(Mongabay Latam / Yvette Sierra Praeli).- Kelly Tapayuri Olivera se pone los guantes para levantar una de las pequeñas tortugas que acaban de recibir. Es una de las 9000 que están refugiadas en el Centro de Rescate Amazónico (CREA) en Iquitos, un espacio fundado en el año 2009 para dedicarse a la rehabilitación y liberación de mamíferos acuáticos y fauna silvestre en peligro.

No es usual recibir tantos huéspedes a la vez, pero el CREA siempre tiene las puertas abiertas para los animales recién rescatados. 8825 taricayas (Podocnemis unifilis), 15 motelos (Chelonoidis denticulata), 120 cabezas de serpiente (Platemys platycephala), 13 charapitas de aguajal (Batrachemys sp) y 145 matamatas (Chelus fimbriata), son las cinco especies de tortugas que recibieron en esta oportunidad y que tenían como destino los países de China y Taiwán.

Pero Kelly no solo tiene que cuidar ahora a estas pequeñas tortugas, también tiene que atender a una nutria (Londra longicaudis) bebé y seis monitos. Los carga, alimenta y coloca con cuidado en el espacio que les han asignado. “Tengo que usar los guantes, porque aun cuando son bebés, las nutrias, por ejemplo, te muerden muy fuerte”, cuenta mientras acomoda a un pequeño animalito de esta especie que acababa de llegar en medio de la lluvia torrencial de esa tarde del martes 24 de abril. Como muchos otros, lo trajo la policía ecológica tras rescatarlo del comercio ilegal.

Kelly Tupayari se encarga de la rehabilitación de nutrias, monos y otras crías de fauna silvestre que llegan al Centro de Rescate Amazónico. Foto: Yvette Sierra Praeli.

Sobre las tortugas recién llegadas, Karl Ploog Cortes, de la oficina  de CITES Fauna del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR), explicó a Mongabay Latam que se trata de un proceso de repatriación aprobado por la autoridad administrativa de la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) de Holanda. Lo que se detectó en ese momento es que los exportadores no estaban cumpliendo con las normas para el correcto traslado de fauna silvestre. “No contaban con las condiciones de traslado adecuado que indica la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), por eso, fueron confiscadas en Holanda y enviadas de regreso al Perú”, dijo.

Las nuevas inquilinas de Centro de Rescate Amazónico deben permanecer durante un mes en el refugio, tiempo de cuarentena solicitado por SERFOR, explica Javier Velásquez, director del CREA. “Esperamos que cuando termine este plazo se pueda iniciar el proceso de liberación en la Reserva Nacional Pacaya Samiria, de donde provienen. Aunque no se pueden liberar a todas juntas, pues son muchas”, comentó.

De acuerdo con las normas vigentes para el aprovechamiento de recursos naturales renovables en las áreas naturales protegidas, las crías de tortugas si pueden ser comercializadas siempre que provengan de zoocriaderos y zonas con planes de manejo para la conservación de la especie.

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Un refugio de vida

La presencia de tantas tortugas es un hecho excepcional en el CREA, pues el centro en realidad ha sido fundado para albergar y llevar de regreso a su hábitat natural a los manatíes (Trichechus inunguis), especie en situación Vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Sin embargo, con el tiempo, el centro de rescate se ha visto obligado a convertirse en un refugio para muchas otras especies que llegan después de haber pasado mil penurias en manos de traficantes o de personas que creen que tenerlas como mascotas es normal.

El director del centro de rescate dice que en el caso de los manatíes, la captura y comercio ilegal se ha reducido drásticamente en la ciudad de Iquitos, pero que el problema persiste en zonas alejadas, debido a que muchas personas aún desconocen que se trata de una especie silvestre en riesgo que no debe ser capturada como mascota.

En cuanto a otras especies, señala que aún se comercializan en Iquitos pues existe demanda por parte de la población. Incluso, muchos animales silvestres se ofrecen por redes sociales. “Nuestro eje de educación ambiental se centra en niños y gracias a ellos se han logrado muchos rescates, pues entienden que la fauna silvestre debe estar en su hábitat natural. Tenemos el compromiso de generar conciencia para que se deje de adquirir a los animales silvestres como mascotas y que la gente comprenda que se trata de un delito ambiental”.

Cristian Vélez trabaja en ello, es ingeniero en gestión ambiental y coordinador general de Educación Ambiental y Ecoturismo de CREA, además, nuestro guía durante la visita. Conoce a cada uno de los 82 animales que actualmente están refugiados en este espacio de la Amazonía peruana y, a algunos, hasta los llama por su nombre como a Micky, un tigrillo (Leopardus pardallis) que llegó siendo un bebé.

En el caso de Micky, su liberación es prácticamente imposible puesto que nunca aprendió a sobrevivir en la selva. “La policía lo trajo de bebé y hablar de su liberación es complicado, por ello sigue aquí, pero estamos buscando un lugar donde pueda quedarse de manera permanente para llevarlo”.

Guerrero es el guacamayo que llegó con un ala rota y ahora vive en el Centro de Rescate Amazónico. Foto: Yvette Sierra Praeli.

Una situación similar sucede con Guerrero, un guacamayo (Ara macao) que llegó lastimado y al que tuvieron que cortarle una de sus alas porque ya estaba rota. En su caso, se ha convertido en un inquilino permanente y anda tranquilo sobre algunas ramas de baja altura. No se inmuta con la presencia de la gente y hasta se deja fotografiar sin emitir sonido alguno, a diferencia de su compañero que parla apenas lo miras.

También está la pareja de nutrias Garritas y Alvin. “A Garritas la trajo un grupo de universitarios. Aparentemente alguien destrozó su nido. La trajeron con su hermanita, pero no sobrevivió”, cuenta Cristian mientras observa cómo Garritas retoza y gira en el agua sin descanso, es todo un espectáculo.

En el centro de rescate hay tortugas terrestres; monos de diferentes especies como el maquisapa, machín blanco y machín negro; hurones, perezosos, caimanes, además, naturalmente, de los manatíes.

La educación ambiental es uno de los ejes principales del centro de rescate, con el objetivo de concientizar a niños y adultos sobre la conservación de las especies de fauna silvestre. Foto: Centro de Rescate Amazónico.

“A todas las especies que pueden liberarse las llevamos a las reservas naturales para que regresen a su hábitat. Hemos liberado delfines de río, tortugas, osos hormigueros, aves, perezosos y manatíes. Nuestro objetivo es rescatarlos, rehabilitarlos y liberar especies de fauna amazónica que se encuentran en situación vulnerable. Es un proceso que realizamos de la mano de un programa de educación ambiental y de ecoturismo”, comentó el especialista.

El Centro de Rescate Amazónico se creó en el año 2009 pero su historia empezó dos años antes, cuando su actual director, Javier Velásquez, junto a otras dos personas, empezó a rescatar manatíes. Recuerda que en el 2007 encontraron 15 crías de manatíes muertas en piscigranjas y piscinas que se ubican a lo largo de la carretera Iquitos – Nauta. “Algunos fueron hallados en comunidades y otros en centros de turismo y de recreación. Entonces, ellos empezaron a rescatar manatíes y contactaron con la Red Caribeña de Varamientos, de Puerto Rico. Así llegaron al Dallas World Aquarium Zoo”, cuenta Vélez.

Actualmente, el CREA es el resultado del esfuerzo entre el Dallas World Aquarium Zoo, el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) y Acobia-DWAzoo. La institución norteamericana provee los insumos para mantener a las especies rescatadas y apoya el trabajo de educación ambiental, mientras que la institución peruana ha cedido parte de sus instalaciones en el kilómetro 4.5 de la carretera Iquitos-Nauta para la instalación del centro.

Micky es un tigrillo que está en el centro de rescate desde que era un bebé. Su liberación es casi imposible. Foto: Yvette Sierra Praeli.

“Inicialmente solo eran manatíes —dice Vélez— pero poco a poco las personas traían otras especies. Y como trabajamos en educación ambiental, muchos profesores y niños nos llaman para entregarnos animales. Las especies de fauna que están aquí han sido producto del rescate, pues estaban en los mercados ilegales o en casas como mascotas”, contó el educador ambiental.

Hasta ahora, cuenta, se venden animales silvestres en los mercados de Iquitos, principalmente en Belén, aunque cada vez es más difícil encontrarlos, pues los traficantes esconden a sus presas.

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Una labor intensa

El director del Centro de Rescate Amazónico en Iquitos explica que hoy están al tope de su capacidad, que faltan ambientes para atender a los 82 animales que ahora albergan, sin contar las 9000 tortuguitas que acaban de llegar. “Tratamos de adaptar los espacios. Incluso, para las tortugas que recién llegaron tuvimos que comprar piscinas inflables, pues no teníamos suficientes estanques para esa cantidad”, precisó.

El otro problema que deben enfrentar es el proceso de liberación. “Necesitamos mucho apoyo de otras instituciones porque se requieren análisis y estudios previos, llevar adelante actividades de educación ambiental en las comunidades de las zonas donde serán liberados, además, trasladarlos en las mejores condiciones, colocarles los transmisores para el monitoreo y contratar a los biólogos que permanecerán en la zona de la liberación rastreando a los animales por lo menos seis meses. Es un proceso largo y costoso”, indicó Velásquez.

El biólogo señala que ningún centro de rescate puede ser sostenible en el tiempo si no se concreta el proceso de devolver los animales a la naturaleza, porque llegará el momento en el que no cuente con espacio para recibir a nuevos animales confiscados. “Nacimos para el rescate de manatíes, pero la necesidad nos ha llevado a adaptar los ambientes para recibir otras especies. Estamos al tope, ya no deberíamos recibir más, pero lamentablemente siguen llegando porque continúa el tráfico ilegal de especies”.

Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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