(Mongabay Latam / Guillermo Reaño).- En el centro poblado de Las Palmas, en la provincia de Bellavista, departamento de San Martín, las horas se suceden unas a otras, sin mayor prisa. Los hombres, campesinos en su mayoría, han salido esta mañana al campo para apoyar a los técnicos del Gobierno Regional que llegaron hasta este borde del Parque Nacional Cordillera Azul, con el propósito de tomar unas muestras de tierra que definirán, hechos los análisis necesarios, la vocación forestal de los bosques que conforman el paisaje que avistamos.
Los campesinos con los que hablamos en Las Palmas y también en los caseríos próximos de El Challual, Selva Andina y Flor de Café, nacieron invariablemente en Cutervo, en Chota, en Celendín, localidades emblemáticas del vecino departamento de Cajamarca.
Han sido y son agricultores. Tal vez por ello en estos parajes de la exuberante Amazonía peruana, el bosque primario ha ido cediendo espacio a los cultivos de café, cacao, maíz, arroz y otros productos de pan llevar.
En el distrito del Biavo, en plena Zona de Amortiguamiento del Parque Nacional Cordillera Azul, un área protegida de más de 1,3 millones de hectáreas —que se extiende por cuatro regiones: Loreto, San Martín, Huánuco y Ucayali— las montañas cargadas de nubes pierden su verdor característico por acción de una agricultura descontrolada y la extrema biodiversidad que ha llamado la atención de la ciencia sufre las consecuencias.
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La tierra prometida
Desde la construcción de la promocionada carretera Marginal de la Selva, hace más de cincuenta años, la deforestación y el cambio de uso de la tierra han sido una constante en el departamento de San Martín, históricamente la región más “desboscada” de un país cuyas inmensas coberturas forestales lo ubican en el noveno puesto en el mundo en cuanto a extensión de bosques se refiere.
Y en el segundo lugar, después de Brasil, entre los países de la cuenca amazónica.
Pese a tan notables pergaminos, la pérdida de coberturas boscosas en San Martín, de acuerdo a lo indicado en el Mapa de Deforestación de la Amazonía peruana, alcanzó el año 2000 la astronómica cifra de 1 926 418 hectáreas. Al iniciarse el nuevo milenio, podríamos admitir sin exageraciones, que casi la mitad de los bosques sanmartinenses se habían convertido en campos de cultivos o en tierra baldía.
La destrucción de los bosques amazónicos del Perú, más allá de las buenas noticias de las agencias que indican que el ritmo anual de deforestación ha venido decreciendo en los últimos cinco años, no se detiene.
De acuerdo a las cifras del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Peruana (MAAP), solo el año pasado se perdieron 143 425 hectáreas de bosques en toda la Amazonía, siendo los departamentos de Ucayali, Huánuco, Madre de Dios, Amazonas y San Martín los más impactados por una por una deforestación que podría impedir que el Perú cumpla, de continuar las cosas como siguen, con los compromisos que asumió al firmar el Acuerdo de Paris del 2015.
Según el Programa Bosques del Ministerio del Ambiente en el Perú, la deforestación por tala ilegal y cambio de uso del suelo es el causante del 47 % de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que producimos como país. ¿Cómo parar la destrucción de los bosques amazónicos en un contexto de acelerados flujos migratorios y cambio en el clima regional?
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Ordenar el territorio
A un lado de la trocha de ingreso a Las Palmas, un gigantesco campo de arroz en lo que alguna vez fue un aguajal (una asociación de palmeras aguaje, Mauritia flexuosa, hábitat preferido por guacamayos, jaguares, sachavacas y otros habitantes del bosque tropical) interrumpe la visión de la Cordillera Azul, la última estribación andina en sumergirse en la floresta amazónica.
Don Leoncio Leiva, agente municipal en el centro poblado, un mocetón de edad indefinida y fuerte como una lupuna, refiere que llegó de Cutervo con su familia hace siete años. Desde entonces desbroza el bosque para sembrar de todo: café, naranjas, cebollas, maníes, tomates, frejoles, choclos. La parcela donde juegan sus tres hijos y se apiñan sus gallinas parece salida de una postal de la campiña cajamarquina.
Esta mañana Leoncio es uno más de los más animosos del grupo de ocho pobladores locales que se ha internado en la selva para acompañar a los tres técnicos que llegaron de Moyobamba, la capital departamental, para, eso les dijeron, “determinar lo que se puede hacer con los bosques que todavía quedan en pie”.
“Hemos venido a impulsar con ustedes —les aclara Ling Fababa, el ingeniero a cargo del trabajo— el proceso de zonificación forestal que está llevando a cabo el Gobierno Regional de San Martín, ¿saben qué es eso?”. El silencio se apodera de la improvisada reunión. “Muy fácil, continua Ling, se trata de definir de manera técnica y con la participación de cada uno de ustedes, las alternativas de uso productivo que tienen estos bosques y la fauna que se encuentra dentro de ellos”.
Para Leoncio y sus compañeros de faena, la situación empieza a aclararse. Aunque la agricultura y la madera de sus bosques han sido desde que llegaron a estas montañas llenas de árboles que nunca habían visto su principal actividad económica, es cierto también que la preocupación por el agotamiento de los recursos y los cambios que se sienten en el clima de la tierra que ocupan ha ido creciendo.
Para Leoncio y sus compañeros de faena la situación empieza a aclararse. Aunque la agricultura y la madera de sus bosques han sido su principal actividad económica, es cierto también que la preocupación por el agotamiento de los recursos y los cambios que se sienten en el clima de la tierra que ocupan ha ido creciendo.
La zonificación forestal que se ha empezado a trabajar en todo el departamento de San Martín, cuenta a Mongabay Latam el ingeniero Fababa, es una herramienta de planificación y uso del territorio que por primera vez se construye de manera participativa en una región amazónica. “Bien utilizada nos va a servir también para detener la destrucción de los bosques y frenar la migración descontrolada”, concluye.
Los equipos técnicos del Gobierno Regional, asesorados por expertos del Servicio Forestal y Fauna Silvestre – (Serfor), la institución encargada de acuerdo a ley de liderar en todo el Perú el proceso de Zonificación Forestal en marcha el país, han realizado a la fecha 558 calicatas, la excavaciones que se realizan en el terreno para observar los distintos estratos del suelo y tomar las muestras que determinarán su uso forestal, en diferentes zonas del departamento cubriendo de esta manera 1 511 679 hectáreas en toda la región. Un esfuerzo que sumado al trabajo realizado con anterioridad por el Ministerio de Agricultura alcanzaría las 3 millones de hectáreas boscosas en todo San Martín.
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¿Por qué zonificar una región devastada por la agricultura?
De vuelta en Moyobamba buscamos al ingeniero Neisser Bartra, gerente de la Autoridad Regional Ambiental (ARA) de la región San Martín, para conocer los detalles del trabajo que observamos en las proximidades de Cordillera Azul. Bartra nos comenta que el proceso de zonificación forestal en la región se inició en el 2014 pero que ha sido recién el año pasado cuando tomó el impulso definitivo.
Se trata en palabras de un ingeniero forestal nacido y formado en San Martín de un proceso complejo y novedoso que busca ordenar el uso de los bosques con el objetivo de generar riqueza para las poblaciones locales, desde un enfoque de planificación y sostenibilidad del territorio. “En San Martín hemos entendido —comenta— que el productor agrícola, sea amazónico o migrante, no importa el caso, es un actor al que hay que transferir tecnología forestal para que utilice apropiadamente el bosque”.
Para los profesionales de la Autoridad Regional Ambiental la región San Martín, pese a las cifras de la deforestación, continúa siendo una potencia forestal. “Perdimos a nivel regional dos millones de hectáreas, concluye el gerente de la ARA, es cierto: pero tenemos tres millones de hectáreas más con coberturas boscosas en buen estado que bien utilizadas podrían generar desarrollo para la gente”.
Cerca de la oficina del ingeniero Bartra nos encontramos con Oswaldo Juep, joven dirigente awajún, que representa a los pueblos indígenas de la región en el Comité Técnico encargado de supervisar el proceso de zonificación que lidera el Gobierno Regional.
Juep nos ayuda a entender el proceso de resistencia cultural de su pueblo. “Los awajún estamos luchando por la titulación de nuestros territorios, la seguridad jurídica sobre nuestras tierras comunales es fundamental para sobrevivir como nación”, dice. “Por ello participamos en este proceso de ordenamiento forestal: los migrantes no entendieron nuestra manera de concebir el bosque y nosotros nos dejamos arrastrar por un modelo de agricultura impuesto desde afuera. Todos nos equivocamos”.
Para este muchacho de hablar claro y mucha convicción, si en la región San Martín se hubiera desarrollado, cuando se inició la migración, un ejercicio de planificación forestal como el que ahora se está ejecutando, los bosques que se perdieron todavía estarían en pie.
Imagen principal de Aldo Arozena.
Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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