(Mongabay Latam / Alexa Vélez Zuazo).- Han pasado siete años desde que Kerstin Forsberg tomó la decisión de conservar a las mantarrayas gigantes que habitan el norte de Perú. Una especie migratoria imponente, capaz de desafiar la gravedad en cada uno de sus saltos y que figura en la categoría de Vulnerable en la Lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). No pasó mucho tiempo, cuatro años para ser más exactos, para que la bióloga peruana celebre, junto a otros expertos y conservacionistas, la promulgación de una norma que prohibió la extracción de esta especie. Un esfuerzo compartido que demandó muchas reuniones, coordinaciones y horas de trabajo. Tres años después, la protección de las mantarrayas gigantes y las campañas de educación desarrolladas con los pescadores locales la han convertido en una de los seis ganadores del Premio Whitley, el “Oscar Verde” de la conservación.
El vínculo de Forsberg con la naturaleza empezó desde que era una niña. Desde entonces desarrolló un profundo interés por el mar y por las especies que lo habitan.
“Mi pasión por la conservación del medio ambiente ha sido una parte importante de mi vida desde que era una niña. No imaginaba que mi pasión tendría tal impacto en la vida marina. Todos somos parte de este planeta océano y depende de todos nosotros conservarlo”, fueron las primeras palabras de Forsberg tras enterarse de que había ganado.
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Una especie en peligro
La ganadora del Premio Whitley contó que empezó su carrera interesándose por las tortugas marinas pero que luego las mantarrayas llegaron a su vida. Se trataba de una especie migratoria en peligro presente en las aguas del departamento de Tumbes.
La tasa de reproducción de las mantarrayas es muy baja, su “envergadura de 7 metros las hace propensas a enredarse en artes de pesca” y se ha observado un descenso de la población en un 80 % en los últimos 75 años, según la Whitley Fund for Nature (WFN).
A esto hay que sumarle la amenaza de la pesca, el consumo local y la demanda de los mercados asiáticos que compran sus agallas para utilizarlas con fines medicinales.
Por eso la bióloga de la mano con otros conservacionistas peruanos e instituciones del Estado, no descansaron hasta conseguir la protección legal de la mantarraya gigante (Mobula birostris) —presente en la costa norte peruana— y prohibir al fin la extracción “con cualquier arte o aparejo de pesca y/o instrumento”, así como el “desembarque, transporte, retención, transformación y/o comercialización” de esta especie vulnerable.
En el mundo existen solo dos especies de mantarrayas —la gigante (Mobula birostris) y la de arrecife (Mobula alfredi)— y se cree que Perú y Ecuador, según la WFN, albergan la población más grande de estas especies en el mundo.
Juan Carlos Riveros, director científico de la ONG Oceana, reconoció que el Perú “era uno de los pocos países que no contaban con normas específicas para la protección de esta especie magnífica”. Por eso para el experto la aprobación de esta norma era necesaria tomando en cuenta que “las principales amenazas para su conservación han sido de origen humano”.
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Trabajo conjunto con los pescadores
La pesca incidental es uno de los peligros que enfrentan las mantarrayas gigantes en el Perú, explicó Riveros, aunque hoy “paulatinamente se está reduciendo con mejores medidas de control y observadores a bordo”. La naturaleza migratoria de esta especie, además, requiere de una protección más amplia que considere “el trayecto de sus viajes, sus zonas de maduración, reproducción y crecimiento de ejemplares jóvenes, quemo sean protegidos, de lo contrario las poblaciones se fragmentan y disminuyen rápidamente”.
El trabajo con los pescadores locales y la promoción del ecoturismo son dos tareas fundamentales para Planeta Océano, la ONG que dirige Forsberg. Desde esta organización, según la Whitley Fund for Nature (WFN), se promueve la formación de científicos ciudadanos para participar en las labores de monitoreo y educación, y también el turismo sostenible a partir del avistamiento de mantarrayas, actividad que se ha convertido en una fuente de ingresos para las poblaciones locales. “Los pescadores están empezando a liberar mantas capturadas incidentalmente con el conocimiento de que vale más la pena mantenerlas vivas”, indicó WFN.
Para Edward Whitley, fundador del Whitley Fund for Nature, “el compromiso de Kerstin con la conservación marina ha ayudado a movilizar acciones para garantizar que las mantarrayas gigantes persistan en nuestros océanos, y está utilizando su espíritu emprendedor para demostrar que valen más estando vivas. Nos complace especialmente reconocer a Kerstin, como parte de nuestro 25º aniversario, y desearle mucho éxito”.
La bióloga peruana, al igual que los otros cinco ganadores, recibirá 40 000 libras (alrededor de 55 000 dólares) para continuar con su trabajo de conservación.
Riveros celebró la premiación de Forsberg, a quien considera un ejemplo “de energía, pasión y dedicación a la conservación marina”. El director científico de Ocena mencionó también que hay “otras investigadoras súper dedicadas que deberíamos ir promoviendo para que vayan recogiendo los futuros Premios Whitley”.
Una versión ampliada de este informe fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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