(Mongabay Latam / Yvette Sierra Praeli).- A Darwin Loja Saavedra le llaman cariñosamente ‘papatí’, es rehabilitador de mamíferos acuáticos en el Centro de Rescate Amazónico (CREA), un refugio natural en la selva peruana creado para albergar y llevar de regreso a su hábitat natural a manatíes, una especie en situación Vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Darwin conoce perfectamente a cada manatí (Trichechus inunguis) que llega a este centro de rescate ubicado a 30 minutos de Iquitos, la capital de la región amazónica de Loreto. Se encarga de atenderlos, alimentarlos y de velar por su recuperación. También los bautiza con nombres que casi siempre están relacionados con el lugar donde fueron encontrados, como San Regis y Marañón, dos manatíes que nadan en el área de destete, espacio instalado en el centro para que se recuperen mientras aún toman leche.
Los manatíes son especies que lactan hasta los dos años, no deben alimentarse de otra forma durante ese período y tampoco pueden tomar cualquier tipo de leche pues son intolerantes a la lactosa.
El CREA acoge a bebés manatíes que son rescatados de centros de turismo y de recreación, así como de piscigranjas, donde muchas veces los mantienen para exhibición o como si fueran mascotas. Cuando son rescatadas, estas crías permanecen en la zona de destete hasta que cumplen por lo menos dos años, luego pasan al área de preliberación, una laguna artificial situada en plena selva donde los manatíes más grandes comparten el espacio con otros animales como los paiches tortugas y otros peces.
Es ahí donde ahora están Sudamérica y Fury, madre e hijo, los dos manatíes que serán liberados este año. “Fury es el segundo bebé nacido en cautiverio. El año pasado fue liberado el primer manatí bebé que nació en cautiverio en Perú”, cuenta Darwin.
En la laguna de preliberación también vive Anonymous, un manatí que cuando fue rescatado estaba en una situación tan dramática, que todos en el centro pensaban que moriría pronto, por ello, no querían ponerle un nombre. Sin embargo, sobrevivió y se hizo fuerte. Entonces, decidieron llamarlo Anonymous.
¿Qué es lo que más te gusta de atender a los manatíes?, pregunto a Darwin. “Me alegra ver cómo se van recuperando, pero, sobre todo, me emociona cuando son liberados, saber que regresan a su hábitat natural”.
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Historias de liberación
La historia del CREA empezó en el 2007, cuando su actual director, Javier Velásquez, junto a otras dos personas, empezó a rescatar manatíes. Ese año se encontraron quince crías de manatíes muertas en piscigranjas y piscinas que se ubican a lo largo de la carretera Iquitos – Nauta.
“Algunos fueron hallados en comunidades y otros en centros de turismo y de recreación. Entonces, ellos empezaron a rescatar manatíes y contactaron con la Red Caribeña de Varamientos, de Puerto Rico, para que los apoye en su proyecto”, cuenta Cristian Vélez, ingeniero en gestión ambiental y coordinador general de Educación Ambiental y Ecoturismo de CREA.
Desde la creación del centro han sido 42 los rescates exitosos de manatíes y 21 las liberaciones. La primera se realizó en el año 2011, en la Reserva Nacional Pacaya Samiria. “Siempre buscamos áreas naturales protegidas para llevar a los animales y hasta ahora lo hemos hecho en el Pacaya Samiria y en el Área de Conservación Regional Comunal Tamshiyacu Tahuayo. Antes de cada liberación desarrollamos talleres de educación ambiental para niños y adultos en las zonas donde serán llevados los animales, con el fin de que se involucren en su protección”, explica Vélez.
El educador ambiental cuenta que todas las liberaciones han sido exitosas, que los manatíes se han adaptado a su hábitat y que no han tenido que rescatar nuevamente a ninguno. Explica que para ponerlos en libertad deben trasladarlos en avionetas y que luego de ser colocados en las lagunas naturales de las reservas los monitorean por seis meses con un radio transmisor que colocan en sus colas.
El manatí es una especie en estado Vulnerable y figura en el Apéndice I de la CITES, es decir, una lista en la que aparecen las especies sobre las que se cierne un mayor grado de peligro. “El problema es que los manatíes siguen siendo capturados ya sea para exhibición, como mascotas, para consumo e incluso para usarlos como carnada en los ríos, con el fin de atraer peces carroñeros para comercio y consumo”, señala el responsable de educación ambiental.
Actualmente, el CREA es el resultado del esfuerzo entre el Dallas World Aquarium Zoo, el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) y Acobia-DWAzoo. La institución norteamericana provee los insumos para mantener a las especies rescatadas y apoya el trabajo de educación ambiental, mientras que la institución peruana ha cedido parte de sus instalaciones en el kilómetro 4.5 de la carretera Iquitos-Nauta para la instalación del centro.
“Inicialmente solo eran manatíes —dice Vélez— pero poco a poco las personas traían otras especies. Y como trabajamos en educación ambiental, muchos profesores y niños nos llaman para entregarnos animales. Las especies de fauna que están aquí han sido producto del rescate, pues estaban en los mercados ilegales o en casas como mascotas”, contó el educador ambiental.
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Un hogar para la vida silvestre
Aunque el centro fue fundado para atender a los manatíes, con el tiempo, se ha visto obligado a convertirse en un refugio para muchas otras especies que llegan después de haber pasado mil penurias en manos de traficantes o de personas que creen que tenerlas como mascotas es normal.
El director del centro de rescate dice que en el caso de los manatíes, la captura y comercio ilegal se ha reducido drásticamente en la ciudad de Iquitos, pero que el problema persiste en zonas alejadas, debido a que muchas personas aún desconocen que se trata de una especie silvestre en riesgo que no debe ser capturada como mascota.
En cuanto a otras especies, señala que aún se comercializan en Iquitos pues existe demanda por parte de la población. Incluso, muchos animales silvestres se ofrecen por redes sociales. “Nuestro eje de educación ambiental se centra en niños y gracias a ellos se han logrado muchos rescates, pues entienden que la fauna silvestre debe estar en su hábitat natural. Tenemos el compromiso de generar conciencia para que se deje de adquirir a los animales silvestres como mascotas y que la gente comprenda que se trata de un delito ambiental”.
Cristian Vélez conoce a cada uno de los 82 animales que actualmente están refugiados en este espacio de la Amazonía peruana y, a algunos, hasta los llama por su nombre como a Micky, un tigrillo (Leopardus pardallis) que llegó siendo un bebé.
En el caso de Micky, su liberación es prácticamente imposible puesto que nunca aprendió a sobrevivir en la selva. “La policía lo trajo de bebé y hablar de su liberación es complicado, por ello sigue aquí, pero estamos buscando un lugar donde pueda quedarse de manera permanente para llevarlo”.
Una situación similar sucede con Guerrero, un guacamayo (Ara macao) que llegó lastimado y al que tuvieron que cortarle una de sus alas porque ya estaba rota. En su caso, se ha convertido en un inquilino permanente y anda tranquilo sobre algunas ramas de baja altura. No se inmuta con la presencia de la gente y hasta se deja fotografiar sin emitir sonido alguno, a diferencia de su compañero que parla apenas lo miras.
También está la pareja de nutrias Garritas y Alvin. “A Garritas la trajo un grupo de universitarios. Aparentemente alguien destrozó su nido. La trajeron con su hermanita, pero no sobrevivió”, cuenta Cristian mientras observa cómo Garritas retoza y gira en el agua sin descanso, es todo un espectáculo.
En el centro de rescate hay tortugas terrestres; monos de diferentes especies como el maquisapa, machín blanco y machín negro; hurones, perezosos, caimanes, además, naturalmente, de los manatíes.
“A todas las especies que pueden liberarse las llevamos a las reservas naturales para que regresen a su hábitat. Hemos liberado delfines de río, tortugas, osos hormigueros, aves, perezosos y manatíes. Nuestro objetivo es rescatarlos, rehabilitarlos y liberar especies de fauna amazónica que se encuentran en situación vulnerable. Es un proceso que realizamos de la mano de un programa de educación ambiental y de ecoturismo”, comentó el especialista.
Hasta ahora, cuenta, se venden animales silvestres en los mercados de Iquitos, principalmente en Belén, aunque cada vez es más difícil encontrarlos, pues los traficantes esconden a sus presas.
Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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