(Mongabay Latam / Michelle Carrere). En el litoral de la costa norte del Perú, en la frontera con Ecuador, los pescadores del Santuario Nacional Los Manglares de Tumbes se han organizado para determinar quiénes pueden pescar, cuánto y cómo, con el objetivo de proteger la biodiversidad del manglar. Además han creado alianzas con empresas de biotecnología y con organizaciones del Estado que les han permitido desarrollar proyectos para asegurar la sostenibilidad de los recursos que son la fuente laboral de los habitantes aledaños al santuario desde hace generaciones.
Hoy los pescadores se encuentran generando acciones de repoblamiento de conchas negras y de cangrejos de manglar, dos especies emblemáticas de esta área protegida que es, además, zona núcleo de la Reserva de Biósfera del Noroeste Amotapes-Manglares.
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Repoblar el manglar de conchas y cangrejos
Cuando en 1988 los manglares de Tumbes fueron declarados área protegida y se creó el santuario, ya eran numerosas las personas que pescaban en esta área y recolectaban conchas negras y cangrejos de manglar. Pero al ver que la disponibilidad de estas especies comenzaba a decaer año a año, los pescadores y recolectores de la Asociación de pescadores Asextrhi Nueva Esperanza decidieron solicitar al Estado peruano la administración del área.
El Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) aceptó la propuesta, pero siempre y cuando todos los habitantes del sector coincidieran con dicha iniciativa. Fue así que seis asociaciones de pescadores y extractores de productos hidrobiológicos que existen en el manglar, se reunieron y conformaron el Consorcio Manglares del Noroeste del Perú. Con una sola personalidad jurídica, comenzaron los trámites de administración del área protegida y en diciembre de 2017 el Estado adjudicó al Consorcio la coadministración del santuario para que, junto a la Jefatura del Santuario Nacional Los Manglares de Tumbes (SNLMT) del SERNANP, pudieran garantizar la protección del área.
Desde entonces los pescadores han buscado fortalecer alianzas con instituciones del Estado, así como con empresas privadas dedicadas a la investigación y a la biotecnología para ejecutar proyectos de sostenibilidad pesquera.
Jhon Puse, Vicepresidente del Consorcio y extractor del cangrejo de manglar (Ucides occidentalis), es uno de los productores que espera verse beneficiado con el proyecto de repoblamiento de cangrejos que actualmente están desarrollando por medio del Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura (PNIPA). “El proyecto consiste en buscar las metodologías para reproducir semillas de cangrejo”, cuenta Puse.
Aunque “en el hábitat natural, una hembra puede producir hasta 400 000 huevos”, añade Henrry Preciado, Secretario Técnico del Consorcio, “esos huevos se ven expuestos a una serie de depredadores, virus, bacterias y patógenos que hacen que de esos 400 000 huevos eclosionen menos de un 1 %”, explica. Además, los cangrejos pasan por un proceso de metamorfosis que dura entre 18 y 20 días, precisa Preciado, un período en el que se se ven expuestos a depredadores y patógenos que reducen aún más el porcentaje.
“Lo que estamos tratando de hacer en laboratorio es evitar que los huevos se expongan a esos patógenos y depredadores para que el porcentaje de eclosión sea más alto y obtener mayor producción de larvas y juveniles”, indica Preciado. Una vez que hayan pasado la etapa de mayor vulnerabilidad, los pequeños cangrejos, fecundados y criados en laboratorio serán reinsertados en el medio natural para que los extractores de esta especie puedan beneficiarse de su venta y de su consumo.
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Este proyecto, que lleva un año desarrollándose, tiene como meta desarrollar una metodología efectiva para la reproducción de las semillas de cangrejos. Sin embargo, ha tomado como modelo otro proyecto que se encuentra más avanzado y que trabaja en la repoblación de conchas negras (Anadara tuberculosa) en el mismo lugar.
Al igual que los cangrejos, este proyecto, igualmente financiado por el PNIPA, desarrolla también en laboratorio las semillas de conchas negras para asegurar un mayor éxito de reproducción de la especie. Unos 10 años trabajaron los miembros del Consorcio junto a los científicos de Incabiotec, una empresa de biotecnología, para poder implementar un método. “Ahorita lo que estamos tratando de hacer es que esa producción de semillas [de conchas negras] pueda ser cultivada en sistema suspendido o sembrados directamente”, explica Preciado. Puse precisa que la idea es que el laboratorio les entregue las semillas para que ellos las lleven a unas pozas para poder aclimatarlas. Ahí se encargan de asegurar el engorde de las semillas de conchas negras, hasta que alcancen los dos a tres centímetros de tamaño, para luego llevarlas al manglar.
Benoit Diringer, coordinador de Incabiotec, señala que para desarrollar estos proyectos, que han sido financiados por el Ministerio de la Producción y el Banco Mundial a través de fondos concursables del Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura – PNIPA, ha sido necesario no solamente estudiar los componentes zootécnicos sino también analizar los aspectos patológicos. Ello, puesto que es necesario asegurarse de que las semillas producidas en laboratorio no presenten enfermedades, de lo contrario, podrían perjudicar a las poblaciones naturales al momento en que son introducidas en el manglar.
Al mismo tiempo, Puse asegura que las muestras que son obtenidas para poder realizar las reproducciones en laboratorio, se obtienen desde diferentes lugares del santuario. El objetivo es tener una variedad de especies reproductoras para asegurar la diversidad genética, enfatiza Diringer. “Si tu produces en un laboratorio millones de semillas de conchas, a partir de unos pocos reproductores, y luego las siembras en el medio natural, puedes provocar un desbalance genético”, explica el científico. La diversidad genética, según Diringer, es lo que permite que las especies puedan adaptarse y ser sostenibles a lo largo del tiempo, además las hace más resistentes al cambio climático y a las enfermedades.
El proyecto de repoblamiento de conchas negras considera además la trazabilidad de los productos. El objetivo es “asegurarse de que los animales que estamos sembrando son los que realmente se cosechan”, dice el científico.
Por último, el Consorcio también se encuentra trabajando junto a Incabiotec en la depuración de las conchas negras. “Los animales que son extraídos del manglar a veces están contaminados por bacterias, fecales u otras, entonces se necesita depurarlas para que puedan ser comercializadas”, explica Diringer.
La versión completa de este reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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