(Mongabay Latam / Michelle Carrere).- Perú es el principal productor de harina de pescado en el mundo. Oficialmente, 800 000 toneladas son producidas al año aunque, en realidad, la cifra es mayor. Según datos oficiales del Anuario Estadítico Pesquero y Acuícola 2016 del Ministerio de la Producción (PRODUCE), Perú exporta más harina de la que produce. Para el periodo 2012-2016, la producción promedio anual fue de 799.9 mil toneladas, mientras que la de exportación fue de 867.1 mil toneladas.

Alrededor de 90 mil toneladas de harina de pescado fueron producidas ilegalmente en Perú, entre los años 2015 y 2017, según un informe elaborado por Apoyo Consultoría para la Superintendencia de Banca y Seguros. Una producción que implica unas 400 000 toneladas de pescado desviado y que supera los US$ 130 millones por año.

Una investigación de la organización para la conservación marina Oceana identificó tres mecanismos ilegales que actualmente operan en Perú para obtener harina de pescado para la exportación y consumo interno.

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El desvío de las anchovetas

En el Perú, la harina de pescado es producida únicamente por el sector pesquero industrial. El artesanal, en cambio, solo debe destinar su materia prima al consumo humano: pescado fresco pero también conservas, congelados y enlatados, especialmente de anchoas, conocidos como curados que se producen en plantas de consumo humano directo. A pesar de esta restricción, Oceana constató que, sistemáticamente, las anchovetas que llegan a la fábricas de curados son desviadas hacia las plantas de harina de pescado residual.

Estas últimas, normalmente reciben las sobras que no son procesadas en la fabricación de curados: la cabeza, la cola, las tripas. Por ley, hasta las ¾ partes de las anchovetas pueden ser destinadas a las plantas de harina residual que, como bien lo dice su nombre, procesan las sobras de los peces para convertirlos en harina de pescado.

El problema es que, según constató Oceana, las anchovetas son derivadas completas a la producción de harina.

Planta de Consumo Humano directo sospechosa de desviar anchoveta hacia plantas de harina residual. Foto: Oceana

La organización comparó los volúmenes oficiales de exportación y de producción de curados de anchoveta. Según las cifras, las exportaciones son marginales por lo que la mayor parte de la producción, unas 5,2 mil toneladas anuales, estarían disponibles para el consumo interno del país. Pero lo raro es que “en el Perú, no comemos anchoas. Las exportamos”, dice Juan Carlos Sueiro, director de pesquerías de Oceana.

Pese a no existir un mercado interno que consuma la producción de curados que supuestamente está disponible, las plantas que fabrican estos productos han aumentado en los últimos años. Si en el 2011 había 61, entre artesanales e industriales, hoy hay 73 y la mayor parte está en el departamento de Ancash, al norte de Lima. Allí existen 38 plantas y, de todas ellas, solo dos registran exportaciones directas de curados.

Foto: Andina

Mongabay Latam preguntó a PRODUCE y al Gobierno Regional por qué se siguen entregando permisos de operación a plantas de curados, si es que no existe un mercado que lo justifique. Sin embargo, hasta la publicación de este artículo, ninguno de los dos organismos respondió.

La investigación de Oceana identificó dos vías para su comercialización. Según señala, la primera es mediante el ingreso a las plantas procesadoras de harina convencional,  que compran y comercializan como producción propia. El segundo camino es exportar directamente a través de brókeres —o corredores—  especializados en colocar dicha harina en el extranjero. Sin embargo, hasta ahora, no ha logrado estimar cantidades de producción.

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Las pampas de secado y las plantas ilegales

Debido a que las plantas de harina residual no están procesando los descartes que salen de las plantas de consumo humano directo, las pampas de secado han proliferado para cubrir esa necesidad. En esos lugares, los residuos de anchovetas son esparcidos sobre el suelo, a la espera de que el sol los seque para que puedan ser molidos artesanalmente en un proceso tan ilegal como insalubre.

Oceana identificó más de 24 pampas repartidas, de sur a norte, en los departamentos de Inca, Ancash y Piura.

Según el informe “esta harina es comercializada, a través de un intermediario, al mercado nacional o extranjero. Sin embargo, es más común que vendan el producto a plantas residuales o ilegales, las cuales terminan de producir la harina para llevarlas a los compradores finales”. El objetivo sería alcanzar los stocks que necesitan para poder vender, y/o abaratar costos. “La producción en pampa está en una condición bien mala para venderla sola, pero si dos toneladas de esa harina se mezclan con 20 toneladas de una de mejor calidad, pasa”, dice Sueiro.

Plantas ilegales identificadas en Pisco. Foto: Oceana.

Por otro lado, en el Perú, la producción de especies acuícolas, avícolas y pecuarias, que consumen harina de pescado, está creciendo. Sin embargo, esta demanda interna creciente no estaría siendo abastecida puesto que prácticamente toda la producción legal es exportada. Según el análisis de Oceana, esto estaría incentivando la producción de harina ilegal.

Por último, Oceana identificó 10 plantas de harina de pescado completamente ilegales, sin autorización para su construcción ni licencias de operación, en la provincia costera de Pisco, al sur del Perú. Estas plantas producen 22 mil toneladas al año de harina de alto contenido proteico y cinco mil toneladas de aceite de pescado. Todo ello con un valor total estimado en 32 millones de dólares al año.

Según establece el informe de la investigación, el producto final “es vendido a intermediarios, quienes acopian harina de diferentes plantas ilegales hasta completar un volumen requerido para transportarlo y entregarlo al comprador final en Chimbote y Callao”.

El artículo original fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.

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