(Mongabay Latam / Yvette Sierra Praeli). El planeta acaba de recibir un diagnóstico devastador: la velocidad con la que se están deteriorando sus ecosistemas no tiene precedentes en la historia de la humanidad y la extinción de especies avanza a un ritmo acelerado como consecuencia de las actividades humanas no reguladas.

El problema es de tal magnitud que un millón de especies de animales y plantas están en peligro de desaparecer en las próximas décadas, en un planeta que presenta las tres cuartas partes de su medio ambiente terrestre deteriorado y aproximadamente el 66 % de los océanos alterados de manera significativa, revela el último informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) presentado en París el lunes 6 de mayo.

El estudio de IPBES identifica cinco de los motores directos de esta destrucción acelerada del planeta: cambios en el uso de la tierra y el mar, explotación directa de organismos, cambio climático, contaminación y especies exóticas invasoras. Sin embargo, detrás de estos subsisten causas indirectas como el crecimiento demográfico, el desarrollo económico y tecnológico, los conflictos y las epidemias, entre otros.

El 50 % de los arrecifes de coral se perdieron en los últimos 50 años. Foto: IPBES.

Se trata de un informe extenso y de largo aliento elaborado por 145 expertos y 310 colaboradores de 50 países alrededor del mundo, quienes revisaron más de 15 000 fuentes científicas y gubernamentales para realizar un diagnóstico del estado de conservación de los ecosistemas del planeta.

“La vida a escala global se está deteriorando muy rápido. Y eso significa también un deterioro masivo de las posibilidades de todos a una vida digna y satisfactoria, no solo ahora, sino también en las próximas décadas”, dijo Sandra Díaz, copresidenta del IPBES, quien se pronunció en una conferencia de prensa sobre los resultados de este exhaustivo estudio que tomó tres años para su elaboración.

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Bosques tropicales bajo ataque

El informe —explica Díaz— muestra que el deterioro es particularmente acelerado en el sur global, en las zonas tropicales y subtropicales, debido, principalmente, al cambio de uso de suelo. Este problema ha sido identificado como la causa principal de las transformaciones que se están dando en la naturaleza.

“Es dramático el caso de los trópicos y las zonas megadiversas de nuestro continente”, comenta Díaz sobre Latinoamérica, región donde se está produciendo un gran impacto y que concentra gran parte de la biodiversidad del planeta, así como las mayores extensiones de ecosistemas medianamente intactos.

Un dato del informe se refiere a la pérdida de bosque tropical entre los años 1980 y 2000. En ese periodo de tiempo, se devastaron 100 millones de hectáreas de estos bosques en todo el mundo, y 42 millones de ellos desaparecieron en América Latina como resultado, principalmente, de la expansión de la ganadería.

El cuadro muestra el riesgo de extinción de los diferentes grupos de especies, tomando en cuenta la categorización de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Fuente: IPBES.

Aunque la tasa de pérdida de bosques se ha reducido a nivel mundial desde el año 2000 —dice el informe— esta se distribuye de manera desigual. Por eso es importante observar lo detalles, porque en los trópicos de alta biodiversidad, por ejemplo, se han perdido por lo menos 32 millones de hectáreas de bosque primario o en recuperación entre 2010 y 2015.

En el Chaco sudamericano se ha dado la tasa de deforestación más alta del planeta de los últimos 20 años”, sostiene Matías Mastrangelo, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y autor principal del capítulo 2 del informe del IPBES.

Mastrangelo menciona que solo en Argentina se perdieron 15 millones de hectáreas del Chaco entre los años 2000 y 2015. “No hay otra región del mundo que haya perdido tanto”.

Sandra Díaz, copresidenta del IPBES: “La vida a escala global se está deteriorando muy rápido. Y eso significa también un deterioro masivo de las posibilidades de todos a una vida digna y satisfactoria, no solo ahora, sino también en las próximas décadas”.

En estos casos, las pérdidas de bosque también están relacionados con la agricultura extensiva. El investigador argentino comenta sobre el problema de los países latinoamericanos que basan su economía en la producción de alimentos para los mercados externos en países desarrollados. “Esa exportación de alimentos significa la instalación de impactos ambientales en nuestros países. Las zonas altamente biodiversas sufren impactos por la expansión de la agricultura para exportar a países desarrollados”, cuestiona.

En el mismo sentido comenta Patricia Balvanera, co-coordinadora del IPBES para el capítulo sobre las causas de la pérdida de biodiversidad. “Son los bosques tropicales los que están siendo sometidos a mayor deforestación”.

Los bosques tropicales son los más afectados por los cambios en el planeta. Foto: IPBES.

Balvanera cuestiona la forma en la que se desarrolla la agricultura en la región, pues los países se están convirtiendo en exportadores basados en la agricultura intensiva de unos cuantos productos que impactan en el medio ambiente y la biodiversidad. “Los países en desarrollo sostienen la demanda de las naciones desarrolladas con impactos enormes; mientras que los menos desarrollados sufren las consecuencias de la contaminación”.

La Amazonía es una preocupación para Patricia Miloslavich, coordinadora del IPBES de biología y ecosistemas del sistema de observación global de los océanos. “No solo es un pulmón para nosotros, sino para todo el mundo”. Miloslavich señala que los monocultivos y los pastos para el ganado que se siembran en la Amazonía no tienen ni, remotamente, la misma capacidad que un bosque y no proveerán beneficios como la producción de oxígeno, la de una gran diversidad de recursos naturales, así como el reciclaje de nutrientes. Por el contrario, los monocultivos impactan el suelo.

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Biodiversidad: el punto de no retorno

“En el Ártico y los arrecifes estamos llegando a un punto de no retorno”, sostiene Patricia Miloslavich, coordinadora en el IPBES. La experta en mares explica que en el caso de los arrecifes de coral se ha perdido la mitad de estos ecosistemas en el último medio siglo. Un problema que se viene agudizando puesto que si la temperatura del planeta se incrementa en 1.5 en los próximos años, la desaparición de los corales sería de 10 % a 30 % adicional. No obstante, si la temperatura alcanza los 2 grados, solo sobreviviría el 1 % de los arrecifes en todo el mundo.

En los arrecifes de coral habita la cuarta parte de todas las especies marinas y esto beneficia a 500 millones de personas que viven próximas a las zonas tropicales. Estos ecosistemas son vitales para la seguridad alimentaria.

Al igual que los arrecifes, lo que también le preocupa a Miloslavich es la pérdida de los humedales costeros. Se calcula que de la totalidad de humedales que se tenían registrados en el 1700, para el 2000 ya se había registrado una perdida de más del 85 %. Una catástrofe ambiental. “La pérdida de humedales es actualmente tres veces más rápido, en términos porcentuales, que la pérdida de bosques”, explica el informe.

La deforestación ha sido intensa en el Chaco en los últimos 20 años Foto: Andrea Ferreira.

Los humedales son centros de diversidad biológica y fuentes de agua de las que innumerables especies vegetales y animales dependen para subsistir.

Estas cifras confirman una vez más la grave situación del planeta. Las especies nativas, en su mayoría terrestres, han caído en por lo menos un 20 %, un declive que tiene lugar desde 1900, y que se está acelerando. “En áreas de alto endemismo, la biodiversidad nativa a menudo se ha visto gravemente afectada por especies invasoras”, precisa el informe con relación a otra de las causas de los cambios drásticos que se están dando en la naturaleza.

Los insectos son sin duda una de las mayores preocupaciones de los investigadores que han elaborado este diagnóstico. De las 8 millones de especies de animales y plantas que se calcula existen en el planeta, 5.5 millones corresponden a insectos, de los cuales por lo menos el 10 %, es decir, medio millón de especies, está en peligro de extinción. De los otros tres millones de flora y fauna diferentes a los insectos, por lo menos la cuarta parte está bajo amenaza por la destrucción de los bosques. En suma, más de un millón de especies están en grave peligro. “Eso es siendo conservadores, porque podrían ser más”, dice Miloslavich.

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Cuestión de inequidad

“Aproximadamente 60 mil millones de toneladas de recursos renovables y no renovables se extraen a nivel mundial cada año”, señala el informe. Una presión sobre la tierra que además de excesiva se produce de manera desigual.

Balvanera explica que el problema de inequidad en el planeta es por el alto consumo de los países desarrollados, que cuadruplica la demanda de las naciones en vías de desarrollo. Sin embargo, lo paradójico es que son estos últimos lo que soportan la demanda de los primeros. “Me parece muy profunda la inequidad, que tiene que ver con una cuestión histórica. Alguna vez fuimos colonia de los países desarrollados y ahora somos una colonia económica”.

Desde 1970 se ha incrementado en 300 % la producción de cultivos para la alimentación. Sin embargo, el 23 % de las áreas utilizadas enfrentan una reducción en la productividad agrícola por la degradación del territorio. En el caso de los mares también hay una situación similar, pues el 85 % de las pesquerías están sobre explotadas.

La Amazonía conserva zonas altamente biodiversas. Foto: Field Museum de Chicago.

Y nuevamente regresa el tema de la inequidad, pues pese a esta gran producción de alimentos, existen en el mundo 800 millones de personas que no disponen de ellos. Mientras en algunas naciones se desechan alimentos, en otras padecen por la ausencia de estos.

Argentina con la soya, México con la palta o aguacate y Perú con la pesca son tres ejemplos de cómo se presenta la sobre explotación de recursos en Latinoamérica para satisfacer mercados internacionales, explica Balvanera. Pero no solo se trata de la producción de alimentos. La demanda de madera y energía, así como el crecimiento de las ciudades está produciendo impactos devastadores.

Actualmente, los humanos extraen más de la Tierra y producen más basura que nunca antes en la historia. La contaminación con plásticos se ha multiplicado por diez desde 1980. Entre 300 y 400 millones de toneladas de metales pesados, disolventes, lodos tóxicos y otros desechos de las instalaciones industriales se descargan anualmente en aguas del mundo. Los fertilizantes que entran en los ecosistemas costeros han producido más de 400 ‘zonas muertas’ en los océanos con una extensión de 245 000 kilómetros cuadrados, un área mayor a la del Reino Unido.

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¿Se mantiene la esperanza?

El informe del IPBES le dedica una sección a los conocimientos ancestrales de las comunidades indígenas y pueblos locales. Si bien reconoce que los territorios ocupados por ellos se encuentran en mejor estado de conservación, destacan que esta situación podría revertirse debido a las presiones que, cada vez, son mayores.

Los pueblos indígenas y de muchas de las comunidades más pobres del mundo figuran entre las áreas que experimentarán impactos significativos frente a los cambios globales, debido sobre todo a su fuerte dependencia de la naturaleza. Esas comunidades serán afectadas de manera desproporcionada por esos cambios negativos, indica el reporte.

“Los pueblos indígenas manejan grandes superficies de las zonas más diversas del planeta. Pero también vemos como reciben los mayores daños de este modelo de desarrollo económico global. Las tendencias son preocupantes”, afirma Díaz.

Una luz de esperanza en medio del desierto. Foto: IPBES

Los territorios indígenas y de las comunidades locales se enfrentan a una creciente extracción de recursos, a la producción masiva de productos básicos, a la minería y el transporte e infraestructura energética, con diversas consecuencias para su vida y su salud.

Pese al panorama nada alentador, la esperanza no ha desaparecido. Los investigadores de IPBES creen que el compromiso firmado por 131 países que solicitaron el estudio y aprobaron los acuerdos, puede traducirse en acciones concretas para frenar la destrucción. Aun cuando son conscientes de los intereses económicos que se mueven alrededor de los recursos.

“El camino es difícil”, dice Mastrangelo, pero cree que aún se puede revertir esta trayectoria. “La conservación no es un lujo, sino una necesidad”, agrega.

Para Sandra Díaz es momento de actuar. “Si no hay cambio las próximas décadas, el futuro se pinta muy mal. Pero la protección de la biodiversidad y de la naturaleza es algo que tenemos que defender por una vida digna y saludable”.

El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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