(Mongabay Latam / Yvette Sierra Praeli).- El día que Ciruelo fue rescatado de las garras del tráfico de especies nació el centro de custodia de fauna silvestre Senda Verde. “Fue hace 15 años. Al principio no pensábamos tener un centro de rescate, pero las cosas se dieron y ahora albergamos unos 800 animales”, cuenta Vicky Ossio, directora del refugio, sobre cómo su proyecto de hacer un centro de ecoturismo se convirtió en el hogar de cientos de aves, mamíferos y reptiles.

Senda Verde se ubica en el municipio de Coroico —a dos horas de La Paz, capital de Bolivia— un territorio que pertenece a la provincia de Nor Yungas, zona de ingreso a la Amazonía boliviana. La ubicación estratégica de Coroico ha convertido a este municipio en una ruta de paso para el tráfico de especies. Los animales que son atrapados en la selva son llevados en camiones y otros medios de transporte, principalmente, hacia La Paz, para ser vendidos en mercados ilegales.

Fue así como en el 2003 salvaron a Ciruelo, un mono capuchino (Sapajus apella) que llegó a este hogar luego de que Marcelo Levy —esposo de Vicky Ossio— convenciera al chofer del camión que lo trasladaba que se lo entregara. “Insistió tanto que al conductor no le quedó más que entregarlo”, recuerda Vicky.

Historias de sobrevivencia

Cada uno de los habitantes de Senda Verde tiene su historia. Después de Ciruelo, llegaron dos aves rescatadas del mismo camión del que liberaron al mono capuchino. Luego llegaron más aves y más monos que en algunas ocasiones eran llevados por personas que viven en el pueblo y en otras por la Policía que rescataba a animales maltratados.

Había unos 20 animales cuando llegó Aruma, el primer oso de anteojos (Tremarctos ornatus) que cobijó el refugio. Su nombre significa noche en aimara y fue rescatado en el poblado de Quime, en La Paz, cuando intentaban venderlo como mascota.

Los monos viven completamente libres en el refugio Senda Verde. Foto: Senda Verde.

“En ese momento decidimos cambiar nuestro proyecto de vida y con el apoyo de Animales S.O.S. logramos establecernos como un centro de custodia de animales”, cuenta Ossio. Lo siguiente fue definir su plan de manejo, instalar un pequeño hospital y un patio de comida. “La proyección era albergar entre 350 a 400 animales. Pero hemos duplicado esa cifra”.

Monos, osos, jaguares, pumas, tucanes, tortugas, caimanes, son algunos de los animales que habitan en las 12 hectáreas de extensión de Senda Verde. El espacio va quedando pequeño para la cantidad de especies que siguen llegando, la mayoría bebés que son arrebatados a sus madres, a las que en la mayoría de los casos matan para poder traficar sus crías.

El refugio entonces tiene que conseguirles alimentos que sustituyan la leche materna, de lo contrario se presentan deficiencias en su sistema inmunológico, el aparato digestivo, huesos y cartílagos. Los últimos en llegar han sido dos pumas bebés.

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Un corredor para las personas

Ajayu —espíritu en aimara— fue el tercer oso de anteojos que arribó al refugio. Lo salvó la policía mientras recibía una brutal paliza en una comunidad. Como consecuencia de los golpes quedó ciego y tuvo una recuperación lenta y muy difícil. Su historia ha servido para impulsar un proyecto de ley de preservación, conservación y protección del oso andino o jucumari, conocida como Ley Ayaju.

“Ahora es un símbolo de su especie. Creemos que los animales que están en Senda Verde son embajadores de la selva y queremos que puedan proteger a los que aún viven en estado silvestre”, sostiene Ossio.

A esta idea se ha unido el artista Mariano Arrien-Gómez, quien a través de un mural ha rendido tributo a este oso, como víctima de la violencia y el maltrato que sufren los animales silvestres. “Ajayu ha perdido el sentido de la vista y del olfato debido a que fue golpeado y herido severamente. Sirve como ejemplo de muchos casos similares en la región”, escribió en sus redes sociales el artista.

Mi Jungla es otra huésped en el centro de rescate. Se trata de un jaguar bebé que llegó a fines del 2018 y ahora está a la espera de que se consigan los fondos suficientes para construir su jaula, que en Senda Verde tienen un diseño especial, porque la cuarta pared es la montaña. De esta forma, los animales que deben vivir en espacios cerrados como los felinos y los osos de anteojos, disponen de suficiente espacio para correr y tener contacto con la naturaleza.

Aruma, Tipnis y Ajayu son los tres osos de anteojos que han llegado a Senda Verde. Foto: Senda Verde

En Senda Verde, además, se han construido corredores por los que transitan las personas que, desde la perspectiva de los animales, vendrían a ser jaulas para los humanos. El concepto —dice Ossio— es enjaular a la especie más peligrosa del planeta porque somos los únicos que destruimos nuestro hábitat.

Aunque también es una medida para optimizar el espacio, proteger a las personas que visitan y dar mayor libertad a los animales. “Senda Verde es todo lo contrario a un zoológico. Por eso quienes visitan el refugio están protegidos por túneles, pues los animales están libres”, comenta Gary Salinas, coordinador nacional de la Fundación Kantutani, aliado del centro de custodia.

Los tucanes en Senda Verde viven en un aviario construido el año 2018. Foto: Senda Verde.

Salinas comenta que en el refugio los monos y las aves, entre otros animales, viven en total libertad, por lo tanto, han buscado la forma de que las personas que acuden al centro con la intención de conocer a los animales, no se encuentren de pronto en medio de un grupo de más de 100 monos capuchinos o monos araña.

En Senda Verde las visitas turísticas son parte de sus ingresos económicos. Hay excursiones para escolares y universitarios, así como para familias que pueden optar por un día de recorrido o quedarse en algunas de las cabañas instaladas en el refugio. Los gastos son enormes, por eso cuentan con un programa de voluntariado y, además, reciben donaciones. Una de las últimas actividades, por ejemplo, fue un concierto denominado Músicos Unidos por los Animales de Senda Verde, realizado en el Teatro NUNA de La Paz, que contó con la participación de cinco bandas musicales y cuyo fin fue recaudar fondos para construir la casa de Mi Jungla.

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La lucha contra el tráfico de especies

El tráfico de fauna silvestre en Bolivia es un delito que no se ha detenido. Según la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP), por lo menos 120 especies son traficadas en el país. En algunos casos se capturan para venderlos vivos como mascotas y en otros los matan para vender algunas de sus partes como los colmillos de los jaguares.

En los últimos años ha aumentado la matanza de jaguares para arrancarle los colmillos, piel y otras partes con el fin de venderlos en el mercado asiático, donde son muy cotizados porque les atribuyen propiedades curativas y afrodisiacas. Mongabay Latam ha revelado en varios reportajes cómo funciona esta actividad ilegal.

Mi Jungla es una sobreviviente de este tráfico, una cría de jaguar rescatada luego de que su madre fuera asesinada por cazadores ilegales. Ahora vive en Senda Verde.

La llamada jaula para humanos es un corredor que ofrece seguridad a los visitantes. Foto: Senda Verde.

“Los traficantes ofrecen dinero a los comuneros para que cacen a los animales silvestres y luego sean vendidos en el mercado local de Yorosita o llevados a otras ciudades e incluso al exterior”, explica Ulises Ariñez, director de Medio Ambiente de la Alcaldía de Coroico.

Ariñez señala que loros, papagayos, ejemplares de tunqui y del ave de tres colores, conocida como Bolivianito, así como monos araña y capuchinos son los animales que más se encuentran en las carreteras, mercados y casas. El municipio de Coroico, en coordinación con Senda Verde, realiza campañas de sensibilización en colegios y comunidades, con el fin de reducir la captura y matanza de animales silvestres.

En Bolivia, alrededor de 120 especies son víctimas del tráfico de fauna silvestre. Foto: Senda Verde.

También trabajan en la reforestación de áreas boscosas en las zonas altas de Coroico, así como en proyectos de conservación de agua y de bosques. Uno de ellos es el al cerro Uchumachi, que el municipio planea declarar como área de conservación y protección de flora y fauna. “Hay un gran número de especies de orquídeas. En cuanto a fauna, pumas, jaguares, monos, loros, tucanes y el bolivianito —especie que tiene los tres colores de la bandera del país— habitan en esta montaña”, comenta el funcionario del municipio.

“Seremos felices el día que dejen de llegar animales porque sabremos que hemos triunfado sobre el tráfico de fauna”, dice Ossio. Mientras tanto, los voluntarios, las visitas turísticas y las donaciones están aún presentes para salvar a todos los animales que en algún momento lleguen a Senda Verde.

El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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