(Mongabay Latam / Yvette Sierra Praeli).- Cuando era niña, Liz Chicaje ya pensaba en dirigir su comunidad y en enfrentarse a esos males que estaban acabando con los recursos en la cuenca del Ampiyacu, en la Amazonía peruana. Y trabajó para conseguirlo.
Pero no solo dirigió el destino de Boras de Paucarquillo, en la región Loreto, lugar donde nació, sino que se convirtió en la presidenta de la Federación de Comunidades Nativas del Ampiyacu (Fecona) que reúne a 14 comunidades. Le tocó, entonces, impulsar la creación del Parque Nacional Yaguas, un ecosistema megadiverso, considerado sagrado y que llevaba varias décadas de espera para su reconocimiento.
Liz acaba de recibir el Premio Internacional en Derechos Humanos que los países de Francia y Alemania entregaron a 15 personas alrededor del mundo para conmemorar el 70 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. Un reconocimiento por su trabajo en la conservación de la Amazonía y su esfuerzo por frenar las actividades ilegales que afectan su territorio.
En esta entrevista con Mongabay Latam, la lideresa indígena habla sobre los retos que le toco vivir como dirigente, comenta sus proyectos y cuenta su vida en familia.
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¿Qué ha significado para usted recibir este premio?
Este premio no es solo mío, sino de las dos cuencas, tanto del Ampiyacu como del Putumayo, porque la creación del Parque Nacional Yaguas ha sido un tema muy complicado. Al recibir este reconocimiento, siento que el trabajo que hicimos no fue en vano, sino que tiene un significado para muchos líderes que ahora están asumiendo la responsabilidad de conservar nuestros bosques. Pero Yaguas no solo es un beneficio para nuestras comunidades, lo es también para todo el país. Es un área que nadie ha tocado y que no se está destruyendo.
¿Qué fue lo más complicado en este proceso de creación del Parque Nacional Yaguas?
Primero, que los comuneros tenían que saber para qué se quería crear un parque nacional. Como líderes teníamos que llegar a las comunidades y explicar lo que eso significa. Otra situación difícil fue tener en contra a algunos líderes indígenas. Entonces, a pesar de todo, tanto la población del Putumayo como del río Ampiyacu logramos que las comunidades se decidieran por la conservación.
Y a usted le tocó liderar ese proceso…
A mí me tocó asumir esa responsabilidad. Cuando teníamos reuniones con Orpio (Organización Regional de los Pueblos Indígenas del Oriente) buscaban ponernos de su lado para que digamos a las comunidades que no se iban a beneficiar con la zona protegida. Pero nuestra meta era seguir conservando nuestros territorios y no estábamos para negociar. Tuve que trabajar mucho para concientizar a la población. La reserva de Yaguas había sido planteada por muchos líderes que han pasado por la organización. Pero los acuerdos empezaron en el 2015, cuando yo estaba en la presidencia de la Federación.
¿En los momentos difíciles pensó en renunciar?
En realidad no. Siempre tuvimos una meta y confiábamos en conseguirla con el apoyo de las comunidades. Y eso pasó, a pesar de todo, porque incluso recibimos amenazas, pero siempre mirábamos hacia adelante.
¿Quiénes la amenazaron?
Los mismos comuneros que están dentro del Putumayo, cuando teníamos reuniones grandes para la consulta previa, ahí nos amenazaban. Pero nosotros siempre tratamos de recibirlos con una buena conversación. A ellos los engañaban sus líderes y a veces caían porque les ofrecían dinero.
¿En algún momento tuvo miedo?
Hasta ahora no. Siempre comento con mi familia que la meta que tenía el primer líder que fundó nuestra organización fue defender los derechos de los pueblos indígenas y sus territorios. Eso está en mi corazón y se lo digo a mis hijos: si algo me pasa cuando estoy en la gestión, quizás así debe ser, pero será por defender algo que vale la pena.
La versión completa de esta entrevista fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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