(Mongabay Latam). Una semana antes de que se ejecute la ‘Operación Mercurio 2019’, un periodista de Mongabay Latam recorrió algunos puntos sensibles de Madre de Dios, para recoger testimonios de mujeres y hombres que por oponerse a la minería ilegal y defender sus bosques de esta actividad destructiva, terminaron convirtiéndose en víctimas de amenazas y hechos de violencia.

Visitar esta región amazónica fue clave también porque antes de que la Policía y las Fuerzas Armadas retomen el control de La Pampa —zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata devastada por la minería ilegal— grupos vinculados a esta actividad ilícita llegaron a las casas de algunos pobladores para exigirles en tono amedrentador que les escondan sus maquinarias.

Los defensores ambientales de Madre de Dios se sintieron, en ese momento, acorralados. Por un lado, estaban de acuerdo con las acciones tomadas por el Estado —llevaban años pidiendo una intervención—, pero, por otro, eran conscientes de su vulnerabilidad y nadie llegó para asegurar su protección.

La Operación Mercurio 2019, que comenzó el 19 de febrero, busca erradicar toda actividad ilegal en La Pampa, ubicada en la zona de amortiguamiento del Tambopata. Sin embargo, esto también ha aumentado el riesgo sobre los defensores, ya que los mineros los responsabilizan por el ingreso de las fuerzas del orden. Foto: Ministerio del Interior.

“Como somos tan pocos los que nos oponemos a la minería ilegal y que aún vivimos en la zona de amortiguamiento de la reserva de Tambopata, estas circunstancias nos exponen, vienen a amenazarnos por haber llamado a la policía”, comenta Víctor Zambrano, presidente del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata.

Los cerca de 30 líderes ambientales que forman parte de este comité son acosados permanentemente por los ilegales. No tienen tregua. El último de ellos fue asesinado hace tres años y las amenazas continúan.

Estos son algunos de los testimonios que narran una realidad que sigue vigente.

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1. Ana se negó a ocultar maquinarias

Ana* recuerda que estaba en la cocina, cuando una voz desconocida irrumpió de en la tranquilidad de su casa. “Ana, buenos días. He venido a pedirte un favor”, le dijo una mujer. Estaba parada en la puerta de su casa y dejaba a la vista un billete de cien soles (US$30).

“He venido a buscarte para que me guardes unas máquinas”, le dijo la desconocida a Ana, con la actitud de quien no viene a pedir un favor.

Campamento de mineros en La Pampa, región de Madre de Dios. Foto: Agencia Andina.

Ana solo podía pensar en que no había pasado mucho tiempo desde que dos sicarios llegaron a su casa buscando a su hijo para matarlo. “Ahorita mismo te doy 500 soles (US$150) y te puedo volver a dar luego”, insistió la mujer. Pero Ana, que vive desde hace 12 años amenazada por los mineros ilegales, se armó de valor y le dijo que no. “¿Y por qué no si te voy a pagar? Tú eres de los ‘soplones’, ¿no?”, le respondió molesta.

—No, mi esposo no está y no tomo esas decisiones sola.

—Está bien, Ana. Volveré pronto, le dijo la mujer en tono amenazante.

Esa noche, una vez más, ni Ana ni su familia pudieron dormir.

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2.Esteban eligió huir antes que morir

Temor es la palabra que mejor conocen quienes se oponen a la minería ilegal en Madre de Dios y Esteban* conoció el efecto de esas cinco letras una mañana de junio del 2018.

Ese día un hombre a bordo de una motocicleta se estacionó frente a su terreno y le preguntó a su esposa —sin ningún reparo— por él.

—¿Quién lo busca?— le dijo ella, con la puerta entreabierta.

—Quiero conversar con él.

—No está —respondió, y cerró.

Esteban es uno de los concesionarios forestales en la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata que ha sufrido la invasión de los mineros y taladores ilegales. Foto: Vanessa Romo / Mongabay Latam.

Pero Esteban sí estaba en casa. Como por la mañana no se había sentido bien, prefirió no ir a trabajar y  quedarse a descansar con sus hijas y nietos.

Cuando de pronto vio entrar a su esposa, temerosa, sin color en el rostro, se sobresaltó, pero ella de inmediato reaccionó haciéndole una señal de silencio con el dedo. Le contó que había un hombre sospechoso preguntando por él en la puerta, cuando Esteban se asomó no había una motocicleta, sino seis.

—¿Ustedes quiénes se creen? No pueden denunciarnos y pensar que nada va a pasar ¡En dos días vas a desaparecer!— gritó el hombre de la primera moto.

Durante una semana, nadie salió de la casa. Ese fue el último evento que los convenció de abandonar su hogar por un buen tiempo.

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3. Demetrio encontró una bala en la mesa de su casa 

Demetrio Pacheco entiende lo que le ha tocado vivir a Esteban. Él encontró una bala en el comedor de su casa. Ser vicepresidente del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata y presidente de la Asociación de Concesiones Forestales de Reforestación de Madre de Dios lo han expuesto a muchos peligros, sobre todo a las amenazas de invasores y taladores ilegales, actividades que arrinconan a quienes creen en la conservación.

Las autoridades insisten en que denuncien lo que están viviendo, pero es más fácil decirlo que hacerlo.

“Las autoridades nos demandan que denunciemos, pero nos piden nombres, algo que no siempre sabemos”, explica. Pero cuando logran identificar a su agresor y hacen la denuncia, cuenta el dirigente, el victimario —muchas veces ayudado por malos funcionarios— termina enterándose de quién fue el ‘soplón’. 

Son varias las denuncias que ha hecho Demetrio Pacheco, según cuenta. Foto: Jack Lo.

Pero el problema se agrava para quienes tienen concesiones forestales en Madre de Dios: no solo están expuestos a peligros, sino también a multas. Como explica Luisa Ríos, coordinadora en Madre de Dios de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), los concesionarios están obligados por ley a denunciar las invasiones dentro de su territorio y si no lo hacen, pueden ser sancionados.

Lo que parecen olvidar las autoridades es que quien denuncia se convierte en ‘soplón’ y a los ‘soplones’ los matan. “En el caso de los concesionarios forestales —que es la figura legal en gran parte de La Pampa— están obligados a denunciar, porque sino el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (Osinfor) los multa por permitir la actividad ilegal”, explica Ríos.

Esto es lo que ha obligado a que muchos defensores prefieran callar y pagar las multas, antes que arriesgar sus vidas. Precisamente por miedo a denunciar, Ana fue multada en el 2014 y hasta ahora no puede pagar los 30 000 soles (US$9 mil) que adeuda.

La versión completa de este reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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