(Mongabay Latam / Ramiro Escobar).- “La niña estaba mal, con neumonía y no había aparatos para nebulizar”, cuenta un nativo —que prefiere no dar su nombre— y que vive en la Reserva Territorial Nahua Nanti Kugapakori y Otros (RTKNN), sobre un incidente ocurrido hacia mediados de septiembre pasado en Santa Rosa de Serjali, una comunidad de la etnia Nahua ubicada al interior de dicha reserva. La pequeña tenía solo cuatro meses y su cuadro era grave.

La llevaron a Sepahua, una misión fundada el 18 de septiembre de 1948 por los frailes dominicos, donde hay mejor atención médica. Pero no mejoró y tuvo que ser trasladada a Atalaya, capital de la provincia del mismo nombre, donde, tras inútiles esfuerzos por salvarle la vida, falleció. “El problema —agrega nuestro informante— es que en Serjali hay una posta, pero no atención permanente. Vienen se quedan un tiempo y se van”.

Jader Flores, otro nahua que vive en este lugar, confirma estas preocupantes versiones. “Hay mucha gente enferma —cuenta— de anemia, de tuberculosis, de diabetes, no hay medicinas y el enfermero no está siempre allí”. Tan grave es la situación que,  fines de noviembre pasado, en la misma Atalaya, hubo una reunión entre miembros del pueblo Nahua, investigadores de los Pueblos en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI) y representantes del Ministerio de cultura (MINCUL).

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El vil metal

Fue convocada por los propios indígenas de Serjali y por organizaciones como la Coordinadora de Pueblos Indígenas de Atalaya (CORPIAA), base de la Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP). El problema central: la situación de salud de los indígenas de Serjali y especialmente la peligrosa presencia de mercurio en decenas de ellos, sin que se sepa hasta ahora el origen.

El drama, del que no se habla mucho en la prensa y en el debate público en general, tiene ya varios meses (años en realidad). Entre noviembre del 2014 y octubre del 2015, el Centro de Salud Ocupacional y Ambiental (CENSOPAS), por encargo del Ministerio de Salud (MINSA), recogió muestras de orina entre los nahuas de esta comunidad hasta en cuatro oportunidades. En todas estas ocasiones, se encontraron fuertes concentraciones de este metal pesado, especialmente en niños menores de 12 años.

El informe Análisis de Situación de Salud del pueblo Nahua de Santa Rosa de Serjali en la RTKNN’, emitido por este ministerio en el 2017, precisa que esto se hizo evidente en el 78 % de las muestras, un signo literalmente alarmante de lo que pasa con esta comunidad, que luego de estar en aislamiento voluntario hizo su primer contacto en los años 80 del siglo pasado, con trágicas consecuencias. Hoy,  a pesar del riesgo de un nuevo cuadro de deterioro de sus condiciones sanitarias, debido al mercurio y diversas enfermedades, la reacción del Estado y la sociedad no se ha hecho sentir suficientemente.

Al interior de la Reserva Territorial Kugapakori, Nahua, Nanti y otros se encuentran viviendas temporales como esta, habitadas por indígenas aislados. Crédito: Survival International.

Jader, quien estuvo presente en la reunión de Atalaya, cuenta que lo que quisieron expresar es su enorme preocupación por el mercurio. “No tenemos idea de lo que nos pasa, por eso exigimos a las autoridades que actúen”, dice. Agrega que no les han hecho un estudio del pelo, algo que el mismo documento del MINSA ya recomendaba. Este análisis es el más recomendable, pues el pelo tiene la ventaja de contar con una memoria de largo plazo, tal como lo explica en un artículo reciente el doctor Héctor Solórzano de la Universidad de Guadalajara (México).

Algunas personas atribuyen a la empresa Pluspetrol, operadora del Consorcio Camisea que extrae gas natural en el denominado Lote 88 (ubicado en la RTKNN) desde el 2004, la presencia del mercurio. Pero en enero de este año, la compañía informó que “descarta cualquier posibilidad de que las explotaciones de gas puedan generar contaminación por mercurio, ni en la población ni en el medio ambiente”. La razón que se esgrime es que en ninguno de los procesos productivos que se ponen en marcha se utiliza este metal, “ni se generan emisiones del mismo”. Se añade que hay un constante monitoreo y que los organismos del Estado fiscalizan las actividades que se desarrollan en el campo. Buscamos la versión actual de Pluspetrol pero no pudimos acceder a ella hasta el cierre de esta publicación.

Un informe de la ONG ecuatoriana Acción Ecológica, escrito por la investigadora Elizabeth Bravo en el 2007, sostiene que los cortes de perforación con fines de extracción de hidrocarburos pueden movilizar cadmio, plomo y también mercurio. La manera de saber si esa es la fuente de contaminación, o no, es precisamente hacer un estudio a fondo, in situ y que incluya la toma de muestras de pelo del pueblo nahua.

un proceso de contacto inicial que tuvo fatales consecuencias. Aún hoy es vulnerable. Crédito: Johan Wildhage/Survival.

El metal, que no se sabe si es orgánico o inorgánico, sigue allí. Si fuera orgánico (metilmercurio) es más peligroso porque, como lo informamos en un reportaje publicado por Mongabay Latam, penetra más fácilmente en el cuerpo. Podría estar en los peces, donde ya se habría producido una ‘bioamplificación’, como consecuencia de que un pez grande se comió a uno chico contaminado y por ello aumentó el riesgo.

Tener  mercurio en el cuerpo es altamente peligroso. Puede originar desde diarreas y dermatitis hasta “varios tipos de cáncer y alteraciones al feto”, de acuerdo al Dr. Carlos Manrique, quien trabaja en Puerto Maldonado y ha visto varios de estos casos de contaminación. A eso se está enfrentando el pueblo nahua de Serjali.

Sin embargo, a decir de Beatriz Huertas, antropóloga especializada en PIACI y que años atrás trabajó en el Ministerio de Cultura (MINCUL), “pareciera que no se entiende que es una situación de emergencia”.

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Antigua tragedia

El tiempo pasa, los cuadros de salud se agravan y esta exploración todavía no se hace. Ya en abril del 2016, el MINSA declaró en emergencia sanitaria a la comunidad de Serjali, tras el demoledor informe. Según quienes estuvieron presentes, se llevó agua, medicamentos, personal de salud. Pero la situación no ha mejorado sustantivamente, comenzando porque, como apunta Jader, “la posta a veces está vacía”.

El propio MINCUL, a través de su Viceministerio de Interculturalidad, conformó al mes siguiente (mayo del 2016) un Grupo de Trabajo “para proteger a la población nahua de Ucayali”, en el que se integraron representantes de los ministerios de Salud, Ambiente, el Organismo Nacional de Sanidad Pesquera (SANIPES), la Dirección General de Salud Ambiental (DIGESA) y el Gobierno Regional de Ucayali (departamento donde se encuentra parte de la RTKNN).

Estaba previsto para que dure seis meses, pero a la fecha sigue funcionando. Porque aún no hay una respuesta sobre el origen del mercurio tan instalado en el cuerpo los nahua.  Además, en la modesta posta que hay en Serjali no solo falta atención. Faltan también equipos e infraestructura; por si  esas ausencias no bastaran, hay escasas atenciones preventivas (solo 9,6 % de las que se deberían haber realizado entre el 2011 y el 2014), siempre de acuerdo al informe del MINSA.


En medio de la selva peruana, habitan al menos 12 etnias de indígenas en aislamiento voluntario o contacto inicial. Prefieren el no contacto y la autodeterminación. Crédito: INDEPA.

Los Nahua, por añadidura, son vulnerables por razones históricas dolorosas. Forman parte de las 51 etnias que viven en la selva peruana, agrupadas a su vez en 17 familias linguísticas. Como los Machiguenga, tienen una parte de su población en aislamiento y otra en “contacto inicial”, como ocurre con los habitantes de Serjali, a pesar de que tienen viviendo agrupados allí cerca de 40 años, luego de vivir dispersos por siglos.

Actualmente, son aproximadamente 400 los miembros de este pueblo asentados en esta comunidad, que incluían a la pequeña con la que comenzamos esta historia, y que ahora tristemente ya no está. Según el mencionado informe del MINSA, el primer encuentro “estable” de los Nahua con otros pueblos o personas se produjo en 1984, cuando cuatro de ellos se encontraron con un grupo de madereros.

“Eso —dice el documento— dio lugar al contagio de infecciones respiratorias que causaron la muerte de casi la mitad de la población durante el primer año de contacto”. Los fallecidos habrían sido 114, sobre una población de 240 personas. Los testimonios de la época hablan de la expansión del ‘raopae’, un término nahua que alude a “una enfermedad grande que causa muerte”.


El Estado y la sociedad no han logrado aún establecer políticas eficaces para proteger la vida de estos pueblos. La tarea está pendiente. Crédito FENAMAD.

Se trataba de algo que producía una fiebre y una “tos atroz”, que ellos nunca habían conocido. La tragedia, como en otros varios lugares, era esperable, porque, debido a su condición de aislamiento, estos indígenas no cuentan con un sistema inmune capaz de resistir enfermedades que un habitante urbano, o hasta rural, supera en unos pocos días. En más de una ocasión, un resfrío común puede causar una tragedia masiva.

Esa baja resistencia incide aún hoy en las enfermedades respiratorias agudas y fue, quizás, lo que se llevó la vida de la infante. También preocupa que haya una muy alta tasa de tuberculosis en Serjali. Nuestro informante sostiene que “90 a 100 por ciento de la gente tiene TBC”, un dato que suena exagerado, pero que da cuenta de lo precario de la salud de esta población, donde el 61,2 % de los niños menores de 5 años sufre de desnutrición crónica. Entre los Nanti, otra etnia de la RTKNN, esa cifra sube a 67.3 %, como señala el informe del MINSA.

El mismo documento del Minsa sostiene que la principal causa de muerte entre 1984 y el 2014 habría sido alguna enfermedad infecciosa o parasitaria. Pero ese no es el único problema. La prevalencia de la anemia, de acuerdo a este estudio, es de 76,7 % en el conjunto de la población, con menos incidencia en los niños, aunque eso no hace menos dramático el cuadro. La medición que se hace entre los años 1997 y 2014 revela que, en ese lapso, el 75 % de las muertes se produjeron antes de los 31 años. Un 25 %, a su vez, antes de los cinco meses de edad, todo lo cual sugiere que en Serjali la gente se va prematuramente.

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Tierra en disputa

La RTKNN se asienta sobre un territorio de 456 762 hectáreas ubicadas en los departamentos de Ucayali, Madre de Dios y Cusco. El Lote 88, donde actualmente opera el Consorcio Camisea, tiene 143 500 hectáreas, está allí dentro porque se estableció en los años 80, antes de que creara la reserva, el 14 de febrero de 1990. La compañía tiene derechos preestablecidos, pero los Nahua y otros pueblos tienen derecho a la protección y la autodeterminación, algo difícil de entender en este tiempo.

La historia de esta zona es, por lo demás, tormentosa. En septiembre del 2013, por ejemplo, se suscitó un incidente. Plus Petrol solicitó al gobierno peruano, entonces presidido por Ollanta Humala, la ampliación de sus actividades en este lote, cuyas reservas se estiman en 8.8 trillones de pies cúbicos de gas. Un mes antes, los nahua enviaron una carta al Ministerio de Cultura oponiéndose a dicha ampliación porque “afectaba su territorio ancestral”. El recuerdo de los trágicos primeros contactos pesaba.

El Lote 88 está cerca de la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Manu (la RTKN es adyacente), fundado el 29 de mayo de 1973 y reconocido por la UNESCO como Reserva Mundial de Biósfera. Por allí se encuentran, asimismo, tres áreas protegidas más: el Santuario Nacional de Megantoni, el Parque Nacional Otishi y la Reserva Comunal Machiguenga. El Smithsonian Institute estima que en esa región hay 600 especies de invertebrados, 800 de aves, 120 de peces, 86 de reptiles, 69 de mamíferos y 300 de murciélagos, roedores y mamíferos pequeños. Una riquísima biodiversidad que podría estar en peligro.

Ante tal panorama, el entonces viceministro de Interculturalidad, Paulo Vilca, encargó en el mismo 2013 un informe técnico que, luego del trabajo de campo, arrojó 82 observaciones al Estudio de Impacto Ambiental de la compañía. Entre ellas, una señalaba que las actividades afectarían “la salud y el modo de vida de poblaciones altamente vulnerables”, es decir de los PIACI. El documento se colgó el 15 de julio de ese año en el portal del MINCUL y a las pocas horas desapareció del sistema informático. Pocos días después, apareció otra resolución que sostenía que tal informe no era válido.

Vilca renunció al cargo el 22 de ese mes y luego las observaciones bajaron a 13, mientras la vocería sobre el tema la asumió Juan Jiménez, que en ese momento era el Presidente del Consejo de Ministros. 

Un año antes, en el 2012, apareció otra sombra sobre esta reserva. Dos medios de comunicación peruanos, Gestión y La República, informaron que el gobierno de Humala le entregaría a Plus Petrol el Lote Fitzcarrald que cubriría una parte de la RTKNN y una parte del Parque Nacional del Manu. Ante un requerimiento de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), Perupetro, la empresa estatal encargada de negociar, suscribir y supervisar contratos de exploración y explotación de hidrocarburos, informó que la ubicación exacta de dicho lote “estaba en elaboración”.

El tema se quedó congelado allí, hasta ahora. Pero tanto este asunto como el de Camisea revelan cómo esta reserva, y los pueblos que viven en ella, son vulnerables. Por si no bastara, el artículo 5 de la Ley 28736 (‘Ley de protección para la protección de los pueblos en aislamiento y en situación de contacto inicial’), abre la puerta a estas posibilidades, cuando establece la posibilidad de aprovechar recursos existentes (gas o petróleo, verbigracia) en las reservas indígenas “por necesidad pública”.

Al respecto, Juan Carlos Ruiz Molleda del Instituto de Defensa Legal (IDL) señala que ese artículo podría entrar en colisión con derechos establecidos en la Constitución Política del Perú, especialmente con el derecho a la vida. “Existe el derecho a la propiedad —explica—, pero no puede prevalecer sobre otro si el riesgo es que una población, en este caso los Nahua, se extinga. Un punto en el PBI por la explotación del gas no lo justifica”.

Una versión ampliada de este reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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