(Mongabay Latam / Antonio José Paz Cardona).- La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro celebrada en 1992 marcó un hito en cuanto a la necesidad de preservar la biodiversidad. A partir de ese momento empezaron a declararse muchas más áreas protegidas —si se comparan con las existentes hasta ese momento— y se vio en esta figura de conservación una herramienta indispensable para tratar de frenar la pérdida de diversidad.

A pesar de su gran importancia, muchas de las áreas protegidas no estarían cumpliendo con sus funciones de conservación. Una investigación de los científicos Kendall Jones, Oscar Venter, Richard Fuller, James Allan, Sean Maxwell, Pablo José Negret y James Watson recientemente publicada en la revista Science indica que un tercio de las áreas protegidas a nivel mundial se encuentran bajo intensa presión humana. Con información del Human Footprint —indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta y que se relaciona con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos— generada por el Global Footprint Network, los investigadores crearon unos mapas en los que muestran que 6 millones de kilómetros cuadrados (32,8 %) de la tierra protegida en el mundo están fuertemente intervenidos por el hombre.

Entre sus hallazgos también encontraron que 55 % de las áreas protegidas, declaradas antes de que la Convención de Diversidad Biológica fuera ratificada en 1992, han experimentado un aumento en la presión humana desde entonces. (Lea aquí el artículo completo en inglés)

La mayoría de áreas con intensa presión humana (naranja y rojo) se ubican en Europa.

Mongabay Latam conversó con Pablo José Negret, biólogo colombiano que hace parte del equipo científico de la investigación y que cursa sus estudios de doctorado en la Escuela de La Tierra y las Ciencias Ambientales de la universidad de Queensland en Australia. “Nos dimos a la tarea de generar una base de datos global que mostrara dónde estaban las áreas protegidas, miramos cuáles eran las presiones y qué tan grandes eran. Lo que encontramos es que un tercio de las áreas están bajo una alta presión humana, esto quiere decir que son áreas donde la presión es tan alta que no es compatible con los objetivos de conservación. En ellas hay cultivos extensivos y en algunos casos hasta ciudades”, comenta.

Según la investigación, en este momento hay aproximadamente 202 000 áreas protegidas en el mundo, las cuales cubren el 17,7 % del área total terrestre del planeta. “Encontramos que el puntaje promedio de la huella humana dentro de las áreas protegidas es 3,3, casi 50 % más bajo que la media global de 6,16. A pesar de esto, las actividades humanas son frecuentes en muchas áreas protegidas y solo el 42 % de las tierras protegidas están libres de cualquier presión de este tipo”, dice el artículo.

Otro aspecto importante para considerar es que las áreas con objetivos estrictos de conservación de la biodiversidad (categorías 1 y 2 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN) tienen menor presión humana que las categorías 3 a 6. Esto en parte se debe a que estas últimas categorías permiten algunas actividades y la explotación sostenible de recursos.

El río Tambopata. Foto: Mongabay

“Encontramos que las áreas protegidas más grandes suelen tener menores índices de presión humana, esto porque, por ejemplo las de la región amazónica, se encuentran en zonas de difícil acceso y menor densidad poblacional. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cosas: la primera es que estas áreas protegidas están en buen estado no necesariamente porque haya un buen manejo sino porque son zonas aisladas, lo otro es que que estos análisis no tuvieron en cuenta variables que son bastante importantes  pero muy difíciles de mapear a nivel global como la minería ilegal, la cacería y el cambio climático”, explica Negret y añade, “esto no quiere decir que el análisis sea malo sino que es conservador”. Es probable que si se tuvieran en cuenta esas variables, los resultados fueran menos alentadores.

Llamar la atención sobre la presión humana en las áreas protegidas es importante. “Más del 90 % de las áreas protegidas, como Parques Nacionales y Reservas Naturales, mostraron alguna señal de actividad humana dañina”, dijo Kendall Jones, uno de los autores principales de la investigación. “Si bien se esperan algunas actividades humanas dentro de las áreas protegidas, encontramos importante infraestructura vial como autopistas, también agricultura industrial e incluso ciudades enteras que se ubican dentro de los límites de lugares que se supone están destinados a la conservación de la naturaleza”, recalcó.

Por su parte, el profesor James Watson indicó que el estudio muestra claramente que se está sobreestimando el espacio disponible para la naturaleza dentro de las áreas protegidas. “Los gobiernos afirman que estos lugares están protegidos por el bien de la naturaleza cuando en realidad no lo están. Es una de las principales razones por las que la biodiversidad aún está en un declive catastrófico, a pesar de que cada vez se protegen más tierras”, dijo.

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¿Cómo está Sudamérica?

Cerca del 70 % de las naciones en el mundo tienen más del 50 % de sus áreas protegidas bajo intensa presión. “Si se supone que las tierras protegidas bajo una intensa presión humana no contribuyen a los objetivos de conservación, mostramos que 74 de los 111 países que han alcanzado un nivel de protección del 17 % de su territorio en realidad no han cumplido con esa meta”, indica el artículo. Y es que tener mínimo ese porcentaje de territorio bajo una figura de protección era una de las obligaciones de la Convención sobre Diversidad Biológica que se ratificó en Río de Janeiro.

Si bien la mayoría de estas áreas críticas se ubican en Europa, en Sudamérica preocupan sobre todo tres países. “Uruguay, Argentina y Colombia son los que tienen mayores presiones dentro de las áreas protegidas. Uruguay es el caso más alarmante porque tiene una alta tasa y en el caso de Colombia las áreas de la región Andina y Caribe tienen una presión bastante fuerte. Incluso áreas protegidas de importancia global como la Sierra Nevada de Santa Marta tiene unos niveles de presión antrópica bastante elevados, lo cual es preocupante pues es una de las regiones donde hay mayores endemismos en el mundo”, indica Pablo Negret.

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La situación en el Perú

Benjamín Lau, director de Desarrollo Estratégico del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) comenta que Perú tiene a la fecha 77 áreas naturales protegidas en diferentes niveles de protección. “En aquellas donde se permite aprovechamiento de recursos siempre hay actividades humanas en diferente intensidad. El punto es saber equilibrar las actividades a fin de que estas no vayan en contra de los objetivos de establecimiento de las áreas protegidas. Se trata de una armonía entre desarrollo y conservación”.

Lau también asegura que el tema de financiación de las áreas protegidas es una preocupación a nivel mundial, “nunca se van a tener los fondos suficientes, pero hay que generar alianzas con la población para ahorrar costos. Es necesario pensar cómo disminuyes tus costos de gestión o cómo incrementas tus presupuesto e ingresos y para eso hay que trabajar con la gente”. Así mismo, aseguró que hubo una investigación de las contralorías sobre la gestión de 11 países y en la que Perú salió muy bien posicionado. “Ocupamos el primer lugar en cuanto a gestión de áreas naturales protegidas”.

En el límite del parque Bahuaja Sonene con la zona de amortiguamiento, los mineros ilegales han removido la tierra y desviado el cauce del río Malinowski. Donde están los árboles comienza el parque. Foto: Vanessa Romo.

Por su parte, Pedro Solano, director Ejecutivo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, afirma que si bien Perú tiene áreas protegidas muy valiosas, cree que la peor amenaza que están sufriendo es la de falta de gestión por cuenta de políticas inconsistentes. “Sin embargo, también es cierto que estas áreas están mejor protegidas que las que se quedaron fuera”, comenta. 
“En Perú ha habido una tradición por lo menos de los últimos 25 años de hacer un modelo de gestión muy participativo desde el momento de diseño de las áreas y eso ha ayudado muchísimo a la reducción de conflictos en áreas protegidas. Por ejemplo, cuando se va a definir un área siempre se organizan talleres a nivel local y se define el tema de los usos presentes y futuros”. No obstante, según Solano, en lo que no han sido muy exitosos es en frenar las presiones por usos ilegales extensivos o incluso las presiones que tienen que ver con políticas macro como el diseño de algunas carreteras amazónicas “que han tenido un impacto terrible en la diversidad biológica”.

Entre los Parques mejor gestionados Solano menciona el del Manu, uno de los más tradicionales del Perú, creado a finales de los años 60 y que está muy bien conservado. Cuenta con la estación biológica Cocha Cashu que ha producido mucha información sobre la Amazonía a nivel regional, aunque reconoce que también tiene problemas con actores ilegales en algunas zonas y con indígenas en aislamiento voluntario. Cordillera Azul es otro ejemplo, ya que desde el inicio ha contado con una participación activa de la sociedad civil para su gestión, desde que nació fue encargado a la ONG Centro de Conservación, Investigación y Manejo de Áreas Naturales (CIMA) y tiene un modelo exitoso de relacionamiento con los pobladores en la zona de amortiguamiento para evitar la presión sobre el Parque.  Entre los que peor funcionan menciona aquellos que se crearon con fines políticos más que técnicos y que solo existen en papel, como es el caso del bosque de protección Aledaño a la Bocatoma del Canal Nuevo Imperial.

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¿Qué recomiendan los expertos?

Las recomendaciones
Pablo Negret, uno de los autores del artículo publicado en la revista Science, dice que es importante que el mensaje no sea catastrófico ni dar a entender que las áreas protegidas no sirven. “Por el contrario, es importante resaltar que son una de las herramientas más importantes en conservación a nivel mundial pero, claramente, muchas de ellas no están siendo bien manejadas”.

El profesor James Watson hizo hincapié en la gran importancia de las áreas protegidas para salvaguardar la biodiversidad en peligro. “Sabemos que las áreas protegidas funcionan: cuando están bien financiadas, bien administradas y bien ubicadas, son extremadamente efectivas para detener las amenazas que causan la pérdida de biodiversidad y para garantizar que las especies regresen del borde de la extinción. También hay muchas que todavía están en buenas condiciones y protegen los últimos refugios de especies en peligro. El desafío es mejorar la gestión de las áreas protegidas más valiosas para la conservación de la naturaleza para garantizar su protección”.


El difícil acceso y la poca densidad poblacional de la Amazonía hacen que las áreas en esta zona estén mejor conservadas que las andinas y costeras.

Los investigadores en el artículo hacen énfasis en que si bien exploraron un escenario en el que la tierra bajo intensa presión humana no contribuye a los objetivos de conservación, algunos aspectos de la biodiversidad pueden persistir en esas áreas y que la huella humana mide la presión que los seres humanos ejercen sobre el medio ambiente, no el estado real o el impacto sobre la biodiversidad. Debido a esto último, consideran valiosos otros estudios que investigan cómo los sistemas naturales dentro de las áreas protegidas responden a presiones humanas específicas o los impactos de estas presiones sobre la biodiversidad dentro de las áreas protegidas a escala local.

Imagen principal: Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas. Foto: Alexa Vélez.

Una versión ampliada de este informe fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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