(Mongabay Latam / Yvette Sierra Praeli). Hace 33 años empezó su historia en el Parque Nacional del Manu. Luis Wilfredo Huanca Quisverde ingresó como guardaparque de esta zona reservada de la Amazonía peruana a los 23 años, cuando apenas había salido del servicio militar. En esa época, dice, era un requisito ser licenciado del Ejército para postular a ese puesto, pues los enfrentamientos con madereros y cazadores ilegales eran constantes.
Ahora, es un experto recorriendo el Manu. Conoce todos sus pisos ecológicos, ha visto a muchos de sus animales, se ha enfrentado con la ilegalidad, ha convencido a decenas de personas sobre la importancia de cuidar la biodiversidad y hasta se ha encontrado, frente a frente, con un oso andino.
El Parque Nacional del Manu fue creado en mayo de 1973 sobre una extensión de 1 716 295 hectáreas que se extienden sobre las provincias de Paucartambo, en Cusco y Manu, en Madre de Dios. Abarca diversos pisos ecológicos, desde el llano amazónico, hasta la puna, por encima de los 4000 metros de altura. El Manu resguarda una de las más importantes zonas de biodiversidad del planeta donde, además, viven comunidades nativas y pueblos indígenas en aislamiento voluntario.
Su experiencia le ha valido ser reconocido con el Premio Carlos Ponce del Prado en la categoría Guardaparque Ilustre. Un premio que se une a otros tres galardones que ha recibido a lo largo de su carrera. Para él, los reconocimientos significan un compromiso para seguir en su camino de trabajar por la conservación de la naturaleza, pero también, es un honor que dedica a todos sus compañeros de trabajo, los guardaparques del Perú.
En esta entrevista con Mongabay Latam habla de sus inicios como guardián del Manu, de su convivencia con la naturaleza, de su familia y de su compromiso con la conservación de la biodiversidad.
¿Cómo llega a ser guardaparque del Parque Nacional del Manu?
Yo soy de Yaurisque, un pueblo en la provincia de Paruro, departamento del Cusco. Ahí estudié primaria, pero no había secundaria en mi pueblo, por eso me fui a la ciudad de Cusco y cuando terminé el colegio me presenté al Ejército. Al salir del servicio militar se presentó una convocatoria para guardaparque en el Manu y un requisito era ser licenciado de las Fuerzas Armadas. Así empecé mi carrera y me quedé hasta ahora.
¿Por qué era requisito tener preparación militar?
El primer requisito era ser licenciado del Ejército peruano porque había conflictos con cazadores y con madereros. Entonces, necesitaban personas que pudiesen defender el parque y un militar licenciado tenía más carácter y era más fuerte para enfrentarse con ellos, que estaban armados. En el parque también teníamos armas y para los licenciados del Ejército era más sencillo manejarlas.
¿Ahora siguen usando armas?
Ahora ya no. Nosotros mismos pensamos, “si hay una ley que prohíbe el uso de armas en áreas naturales protegidas, tenemos que respetar esa ley”, y dejamos de usarlas.
¿Los enfrentamientos con los madereros eran constantes?
Claro, incluso había un aserradero cerca de la reserva hasta donde se llevaban la madera. Por eso, quienes los enfrentasen, tenían que ser personas de carácter fuerte.
¿Y cómo eran las cosas con los cazadores?
Había personas que lucraban con los animales silvestres. Hacían negocio con las pieles de los lagartos, de los jaguares, de los venados. Con el guacamayo, por ejemplo, hacían negocios ilegales. También estaban los vecinos del parque, es decir, los pueblos establecidos en los alrededores, que cazaban a los animales para consumo. En la zona Altoandina, los venados, los osos y los tapires eran muy cotizados; y en la selva baja, animales silvestres como el sajino y la huangana eran muy buscados. Cuando encontrábamos a los cazadores, nos decían que desconocían que se trataba de una zona reservada. En esa época los límites no estaban marcados.
¿Y ahora ya están marcados?
En algunas zonas se han colocado hitos. Los madereros, por ejemplo, conocen las áreas marcadas y no tienen pretextos para ingresar.
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Guardaparque todo terreno
¿Qué cambios se han dado en todos estos años?
Es muy diferente. Antes nos insultaban y amenazaban, nos decían que éramos muy pegados a la letra porque nosotros estábamos detrás de ellos para que tomen consciencia. Ahora, la gente ya sabe que está haciendo un daño, comprenden lo que está sucediendo en la naturaleza.
Dentro del Parque Nacional del Manu hay comunidades nativas. ¿Cómo es la relación con ellas?
Con las comunidades nativas hay otro trato. Pueden utilizar el espacio, pero aplicando las enseñanzas de sus ancestros. Para cazar usan flechas y no armas de fuego.
¿Qué es lo que más le gusta del Manu?
El Manu es muy bonito y tiene varios pisos ecológicos. Por ejemplo la zona Andina, la ceja de selva, la selva. Cada piso es muy interesante y diferente. En la parte alta hay especies como los alisos, mientras que en las áreas más bajas están los árboles de cedro y caoba. En cada zona hay una forma distinta de manejar el bosque.
¿Como guardaparque, usted tiene alguna especialidad?
El guardaparque es múltiple. Es abogado, es enfermero, es chofer, es guía. A todo eso nos dedicamos. En la selva baja hay que trabajar de una determinada forma, en la zona Altoandina de otra. No es igual y nosotros como guardaparques tenemos que saber de todo.
¿Cuál es su relación con la biodiversidad?
Es muy hermoso trabajar en medio de la naturaleza como decía un compañero de Junín. Él dice que se ha enamorado, pero yo digo que me he casado con la naturaleza. Trabajar de guardaparque tiene una mística y vivir en la selva con la naturaleza es especial.
¿Cómo es el trabajo de los guardaparques?
Debemos visitar permanentemente a las comunidades que viven cerca del parque y explicarles qué pueden hacer y qué no deben hacer dentro del Manu.
¿Qué no deben hacer?
No deben utilizar armamento. Tampoco deben confiar en las personas que llegan y les proponen sacar madera. Les explicamos que ellos llegan para aprovecharse de las comunidades. También les hablamos sobre la importancia de conservar la selva para tener más animales silvestres.
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Un premio dedicado a los guardaparques
¿Cómo ha hecho para combinar su trabajo y estar cerca de su familia?
Al principio era muy difícil porque trabajábamos 30 días seguidos con cuatro de descanso. Entonces teníamos que permanecer por lo menos 90 días en el Manu para tener 12 días libres y poder viajar hasta el Cusco y ver a mi familia. Ahora son 22 días de trabajo y ocho libres, por eso, trabajamos 44 días y descansamos 16. Sin embargo, desde hace tres años estoy más tiempo en la sede del Manu, en Cusco. Pero sigo viajando porque debo entrar cada mes para verificar la logística del transporte acuático y también cuando hay expediciones. En realidad, viajo permanentemente. Mi familia siempre entendió que debo viajar por el trabajo.
Cuando recibió el premio Carlos Ponce dijo estar orgulloso de dejar este legado a sus hijos.
Como padre, lo que he aprendido siempre lo comparto con ellos. Saben que me he dedicado a que las personas entiendan qué significa la biodiversidad. Incluso varias veces los llevé a mi trabajo y ahora estoy orgulloso de lo que he vivido con ellos y lo que les enseñé.
¿Alguno de ellos está siguiendo sus pasos?
No, ninguno. Una de mis hijas quería ser bióloga, pero finalmente estudió otra carrera.
¿Cuántos premios ha recibido?
El primero fue un reconocimiento del Inrena (Instituto Nacional de Recursos Naturales) como mejor guardaparque. Otro ha sido un premio de la Municipalidad Provincial del Manu y un tercero fue la elección por parte de mis compañeros como el mejor guardaparque del Manu. Este es el cuarto.
¿Qué recomendaría a los jóvenes que quieren ser guardaparques?
Les diría que tengan firmeza, porque es muy sacrificado vivir con la naturaleza.
¿Y qué mensaje nos daría a quienes no vivimos en una zona reservada?
Que apoyen a los guardaparques y que sean conscientes de que esos lugares, como el Manu, son para todos, son los pulmones del mundo. Quizá, algún día, sus hijos puedan llegar ahí para investigar.
Una versión ampliada de este reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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