(Mongabay Latam / Vanessa Romo).- Algunas historias con final feliz esconden una etapa oscura. Para Tocache, provincia ubicada a ocho horas de Tarapoto, en la región de San Martín, ese período de tiempo duró más de veinte años, cuando el miedo se instaló en las vidas de sus habitantes. La pesadilla comenzó en 1982, la palma aceitera en pleno auge se hacía notar con la deforestación de los bosques y las hectáreas de hoja de coca crecían a la par que los laboratorios donde se procesaba la pasta básica de cocaína. A este escenario se sumaban las muertes perpetradas por el grupo terrorista Sendero Luminoso, muertes imposibles de olvidar en la zona.

En esos días, los vuelos de las avionetas que sacaban la droga a Colombia eran constantes. El alcalde de entonces, Raúl Escobedo, narra esto mientras observa en su despacho la primera bandera de Tocache diseñada en 1984, cuando la localidad se convirtió en provincia. En medio de las montañas boscosas bordadas en el escudo aparece una avioneta sobrevolando el cielo, recordándoles ese pasado que hoy quieren dejar atrás.

—La coca fue algo negativo. Aquí los agricultores se corrían, siempre andaban escondidos. Nos avergonzábamos al decir que éramos de Tocache.

—¿Y ahora?

—Ahora somos un ejemplo, somos la cara de la conservación, dice Escobedo.

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El fin de una larga espera

En el 2012, el  mismo año en el que se capturó al último alto mando terrorista de la zona, Eleuterio Flores Hala, conocido como ‘Artemio’, las provincias de Tocache y Mariscal Cáceres, y el Gobierno Regional de San Martín, emprendieron el reto de conseguir que el Estado reconozca la segunda área de conservación regional (ACR) del departamento. Y el último sábado la noticia que tanto esperaban por fin llegó: se confirmó, después de seis años, la creación de la ACR Bosques de Shunté y Mishollo. Esta nueva zona de protección y de uso directo abarca 191 405.53 hectáreas y con su declaración se espera proteger los ecosistemas de yungas peruanas (un 87,5 % del área), páramos (12,39 %) y, en una cantidad menor, los bosques húmedos del Ucayali  (0,11 %), además de garantizar el agua que abastece a la parte sur de la región.

La creación de Boshumi, como se conoce también a la nueva ACR, una forma sencilla de abreviar el nombre que ha calado en los pobladores de la zona, fue impulsada por la Autoridad Regional Ambiental (ARA) de San Martín y respaldada por los consejeros regionales, alcaldes provinciales y distritales, profesores de colegios, agricultores y estudiantes que entendieron la importancia de armonizar el desarrollo económico con la conservación de la biodiversidad.

Las yungas peruanas es un tipo de ecosistema que se caracteriza porque sus bosques producen neblinas que son responsables de dos tercios de las precipitaciones de la zona. Foto: Otto Alegre/SPDA.

El alcalde de Shunté,  Néstor Quiroz, cuenta que no fue sencillo al inicio convencer a la población. La principal resistencia estaba asociada a la negativa de parar la ampliación de sus tierras de cultivo. Giancarla Flores, bióloga de la organización Naturaleza y Cultura Internacional (NCI), lo recuerda muy bien. Para la experta de NCI ha sido complicado que los productores entiendan “que la conservación puede ser rentable” y que es mejor “tener un bosque de pie que miles de hectáreas en cenizas”.

Si bien las quemas para la agricultura, que en el pasado ayudaban a ganar terreno para el cultivo ilegal de hoja de coca, se han reducido considerablemente, no se puede decir que ya no se registran en el área. Aún se utilizan para despejar los terrenos en los que se siembra cacao, café y palma.  “Gran parte de la población ha migrado de la sierra de La Libertad y las costumbres de cultivo se han adaptado a esta zona de selva alta”, explica así este problema el alcalde de Shunté, Néstor Quiroz, a Mongabay Latam.

El mejor camino que han encontrado para combatir esta amenaza ha sido la educación y los niños se han convertido en el mejor puente para llegar a los padres. Los pequeños reciben el mensaje en la escuela y lo llevan a sus casas.

Este es el nuevo ingreso para la próxima ACR Boshumi, por donde pasa la carretera aún en construcción Metal- Marcos. El Proyecto Especial Huallaga Central y Bajo Mayo ha construido un puesto de vigilancia en esta entrada para inspeccionar mejor cualquier incidente. Foto: Otto Alegre/SPDA.

“Ahora llevo a mis papás a recoger la basura que vemos en las orillas del río Tocache porque ya saben que si la basura llega a las aguas, nos enfermaremos”, dice Yamber Aguirre, de 10 años. En Tambo de Paja, la comunidad de Shunté donde ha nacido, las brigadas de recolección de inservibles no tuvieron buena aceptación al inicio. “Yo no mando a la escuela a mi hijo para que recoja basura”, le dijeron a la profesora Marilú Campos, chiclayana que enseña en la localidad desde hace tres años. “Pero si en la escuela no aprendían, ¿dónde iban a hacerlo?”, dice la docente.

Marilú, que no había tenido ni una planta en su casa de Chiclayo, creyó haber llegado al paraíso cuando pisó Shunté por primera vez. “Todo lo que había leído en textos de biología, de naturaleza y cultura, aquí estaban vivos”, dice entusiasmada. Las icónicas montañas verdes luego de la lluvia, los gallitos de las rocas que trinaban cerca a la escuela, “no había más que abrir la ventana para observar todo esto”, dice la profesora. Sin embargo, sentía que el peso de la cotidianidad había golpeado a los que vivían ahí hace años. “La caza, la quema para chacras, ese era el lenguaje común. Yo me sentí responsable de generar un cambio”, cuenta.

Por eso cuando se encontró con el equipo de trabajo de la próxima ACR Boshumi, no tardó en sumarse al proyecto de educación. El plan era crear a los próximos guardianes del área y, al acercarlos al bosque, cambiar la mentalidad de los más grandes. “Si no hacemos ese trabajo hoy, solo nos quedará de aquí a diez o quince años contarles las grandezas de este bosque a nuestros hijos, un bosque ya extinto”, añade la docente.

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Los habitantes de los bosques

La penúltima vez que Ermías Medina vio a un oso de anteojos en la cuenca del Shunté fue cuando viajó a pie desde la comunidad de Metal en Tocache, San Martín, hasta Tayabamba, en la sierra de La Libertad, donde nació. No recuerda muy bien cómo lo vio, pero sí que ya han pasado más de 20 años de eso. Tuvieron que pasar dos décadas para que Ermias vea a otro, esta vez subido en la rama de un árbol comiendo bromelias. 

Mientras el oso disfrutaba de su banquete, los integrantes del comité técnico para la creación de la ACR pasaban sigilosamente  para no incomodar a uno de los huéspedes predilectos de Boshumi. En esta expedición realizada en el 2016, se toparon con una gran variedad de especies de flora y fauna, además de cataratas con un inmenso potencial turístico. “Con esta agua dulce nos refrescábamos a mitad de camino”, dice Ermías mientras sumerge sus manos en la catarata Zancudo.

Las más de 191 000 hectáreas de la propuesta de ACR están divididas en dos cuencas: Shunté y Mishollo, y en cinco distritos: Uchiza, Shunté y Pólvora, en la provincia de Tocache; y Campanilla y Huicungo, en la provincia de Mariscal Cáceres. La bióloga Giancarla Flores comenta que las yungas peruanas, características de los Andes tropicales, son un hotspot importante porque atraen un alto índice de endemismo y biodiversidad. Esos bosques de neblina son responsables de dos tercios de las precipitaciones de la zona y el ecosistema de páramos protege las cabeceras de cuenca de los ríos, que a su vez abastecen de agua a la cuenca alta del Huallaga, es decir, a más de 69 000 personas.

Los alumnos de la profesora Marilú, del colegio de Tambo de Paja, han aprendido a sembrar plantas y comprometerse con el cuidado de su ecosistema. Foto: Otto Alegre/SPDA.

Flores confirma que más de 1500 especies entre flora y fauna fueron identificadas por los investigadores del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), durante el trabajo de recolección de datos para el expediente técnico. “Recién se ha explorado un 10 % de esta área y el IIAP estima que se podrían encontrar especies nuevas por ser una zona prístina”, agrega.

La buena noticia es que tres especies que figuran en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) estarán a salvo: el mono choro cola amarilla (Lagothrix flavicauda) que se encuentra En Peligro Crítico, el jaguar (Panthera onca) que figura como Casi Amenazado y el oso de anteojos (Tremarctos ornatus) en estado Vulnerable.

También tendrán un hogar seguro 200 especies de aves, tres de ellas endémicas: la tangara de vientre negro (Ramphocelus melanogaster), el tororoi rojizo (Grallaria przewalskii) y la moscareta peruana (Zimmerius viridiflavus). Además de once especies amenazadas, como la perdiz de cabeza negra, el tucán de garganta amarilla y el cóndor andino que habita los páramos, una zona colindante con La Libertad.

“Ahora llevo a mis papás a recoger la basura que vemos en las orillas del río Tocache porque ya saben que si la basura llega a las aguas, nos enfermaremos”, dice Yamber Aguirre, de 10 años.

La diversidad de flora presente en la nueva área ha sorprendido a los científicos. Hasta el momento han confirmado que de las 105 especies de palmeras que se conocen en el Perú, el 43 % de ellas están presentes en Boshumi. El IIAP también ha detectado plantas endémicas como la parahancornia peruviana, la Peperomia exilamenta y la Puberulipes, además de la Saurauia solitaria.

Aunque esta área no sea en su totalidad intangible, la creación de Boshumi y su cercanía a la parte sur del Parque Nacional Río Abiseo permitirá desde ahora la conservación de un corredor biológico. “Al asociarla con el parque se va a garantizar que haya transitabilidad de las especies entre ambas áreas protegidas”, dice el jefe de Río Abiseo, Victor Hugo Macedo.

“La región San Martín tiene como meta destinar más del 60 % de su territorio para el cuidado de sus bosques y recursos hídricos, y el resto para la producción”, indica Segundo Sánchez, el actual consejero regional. “Ya que no tenemos canon minero, la fortaleza de la región está en su gente, en sus actividades productivas y en sus recursos naturales. Si no articulamos un desarrollo humano que respete el área donde vivimos, no estamos haciendo un trabajo serio”, explica Sánchez.

El oso de anteojos es típico de América del Sur, pero la merma de su hábitat ha reducido su cantidad de ejemplares. Foto: Naturaleza y Cultura Internacional.

Pero para defender esta biodiversidad es necesario enfrentar las amenazas. Aunque el narcotráfico se ha reducido significativamente, el problema que perciben ahora es la carretera Metal-Marcos, que unirá Tocache con Tayabamba, que para los pobladores significa que más depredadores estarán al acecho.

“Nos tenemos que proteger de los madereros ilegales y los traficantes de tierras”, dice Ermías, quien ahora se siente más tranquilo con la creación de la ACR, porque les brinda más argumentos legales para detener a los invasores.

Otro de los peligros latentes son las concesiones mineras presentes en el área.  “Hemos llegado a acuerdos con ambas empresas (mineras Poderosa y Fénix Fénix) para tener el ACR sobre sus territorios concesionados. Ninguno de ellos ha comenzado ni siquiera un proceso de exploración y cuando lo quiera hacer, deberá cumplir con los parámetros del área de conservación”, dice Greys Bardales, directora de Gestión Estratégica Ambiental de la Autoridad Regional Ambiental de San Martín.

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Una versión ampliada de este reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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