(Mongabay Latam / Antonio José Paz Cardona).- Una densa capa de contaminación ha acompañado durante varios días a ciudades como Sao Paulo, Manaos y Cuiabá. Esto se debe, a pesar de lo lejano, al gran número de incendios que se están registrando principalmente en las selvas del sur de la Amazonía brasileña.

El Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) reveló que este año ha sido el que más focos de incendios ha presentado, desde que se empezaron a hacer las mediciones en el 2012. La entidad ha detectado 74 155 fuegos entre el 1 de enero y el 20 de agosto de 2019, lo que representa un incremento del 85 % comparado con el mismo periodo del año anterior. Los estados más afectados por este fenómeno son Mato Grosso con 14 000 incendios, Pará con 9818, Amazonas con 7150, Tocantins con 5776 y Rondonia con 5604.

Expertos consultados por Mongabay Latam aseguran que lo que está ocurriendo en Brasil es muy grave y supera todos los pronósticos, sobre todo, en un año que no es particularmente atípico en términos de eventos climáticos extremos como sequías. “El fósforo que prendió esto fue un colectivo humano que quiso aprovechar la Amazonía a cualquier costo y se les salió de las manos como nunca antes”, dice Dolors Armenteras, bióloga colombiana y profesora de la Universidad Nacional de Colombia que lleva varios años trabajando con focos de calor e incendios en el bioma amazónico.

Aquí puede ver la situación de los incendios de la Amazonía en tiempo real.

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Efectos devastadores

Los efectos tuvieron que sentirse y vivirse en las ciudades para que el mundo se percatara de la gravedad de lo que ocurría en la Amazonía, considerada el pulmón del mundo y una de las zonas más biodiversas del planeta. La nube de contaminación que hace unos días cubrió el cielo de ciudades como Sao Paulo fue el gran detonante.

Los vientos trajeron el material particulado desde la selva amazónica. Foster Brown, geoquímico ambiental del Woods Hole Research Center manifestó su preocupación por los altísimos niveles de PM 2.5, el material particulado más pequeño que puede generar graves problemas de salud al instalarse en las vías respiratorias. Según mostró, con datos de PurpleAir —una plataforma de monitoreo de material particulado— en la triple frontera Perú-Brasil-Bolivia en el estado brasileño de Acre, el 16 de agosto la concentración de PM 2.5 superó los 600 microgramos por metro cúbico (µg/m³) y el 19 de agosto rozó los 500, cuando el máximo recomendado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos es 25 µg/m³.

“Tenemos un alto registro de focos de fuegos y está tomando una extensa área de la Amazonía. Y no solo ahí sino también sobre el bioma Cerrado y Pantanal”, manifiesta Carlos Durigan, director de WCS Brasil. De acuerdo con él, esto es muy grave porque apenas inició la estación seca, que puede ir hasta inicios de Noviembre. Además, Agosto y Septiembre son los meses más críticos.

Concentración de PM 2.5 en la frontera Brasil-Perú-Bolivia para el 22 de agosto 3 pm. Foto: Purpleair.com

Durigan asegura que lo que ocurre no es solo consecuencia del calor. “También se debe a un debilitamiento de las políticas ambientales y la crisis de las agencias de monitoreo del gobierno. Es un período muy duro por el que estamos pasando”, resalta.

En esto coincide también Liliana Dávalos, bióloga e investigadora de la Universidad Stony Brook de Nueva York. “No se cumplen las normas ambientales, en algunos casos hasta se han derogado, además que abiertamente se han señalado pautas regionales y nacionales para beneficiar la especulación de tierras, la ganadería y la agricultura industrial. Los cambios de política representan una oportunidad para transformar la selva”.

Dávalos también reconoce que este fenómeno ocurre cada año durante la época seca e inmediatamente después aumenta la frecuencia de incendios. Sin embargo, asegura que este año han aumentado desproporcionadamente, al orden de más del 60 % .

Hombre inicia una quema para ganar terreno para el ganado y cultivos. Esta foto fue tomada en agosto de 2008 en São Félix do Xingu, estado de Pará, Brasil. Imagen © Daniel Beltra / Greenpeace

Dolors Armenteras ejemplifica la gravedad de la situación. “Ha habido cerca de 10 000 focos activos en la última semana. Una aproximación muy general mostraría que un foco de calor activo podría asociarse a una afectación de 100 hectáreas (1 millón en esa semana). Estaríamos hablando de cerca de 7.5 millones de hectáreas potencialmente afectadas en lo que va del año en Brasil. Eso está fuera de los controles que se habían logrado en el país para reducir la deforestación y los fuegos asociados. Es muy grave”. También habría que esperar un buen tiempo para tener cifras oficiales sobre las áreas quemadas.

Sumado a esto, las emisiones de CO2 después del 10 de Agosto aumentaron exponencialmente, “de manera exagerada”, manifiesta Armenteras y de ahí la gran contaminación del aire que se ha hecho evidente en zonas rurales y grandes ciudades de Brasil.

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Biodiversidad en máxima alerta

Carlos Durigan, de WCS Brasil, afirma que hay una asociación criminal que prende fuego para crear enormes áreas de expansión para la agricultura y la ganadería a gran escala, principalmente en el sur de la Amazonía, donde está el gran arco de deforestación brasileño y donde hay áreas naturales protegidas y territorios indígenas que se están viendo afectados.

La biodiversidad en general es una de las grandes víctimas. “Sabemos que el cambio de uso de la tierra es una de las causas de pérdida de biodiversidad y ese millón de especies en peligro de las que hablaba el último informe de IPBES están en mayor riesgo con eventos como este”, dice Dolors Armenteras.

Algunas especies con baja movilidad como insectos o vertebrados como tortugas, lagartos y anfibios probablemente no escaparán del fuego. Armenteras comenta que todavía no se han dimensionado bien las consecuencias en fauna y en términos de vegetación se están perdiendo bosques antiquísimos, lo que genera más emisión de carbono e imposibilidad de capturarlo nuevamente.

Imágenes satelitales muestran el desplazamiento de la contaminación generada por los incendios en la Amazonía. Foto: NASA Worldview, Earth Observing System Data and Information System (EOSDIS)

El enorme problema, para la científica, es que muchos de los bosques amazónicos no se recuperarán aunque no queden calcinados por completo. “Los estudios científicos todavía no nos dicen cuántos años tardarán en recuperarse pero son décadas, incluso siglos, para que recuperen algo de lo que fueron. Aun así, no volverán a ser iguales”, dice.

La microbiota, los microorganismos del suelo también se pierden y es un tema en el que, según indica Armenteras, todavía falta mucho estudio.

El aumento de la deforestación y del número de incendios es algo que no debe verse de manera aislada frente a lo que pueda ocurrir en un futuro en la Amazonía. Liliana Dávalos comenta que cada racha de incendios seca y expone más el suelo y nuevos bloques de selva quedan desprotegidos. Esto contribuye a que resulte más fácil seguir tumbando bosque. “Hay estudios que demuestran que la Amazonía está entrando en un nuevo régimen de mucha mayor sequía y requiriendo más tiempo para regeneración natural”, añade.

La empresa estadounidense Cargill quema grandes áreas de la selva amazónica en el norte del estado de Pará para prepararse para las plantaciones de soja en 2003. Imagen © Daniel Beltrá / Greenpeace

Los expertos aseguran que lo que ocurre hoy en Brasil no debe subestimarse. Los efectos, en caso de que la deforestación y los incendios continúen no solo en Brasil sino en todos los países amazónicos, serían devastadores. Dávalos menciona, entre otros, la disminución de caudales en las cuencas con efectos sobre la pesca y la misma agricultura; profundización de la crisis de amenaza a especies, incluyendo desde bromelias y hongos, hasta grandes felinos y dantas y; profundización del cambio climático regional y global. “En este momento es indispensable crecer la Amazonía, restaurar bosques y selvas para sacar CO2 de la atmósfera. Al quemar y tumbar estamos yendo hacia un futuro cercano de menor productividad agrícola, menos seguridad alimentaria y más inestabilidad social y económica”, dice.

Otras organizaciones como WWF también manifestaron su preocupación por los incendios en la Amazonía. Ricardo Bosshard, director en Chile, aseguró que esto no es solo una tragedia para los países amazónicos, sino para el mundo entero y que, como país anfitrión de la próxima COP25 de cambio climático, espera que Chile pueda “colocar fuertemente en la agenda la urgencia de tomar medidas para robustecer las políticas contra la deforestación, así como planes para reforestar y restaurar bosque nativo, temas clave para la prevención de incendios forestales y mitigación de emisiones”.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, después de una ceremonia en Brasilia en agosto de 2019. Foto: Alan Santos / Presidencia de Brasil a través de Flickr Commons (CC BY 2.0).

Finalmente, Marina Silva, exministra de Ambiente de Brasil y quien participó en un evento realizado este 22 de agosto por el Centro ODS para América Latina y el Caribe en Bogotá, expresó que la crisis ambiental se relaciona con la crisis ética y política. “Es innegociable que no se preserve el medio ambiente ni protejamos a las poblaciones indígenas. Retroceder es aún más peligroso que no avanzar, estamos volviendo a comienzos del siglo XX cuando no conocíamos nada. Los principios y valores deben ser claros para que las políticas sean duraderas”, dijo.

Su conclusión es que la Amazonía se está destruyendo bajo un sistema retrógrado que niega el medio ambiente. “Tenemos que movilizarnos por la Amazonía. No se pueden sacrificar los recursos de miles de años por el lucro de unas pocas décadas. Es necesario pensar en un nuevo modelo”.

El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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