(Mongabay Latam / Michelle Carrere).- Los arrecifes coralinos han disminuido en un 50 % en el Caribe en los últimos 50 años, según un estudio de la Red Global de Monitoreo de Arrecifes de Coral, GCRMN, por sus siglas en inglés.

Con el objetivo de revertir la mortandad de corales, Colombia se encuentra desarrollando el “Programa Participativo de Rehabilitación de Arrecifes de Coral a Gran Escala en el Archipiélago de san Andrés, Providencia y Santa Catalina”, utilizando la técnica de jardinería de corales: enormes criaderos submarinos donde estos animales son reproducidos antes de ser trasplantados masivamente a los arrecifes.

Phanor Montoya, director de Corales de Paz, una de las cuatro entidades que se encuentran desarrollando el programa de jardinerías, explica que el objetivo es “incrementar la cobertura de coral vivo para que lleguen más peces, lo que al mismo tiempo traerá beneficios a la pesca y al turismo mejorando así la situación social de las comunidades costeras que viven de estas dos economías”.

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La operación trasplante

Montoya explica que “el coral es una animal que tiene la ventaja de reproducirse de manera sexual o asexuada, a través de la fragmentación”. Sirviéndose de esta característica, el método consiste en tomar pedazos de coral que se encuentren fragmentados, es decir que se hayan desprendido, y refragmentarlos en pequeños pedazos de ocho centímetros. Esos pequeños fragmentos de coral son cuidados en grandes guarderías submarinas que se asemejan a “colgaderos para secar ropa”, según explica Montoya, pero que miden tres metros de ancho por 20 metros de largo. Cuando los pequeños corales hayan alcanzado una talla de 15 centímetros son trasplantados en los arrecifes.

El programa, realizado por la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (CORALINA), la Gobernación de San Andrés, la organización Conservación Internacional Colombia y Corales de paz, tiene actualmente ocho guarderías instaladas las que albergan un stock de 13.400 fragmentos de coral de cuatro especies diferentes. Entre ellas el Cuerno de Ciervo y el Cuerno de Arce, consideradas en vía de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Con una capacidad total de 16.000 fragmentos, este proyecto, aunque no es el único en el país, “es el más grande” asegura Montoya. Su eficiencia radica así en la masividad con la que se hacen los trasplantes permitiendo “un efecto rápido y positivo en los ecosistemas” agrega.

En abril del 2019 comenzarán los trasplantes masivos con el objetivo de alcanzar el reasentamiento de 5.000 colonias de coral por hectárea de arrecife al año. Montoya explica que “el trasplante es preferible hacerlo antes de septiembre o después de octubre, porque entremedio el mar se calienta”.

De los 13.400 fragmentos criados entre octubre del 2017 y el cierre de este año 2018, ya fueron trasplantados 500, entre Providencia y San Andrés, a modo de piloto. Uno de los sitios escogidos en esa etapa fue un antiguo basurero. Llantas y todo tipo de basura se acumularon ahí durante años hasta que comenzó un proceso de limpieza. “En la lógica de la recuperación de esa zona, quisimos probar ahí una parte del piloto trasplantando 25 colonias” cuenta Montoya. Sin embargo, “a los 20 días tuvimos una mortalidad casi del 100% lo que nos demuestra que ese sitio todavía hay que recuperarlo antes de hacer trasplantes de coral” dice. En lo que respecta a los otros tres sitios que se utilizaron en la etapa piloto, a un mes y medio de realizada la operación, “hemos encontrado una supervivencia de casi el 90%” asegura.

Según estudios consultados por las organizaciones que llevan a cabo la técnica de jardinería de corales, en la etapa de cultivo, dos de cada 10 colonias sembradas mueren. Mientras que en el trasplante, tres de cada 10 colonias no sobreviven. Así, mientras la supervivencia sea de un 70%, es considerado normal. De lo contrario, “hay que buscar cuáles son las causas que están impidiendo el correcto asentamiento de los corales en los arrecifes intervenidos” explica Montoya.

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La participación de pescadores

Camilo Hudson es pescador artesanal de San Andrés y desde hace 28 años que trabaja en el mar. En una conversación con Mongabay Latam cuenta que “yo antes veía a los corales, pero no les paraba bola. No sabía lo importantes que eran. Aprendí que los corales son seres vivos y que son 100% indispensables para el mar”.

El proyecto implica la participación de pescadores locales tanto en el siembra, como en el mantenimiento y el monitoreo de las guarderías y el posterior trasplante. Por el momento, el programa se encuentra capacitando a 28 pescadores quienes, en sus tiempos libres, se dedican voluntariamente al proyecto.

Pescadores se ocupan de la matención de las guardería de corales. Foto: Phanor Montoya.

Rubén Azcarate, biólogo marino de CORALINA explica que los pescadores reciben una remuneración mensual de 400.000 pesos colombianos -unos $US130- por el trabajo. Azcarate explica que el financiamiento proviene de entidades nacionales vinculadas al sector privado y al programa BANCO2. Una iniciativa de Bancolombia en la que las empresas pueden disminuir su huella de carbono, entregando un reconocimiento ambiental monetario a personas que destinan su predios agrícolas al cuidado de especies nativas y a la mantención y protección de cuerpos de agua. “En este caso no se trata de terrenos privados por lo que se tuvo que adaptar el modelo. El pago no se hace por territorio sino por horas de trabajo invertidas” explica Azcarate. Se trata así del primer modelo para la compensación ambiental marina.

De todos modos, Camilo Hudson dice que “no es por lo económico- que lo hace- sino que uno aprendió a amar eso. Lo hacemos por el corazón. Ya los corales, es un hijo para nosotros. Cuando nos entra algo a nosotros ya no se saca” dice.

Ocho jornadas de entre cinco y seis horas al mes, es decir, un total de entre 40 y 48 horas mensuales, son destinadas por los pescadores a la crianza de corales. Aunque el dinero recibido a cambio, no alcanza las ganancias de la pesca, “al ser realizada, la actividad, en los tiempos libres, sí representa un adicional en la economía de los pescadores” explica Azcarate. Además “en días de tormenta, cuando no pueden salir al mar a pescar, pero sí se puede trabajar en las guarderías, en esos casos el trabajo efectivamente compensa las pérdidas” agrega el biólogo.

Montoya cuenta que “ha sido muy satisfactorio ver que los pescadores se han ido entusiasmando con el proyecto, porque ven los beneficios que trae la restauración de arrecifes”. Y es que “inmediatamente se ve como los peces llegan ahí donde hay corales vivos y han visto por ellos mismos que el cuidado de los corales implica beneficios para su fuente laboral que es la pesca” agrega Montoya. De hecho, Hudson asegura que “sin coral, no hay especie en el mar. Todo se acaba”.

Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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