(Mongabay Latam / Guillermo Reaño). La casa de Sontone, Héctor Suëyö Irangua, es de madera y hojas de palma y se levanta a duras penas en una lejana orilla del río Eori, el río Madre de Dios actual, el cauce fluvial más importante del departamento que alguna vez fue considerado la capital de la biodiversidad del Perú.
Sontone, un anciano harakbut que hasta los veinte años vivió en total aislamiento del mundo occidental, quizás tenga ochenta años de edad, o tal vez noventa, él no lo sabe con certeza. Lo que sí recuerda con precisión es que hace sesenta años, liderando a un grupo de jóvenes de su clan, abandonó pacíficamente el bosque para vivir en la misión de los sacerdotes dominicos de San Miguel de Shintuya, en la provincia del Manu.
Su clan, uno de los muchos que conformaban el pueblo arakmbut (harakbut en la nueva denominación), tuvo que dispersarse para huir de la violencia y el genocidio que se intensificó desde el ingreso de los caucheros a sus territorios ancestrales, durante las primeras décadas del siglo pasado.
Sontone sonríe. En su chabola de Boca Inambari pasa los días elaborando arcos y flechas ceremoniales que los dirigentes de su comunidad utilizan para transmitir el conocimiento del pueblo harakbut a los niños y jóvenes.
“Los harakbut confiamos en la sabiduría de nuestros mayores, son los ancianos, muchos de ellos nacidos en libertad, fuera del contacto con el Perú oficial, los que nos han referido la historia y el sufrimiento de nuestro pueblo”, comenta Yesica Patiachi, maestra bilingüe de Puerto Luz, en la cuenca del río Karene, una de las ocho comunidades nativas harakbut encargadas de coadministrar con el Estado peruano la Reserva Comunal Amarakaeri.
En enero pasado, durante el encuentro que tuvieron los pueblos indígenas con el papa Francisco en Puerto Maldonado, Patiachi fue la encargada de hablar en nombre de las comunidades amazónicas.
Su voz clara resonó en el auditorio colmado de nativos: “Francisco, dijo ese día, los nativos de la Amazonía peruana somos los supervivientes de muchas crueldades e injusticias. Nuestros hermanos indígenas sufren por las explotaciones de nuestros recursos naturales”. Y añadió: “Los cortadores de árboles, los buscadores de oro, los que abren trochas para construir caminos de cemento envenenan nuestros ríos para convertirlos en aguas negras de la muerte”.
Pero una nueva esperanza se presenta para los harakbut. Ellos están convencidos hoy de que con la implementación del mecanismo Redd Indígena Amazónico, sus comunidades podrán ser al fin compensadas por cuidar la biodiversidad y el territorio ancestral en el que viven.
Mongabay Latam viajó hasta la Reserva Comunal Amarakaeri para conocer este modelo de gestión que implementan las organizaciones indígenas harakbut, yine y machiguenga en el área protegida que tienen bajo su administración.
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Cuerpos pintados en el bosque
El río Eori es el río Madre de Dios de la actualidad. El Karene es el Colorado. Los harakbut contemporáneos se distribuyen a lo largo de un vasto territorio que se extiende entre el río Inambari y el Madre de Dios. Según datos del Ministerio de Cultura, su población actual bordea los 5928 individuos.
Es el segundo grupo indígena más numeroso de un departamento que a pesar de estar habitado por diez pueblos indígenas amazónicos, tiene como lenguas originarias más habladas, paradójicamente, al aymara y al quechua, los idiomas que trajeron los migrantes que llegaron atraídos por el boom de la extracción de los recursos naturales.
Un harakbut, el sociólogo Héctor Sueyo, hijo primogénito de Sontone, es el responsable de las políticas que el Ministerio de Cultura desarrolla en el departamento de Madre de Dios. Para el exjefe de las reservas comunales Amarakaeri y El Sira, en la selva central, “en las 402 000 hectáreas de extensión de la Reserva Comunal Amarakaeri, los harakbut nos hemos propuesto rescatar nuestra cultura y gestionar el territorio que nos dejaron nuestros antepasados y que hemos recuperado para nuestros hijos”.
Las Reservas Comunales se han convertido, por el carácter que tienen, en una de las esperanzas más sentidas del movimiento indígena amazónico del Perú.
La primera en crearse fue la Reserva Comunal Yanesha (1988), luego se establecieron las reservas comunales de El Sira, Amarakaeri, Asháninka, Machiguenga, Purús y en los últimos años las reservas de Tuntanain (Amazonas), Chayu Nain (Amazonas), Airopai (Loreto) y Huimeki (Loreto).
Para que el modelo de desarrollo y conservación funcione en estas áreas bajo supervisión gubernamental, las comunidades indígenas se vieron obligadas a crear una figura técnica conocida como el Ejecutor de Contrato de Administración (ECA). Los harakbut, para simplificar las cosas, se refieren hoy a este como el ECA.
En el caso de la Reserva Comunal Amarakaeri, diez comunidades —ocho de ellas harakbut, una yine y otra machiguenga— conforman el ECA Amarakaeri. Este les permite, con la venia del Estado, coadministrar con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) más de 402 000 hectáreas bajo protección.
“Se trata de un esquema novedoso y alentador. Los fondos para conservación que llegan a las áreas protegidas categorizadas como reservas comunales van a ser utilizados respondiendo a los objetivos de los planes maestros de cada área y, sobre todo, en estricto respeto de los Planes de Vida que las comunidades construyeron desde sus bases”, explica el antropólogo Esteban Morales, asesor técnico de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Amazonía Peruana (AIDESEP).
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Red Indígena Amazónica en Amarakaeri
La historia del mecanismo Redd Indígena Amazónico es compleja y se remonta a las primeras reuniones de los países adherentes a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), los que, advertidos de los graves problemas ambientales en ciernes, pusieron en marcha el llamado mecanismo de compensación por la Reducción de las Emisiones de la Deforestación y Degradación (REDD). Es decir, retribuir económicamente a aquellos proyectos que cuidan los bosques y que evitan que los gases de efecto invernadero sean liberados a la atmósfera.
Esta iniciativa, recibida en un primer momento con interés por las organizaciones de los pueblos indígenas, no logró alcanzar los objetivos propuestos debiendo ser modificada por sus propios auspiciadores. Surgió entonces el mecanismo REDD+ y posteriormente la iniciativa Redd+ Indígena Amazónico.
“En las llamadas Conferencias de las Partes (COP) de Lima, París, Marruecos y últimamente en Bonn, Alemania —comentan Luis Tayori y Jaime Corisepa, dirigentes harakbut de la ECA Amarakaeri— se ha ido entendiendo por fin que los pueblos indígenas pueden asumir la conservación de sus territorios sin necesidad de apelar a los modelos tradicionales”. Para ellos, el modelo de gestión que se está implementando en la Reserva Comunal Amarakaeri es la confirmación de aquello.
Gracias a la insistencia de organismos internacionales como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) se ha puesto en marcha el modelo Redd+ Indígena Amazónico, un esquema que incorpora los territorios y el saber tradicional de los pueblos indígenas a las iniciativas nacionales REDD.
Las diez comunidades indígenas que conforman el ECA Amarakeri han empezado a ejecutar el primer proyecto RIA que se ejecuta en el Perú . “Para la comunidad internacional, un proyecto piloto, para nosotros y nuestros aliados del SERNANP una realidad que está empezando a dar frutos gracias a los fondos que hemos logrado conseguir”, agrega Tayori.
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Biodiversidad protegida
La Reserva Comunal Amarakaeri es un área natural protegida con una biodiversidad sorprendente. Debido a su ubicación geográfica —la reserva se encuentra entre los 300 y 2700 metros sobre el nivel del mar— posee una alta diversidad de flora y fauna típica de selva alta, uno de los ecosistemas más ricos del planeta. En el Plan Maestro de la Reserva Comunal Amarakaeri, aprobado por el SERNANP, se menciona que en el interior de la reserva se han registrado 54 especies de mamíferos grandes, 469 especies de aves, 58 especies de reptiles, 95 especies de anfibios y 865 especies de insectos.
“Es un espacio inalterado, en muy buen estado de conservación donde abundan las aves y los animales propios del bosque nuboso”, nos había mencionado Héctor Sueyo. Para comprobarlo buscamos a Asvín Flórez, funcionario del Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado (SERNANP) y jefe de la Reserva Comunal Amarakaeri. Para Flórez la reserva comunal es una gran fuente de agua dulce en esa parte de la cuenca amazónica.
Todas las aguas que corren por sus manantiales y riadas van a parar al río Madre de Dios, nos refirió, el gran caudal hídrico del departamento de Madre de Dios y de la Cuenca Amazónica Boliviana. La ciudad de Puerto Maldonado y las demás dependen de los servicios hídricos que produce la reserva comunal.
Flórez es un convencido de los beneficios y posibilidades de la implementación del Redd+ Indígena Amazónico en Amarakaeri. “El 98,2 % del área protegida está siendo conservada de manera eficiente gracias al trabajo coordinado entre el ECA y el SERNANP”. El esquema funciona, acota, la vigilancia comunal se ha intensificado y la presencia del Estado y la sociedad —para este caso, las comunidades indígenas— impiden la incursión de los madereros ilegales y otros invasores.
“Queremos demostrar, en Amarakaeri, continua Corisepa, que el bosque tiene un valor inmenso y que bien utilizado puede permitir el desarrollo de las comunidades locales”.
Para el conocido dirigente harakbut, los fondos que ha empezado a captar el ECA Amarakaeri, por evitar la deforestación en el territorio que administran, están siendo utilizados por las comunidades en el fortalecimiento de iniciativas económicas. La idea es que vayan reemplazando las actividades que algunas de las comunidades se vieron obligadas a realizar antes del establecimiento de la reserva comunal, una de ellas la minería aurífera.
Cuatro comunidades harakbut (Masinawa, Boca Isiriwe, Puerto Azul y Diamante) se están dedicando, gracias a la nueva gestión, a la cosecha y producción de castañas, un producto amigable con el bosque e históricamente vinculado a la economía de la población de Madre de Dios.
En las demás comunidades de la reserva, la crianza de peces en piscigranjas y los proyectos en artesanía, agroforestería, turismo étnico y de naturaleza, cultivo de plantas medicinales y otras especies nativas empiezan a hacerse fuertes con los fondos recibidos por evitar la deforestación en una zona donde la explotación maderera, los cultivos exógenos —de plátano principalmente— ganaban adhesiones entre la población local.
En todos los casos, las iniciativas que se han empezado a impulsar fortalecen los Planes de Vida de las comunidades, una herramienta de planificación construida por los pobladores locales basada en la libre determinación y el respeto a los derechos colectivos.
A través de este instrumento que permite la vida plena de los pueblos indígenas y el debido saneamiento de los títulos de propiedad de las comunidades nativas es posible recibir las compensaciones o incentivos que el mecanismo prevé por conservar el bosque y detener la deforestación, comentaron representantes de AIDESEP en las oficinas de Lima.
Debido a lo novedoso de la propuesta, el mecanismo Redd+ Indígena Amazónico propuesto por AIDESEP ha sido incorporado en el 2016 a la Estrategia Nacional de Bosques y Cambio Climático que impulsa el Estado peruano. “Cuarenta millones de hectáreas en territorios indígenas podrían ser manejados en este esquema de los 80 millones que todavía nos quedan”, es el cálculo que nos dio el antropólogo Morales del equipo técnico de AIDESEP.
Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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