
Rasphone dice que el dinero ayudó sin duda a detener a los cazadores armados —las confiscaciones de armas crecieron con el aumento de la financiación— pero no “a frenar el aumento exponencial de las trampas”.
Cuando las acciones de conservación despegaron realmente el 2005, los conservacionistas tuvieron el plan ambicioso de aumentar el número de tigres en un 50 por ciento en 10 años y finalmente llegar a un punto en que el área protegida contara con 25 hembras reproductoras para convertir el parque en un “sitio fuente” de tigres de Indochina, según un artículo de 2016 en Biological Conservation.
La autora principal de esa investigación y también antigua directora de WCS Laos, Arlyne Johnson, dice que el artículo tenía la intención de evaluar el éxito del programa. Pero la publicación señala que los conservacionistas vieron el aumento repentino de las trampas en esa década, y que podría haber sido una estrategia deliberada de los cazadores para acabar con los últimos tigres.
“El aumento de las trampas seguramente se debió a que los cazadores locales cambiaron de técnica para alcanzar a los tigres de forma más efectiva”, escriben Johnson y sus colegas. “Las trampas no eran comunes hasta que los comerciantes vietnamitas y chinos del exterior del área empezaron a ofrecen este equipo a los cazadores locales”.
Aunque el aumento de la financiación ayudó a impulsar las poblaciones de ungulados y reducir la caza, el parque necesitaba más del doble de la inversión que se realizó, incluso en el momento en que había más fondos, para mantener a los tigres a salvo, según el estudio.
Ese tipo de dinero nunca llegó (esto no es exclusivo de Laos, la conservación en todo el mundo carece de financiación y recursos y no suele ser una prioridad).
Johnson dijo que, aunque las trampas tuvieron claramente un papel en la eliminación de los tigres y los leopardos del parque, también hubo otros problemas: los cazadores rara vez eran detenidos y juzgados y, con el tiempo, la financiación fue disminuyendo.
“Ha sido muy difícil conseguir suficiente financiación para apoyar de forma adecuada a los equipos de patrullaje”, dijo Paul Eshoo, que ha trabajado en ecoturismo y conservación en Laos. “Ya que los donantes no quieren apoyar operaciones diarias y los sueldos del personal de forma directa […] y en lugar de eso prefieren destinar la mayoría de su financiación a los programas de supervivencia”.
Otros asuntos han sido más estructurales. Por ejemplo, Laos no tiene guardaparques profesionales.
Según Eshoo, las patrullas en Nam-Et Phou Louey consisten principalmente de grupos variopintos de empleados del gobierno, voluntarios, soldados y lugareños, pero ninguno de ellos son guardaparques profesionales, una carrera que no existe en el país.
“Cambian a menudo y necesitan formación del proyecto cuando llegan”, dice. La falta de conocimientos y experiencia y las frecuentes rotaciones perjudican sin duda las posibilidades de salvar a los tigres del parque.
“El sistema de gestión en Nam Et-Phou Louey era y sigue siendo uno de los mejores del país”, añadió Eshoo. “Pero, para proteger a una especie como el tigre, que está muy amenazada, hace falta una protección sobresaliente con un sistema de parques nacionales más profesional y comprometido a largo plazo”.
Una versión ampliada del reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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