(Mongabay Latam / Yvette Sierra Praeli).- El mismo día que Pedro Pablo Kuczynski firmó su renuncia a la presidencia del Perú, firmó también cinco decretos supremos que autorizan contratos de exploración y explotación de cinco lotes petroleros en el mar del norte del Perú con la empresa Tullow Peru Limited Sucursal del Perú.
La decisión tomada por el ahora expresidente del Perú ha sido cuestionada por diversos especialistas, quienes alertan sobre los riesgos ambientales que significaría la instalación de pozos petroleros en una zona marina tan biodiversa y sensible. Por otro lado, se critica el momento y las características de la entrega de los lotes Z-64, Z-65, Z-66, Z-67 y Z-68 que representan 2 320 000 hectáreas de mar ubicados frente a las costas de las regiones de Tumbes, Piura, Lambayeque y Ancash.
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Riesgos que no se han tomado en cuenta
Para Juan Carlos Riveros, director científico de Oceana, la explotación petrolera en el mar es controversial debido a las perforaciones y al movimiento de toneladas de sedimentos marinos profundos que implica esta actividad.
“Una operación petrolera en el mar del norte, entre Tumbes y Piura, representa un gran riesgo para la biodiversidad que esperamos conservar. Se debe reflexionar si es conveniente para el país que exploten una zona en la que se pone en riesgo la sostenibilidad de la pesquería más importante del país y una actividad turística que mueve en parte la economía de estas regiones”, señala Riveros. Según el director científico de Oceana, el sector del mar de Tumbes y Piura es una zona de explotación de especies pelágicas que sustentan a la industria pesquera del país y que mueve entre 1.8 a 2 millones de dólares al año.
Yuri Hooker, coordinador del Laboratorio de Biología Marina de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, precisa que, efectivamente, los lotes otorgados por el Estado peruano se ubican en áreas de intensa actividad pesquera artesanal e industrial y por lo tanto la preocupación del impacto en las pesquerías está más que justificada.
Hooker explica que, por ejemplo, el lote Z-65 se ubica frente a la bahía de Sechura, donde se desarrolla acuicultura de moluscos, así como frente a la Isla Foca, una zona única que también se ha propuesto como área protegida. “Al sur está la península de Illescas, rica en pesca y acuicultura de alta tecnología; y las islas Lobos de Tierra, que alberga el banco natural más grande de conchas de abanico del país. Este lote, sumado a otros que ya existen en aguas costeras, supone un incremento sustancial de riesgos de un derrame de petróleo que, en un área tan sensible, sería una tragedia ambiental de gran magnitud y pérdidas inimaginables para la acuicultura y la pesca nacional”. Similares característica —dice el experto— tiene el lote Z-64, ubicado en el mar de Tumbes, frente a Punta Sal.
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Conservación marina en el olvido
La decisión en entregar estos lotes petroleros el mismo día que el presidente firmaba su renuncia ha causado desconfianza sobre la transparencia de la negociación. Gabriel Quijandría, director Regional de Andes-Amazonía Norte en Conservation Strategy Fund y exviceministro del Ambiente, considera que esta decisión debió dejarse a la nueva administración que acaba de asumir el gobierno.
Quijandría manifiesta que esta decisión fue un mensaje evidente de la gestión anterior sobre la priorización de la explotación de hidrocarburos sobre la conservación marina. “Durante años han pedido evidencia científica que asegure que no se dañará el material productivo de las áreas petroleras cuando se establezca la reserva Mar Pacífico Tropical y, la entrega de estos lotes lo hicieron en poco tiempo”, agrega con referencia al proyecto de creación de una zona reservada en el mar del norte del Perú, cuyo destino es actualmente incierto. La primera propuesta fue oficialmente archivada pero desde el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) se ha reiterado el propósito de crear una área natural protegida en la zona.
La primera propuesta de creación de una zona reservada llamada Mar Pacífico Tropical incluía cinco zonas de gran biodiversidad marina. Cuatro de ellas ubicadas dentro de las cinco millas marinas del mar peruano, y una quinta, el Banco de Máncora, a 40 millas de la costa. Este último sector está superpuesto con el lote petrolero Z-38, entregado con anterioridad a la empresa Karoon, de capitales australianos.
Hasta el momento, Karoon no ha iniciado operaciones. En junio de 2014, anunció que se había acogido a la denominada “fuerza mayor”, un mecanismo legal que permite a las concesiones de los sectores de energía e hidrocarburos suspender sus actividades por factores externos que les impiden cumplir con sus compromisos con el Estado.
“Karoon no ha sido capaz de avanzar el proyecto cuando el barril de petróleo estaba a 100 dólares, ¿cómo lo hará ahora que el petróleo bajó a la tercera parte de su precio? Es engañarnos, no van a desarrollar el proyecto, no puede”, cuestiona Quijandría.
De acuerdo con el biólogo Yuri Hooker “el Estado no ha tenido interés en crear el área marina protegida. ¿El motivo?, intereses de explotación petrolera en lotes ya adjudicados años antes”. Hooker señala que durante más de 20 años se ha estudiado esa área costera, comprobándose que alberga una increíble biodiversidad y representa más del 70 % de la variedad biológica del mar peruano con un enorme número de especies endémicas, únicas en el mundo.
Agrega que prácticamente todo el litoral peruano, hasta los 200 metros de profundidad, está concesionado a las petroleras. “Estos nuevos lotes solo están parchando zonas de mar aún sin adjudicar, pero prácticamente todo el resto, hasta la orilla, ya tiene concesiones anteriores”.
Ronald Ruiz, gerente regional de Recursos Naturales y Gestión del Medio Ambiente, de la región Piura, también manifiesta su preocupación sobre las nuevas concesiones. “Hemos seguido un proceso con el gobierno para el reconocimiento de cuatro áreas en el mar de Piura, que corresponden a la zona reservada de Mar Pacífico Tropical. Esperamos que el Sernanp (Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas) logre nuevamente ponerla en agenda pues se trata de una apuesta para conservar y proteger los ecosistemas marinos”. Ruiz menciona que durante el proceso de solicitud de creación de la reserva marina existió oposición de una parte del sector de hidrocarburos que consideraba el área natural protegida como una amenaza a sus operaciones. Mencionó además que la empresa Karoon sigue inactiva en el lote Z-38, y que, según su apreciación, no parecen tener planes inmediatos de continuar.
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Los riesgos de la actividad petrolera en el mar
El director científico de Oceana explica los riesgos de la prospección sísmica, una técnica que utiliza el sonido para ubicar el hidrocarburo en las rocas marinas. “Está demostrado que la sísmica impacta en la vida marina, pues genera ondas que afecta a ballenas, delfines y cardúmenes de peces. En el caso de los cetáceos, las ondas causadas por la sísmica afectan sus órganos auditivos y puedan destruirlos e, incluso, producir su muerte”.
Agrega que a diferencia de los que ocurre en tierra, donde es posible ahuyentar a los animales que habitan en la zona de exploración petrolera; en el mar no es posible hacerlo, pues las excavaciones se realizan a grandes profundidades de 300 o 400 metros y no se puede ver directamente qué está sucediendo en ese sector marino.
Aldo Pacheco, investigador del Instituto de Ciencias Naturales Alexander von Humboldt, de Chile, se refiere a la exploración sísmica como la etapa más preocupante para los cetáceos, puesto que ballenas y delfines dependen de la transmisión de sonido en el mar para llevar a cabo actividades de socialización, conformación de grupos para apareamiento y busca de presas. “Las ondas sonoras de gran magnitud perturban estos procesos. En los delfines pueden romper sus huesillos auditivos, causando la pérdida del sentido de orientación, y podría ocasionar la muerte. Las especies de delfines de superficie pueden escapar porque la onda sísmica se proyecta hacia el fondo del mar, sin embargo, especies como los Ziphios, que son de profundidad, estarían inmediatamente afectados”.
Por otro lado, al biólogo Yuri Hooker le preocupa también la situación de los peces e invertebrados que viven en los arrecifes rocosos de áreas profundas sobre los que la prospección sísmica también opera. “Esos peces, además de crustáceos, moluscos, corales y otros, no pueden huir pues viven en lugares específicos y los parámetros que exige el Estado para los estudios de impacto ambiental son insuficientes, pues no hay absolutamente nada para evaluar este tema. En la mayoría de los casos solo analiza los fondos marinos blandos (fango o arena), pero sobre fondos rocosos no se evalúa nada”.
Hooker menciona también que los pescadores advierten la ausencia de pesca después de una prospección, pero que ello debe probarse científicamente para que los datos y resultados puedan ser considerados legalmente.
Además de los riesgos de la etapa de exploración, Hooker explica los problemas de la explotación. En ese período —señala el biólogo— las plataformas petroleras se convierten en enormes arrecifes artificiales llenos de vida, donde se refugian hasta peces amenazados. Sin embargo, el peligro de accidentes y derrames está presente y en caso de ocurrir, la respuesta no siempre es la adecuada, como sucedió cuando explotó una plataforma frente a Zorritos, recuerda el experto. “Se usó dispersantes para eliminar el petróleo de la superficie. Eso es como esconder la basura bajo la alfombra. El dispersante aglomera el combustible y lo hace pesado, por tanto, se va al fondo del mar donde se acumula y mata todo”.
Por su parte, Juan Carlos Riveros, de Oceana, se refiere al problema que genera el traslado de los sedimentos del mar durante la etapa de explotación. Explica que estos pueden ser transportados a tierra firme, o pulverizados y dejados en el mar. “Si se deja en el mar, son miles de toneladas de sedimentos que las corrientes en el norte arrastrarán hacia las conchas de abanico y otras especies. Los impactos pueden ser muy serios”, asegura.
También manifiesta su preocupación sobre el control y vigilancia de las operaciones por parte del Estado. “Si como país no tenemos la capacidad de controlar las 200 millas de manera sistemática, ¿cómo vamos a vigilar una operación a más de 100 kilómetros de la costa?. Lo que se está haciendo es dar un pedazo del país a una compañía para que lo administre alejada de los ojos de todo el mundo y que hará lo que pueda o lo que crea conveniente en los próximos años. Esto no tiene sentido”.
“Tenemos una nueva ministra del Ambiente —Fabiola Muñoz— que conoce muy bien temas de conservación y uso sostenible de recursos, por lo que esperamos se pueda mejorar los procedimientos en los estudios de impacto ambiental marinos”, finaliza Hooker.
Foto portada: Hiroshi Ogino / Oceana
Una versión ampliada de este informe fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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