(Mongabay LatamIrina Quiroga).- La lucha en Tarija para preservar el ambiente tiene en la actualidad a las mujeres entre sus principales aliadas, y no es casual sino el resultado de una empatía innata entre las mujeres y la naturaleza. Entre las madres y la Madre Tierra.

En el departamento de Tarija existen al menos dos grupos de mujeres que en el momento actual mantienen una actitud de alerta y lucha para preservar su hábitat, como sucede en el caso de la Reserva Nacional de Flora y Fauna de Tariquía; o para lograr recuperarlo luego de actividades hidrocarburíferas, de acuerdo a la experiencia de Caigua, una comunidad ubicada en el área protegida del Aguaragüe.

Proteger la reserva

En Tariquía, la reserva nacional de flora y fauna más importante del sur de Bolivia, las mujeres han despertado en el último año a una realidad nueva y que perciben como amenazante. Luego de más de un siglo de habitar esta zona famosa por sus lindos paisajes e importantes recursos naturales, sienten que la exploración hidrocarburífera podría cambiar para siempre el lugar y poner en peligro el ecosistema y las fuentes de agua.

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El Gobierno boliviano ha puesto sus ojos en la reserva debido al potencial gasífero que se esconde en sus entrañas. En 2015 se supo que se autorizaba la exploración hidrocarburífera en diferentes áreas, entre las que se incluyó a Tariquía.

Nosotros todavía podemos vivir en paz y producir así no haya proyectos, pero con esta amenaza creemos que en unos años ya no vamos a tener lo que tenemos y seguramente afectará a otros lugares”, sostiene Lourdes Zutara, comunaria que se ha sumado al Comité de Defensa de Tariquía.

Actualmente comunarios ya ven cambios debido a la construcción de un camino que se abrió paso con apoyo del Municipio de Padcaya, pero que en su mayor parte fue resultado del trabajo de los habitantes de la reserva.

Reserva de Tariquía. Foto de Christian Buitrago

“Antes caminábamos más de 12 horas por los cerros, ahora en tres o cuatro horas salimos hasta la carretera”, explica Lourdes, quien no duda en afirmar que el camino es de gran utilidad para ellos, pero ha tenido también sus consecuencias ambientales. “Nos ha ayudado, pero ha facilitado que entren a sacar los recursos, la madera. El agua ahora está mermando, ya tenemos poco, para la turbina tampoco hay agua. Yo creo que es por el camino, el movimiento de tierras y por un incendio de hace unos años que fue en las cabeceras de los ríos, eso ha afectado y sabemos que si entran las petroleras harán más caminos”, dice.

Según explicó a Mongabay Latam en un anterior reportaje el ambientalista y biólogo Gonzalo Torrez, los principales daños que implica la exploración y explotación hidrocarburífera para un área protegida son la deforestación y la construcción de caminos que además de traer cambios para el ecosistema, posibilitan los asentamientos humanos con las consecuentes actividades productivas y extractivas que son altamente depredadoras de la naturaleza.

En meses pasados habitantes de algunas comunidades ubicadas al sur percibieron cambios debido a exploración con tecnología magnetotelúrica. Un grupo de personas ingresó al área núcleo de la reserva. Comunarios les pidieron abandonar el área protegida, cuenta Humberto Romero, habitante de Motoví.

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La actividad de exploración genera un impacto entre la fauna de la reserva, ya que animales salvajes como el puma o el jaguar se acercan a los lugares habitados cuando se asustan con los ruidos de los helicópteros.

“Un día mi esposo iba caminando por el monte y cerca del río Tarija ha visto a unos hombres y había un helicóptero, ellos tenían bolsas de basura y cuando lo han visto parece que se han asustado porque él tenía una escopeta, así que han dejado tirando la basura a la orilla del río y se han ido en su helicóptero”, indica Teodora Farfán, habitante de Pampa Grande, la comunidad ubicada en pleno núcleo de Tariquía, y aclara que para ir al monte acostumbran llevar armas por el peligro que representan los animales salvajes.

Rol protagónico   

La rutina diaria ha cambiado. Paola Gareca, actual ejecutiva de la Subcentral de Tariquía, habla sobre este aspecto: “Antes solo teníamos las reuniones mensuales de la subcentral para resolver los problemas de la comunidades y eso era todo”, indica, y hace hincapié en que hoy, debido a la amenaza que significa para ellos la exploración hidrocarburífera, deben asistir a reuniones de manera frecuente, invirtiendo tiempo y recursos económicos. “Tenemos que andar reunión tras reunión, tengamos plata o no tengamos, igual tenemos que ir por la preocupación de lo que va a pasar en Tariquía”.

Las mujeres se destacaron durante una marcha en defensa de la reserva. Foto de Christian Buitrago

El más radical ha sido un cambio cultural y social en el que las mujeres han tomado un rol protagónico en cuanto al liderazgo de los procesos que afectan a la reserva. Antes ellas se dedicaban al cuidado de la casa, los hijos y las tareas de apoyo a la producción. Hoy cada vez que deben asistir a una reunión, son los hombres quienes deben quedarse en casa y junto a los hijos ocuparse del hogar.

Humberto Romero, secretario general del sindicato de la comunidad de Motoví y uno de los pocos dirigentes varones que actualmente ocupan puestos en las comunidades, considera que el motivo principal de este cambio es que los hombres no fueron consecuentes con la información que trajeron durante un viaje realizado a las áreas que habían vivido la explotación petrolera en la zona del Chaco.

“Es muy penoso decirle que antes de que entren las petroleras se ha ido a recabar información al Chaco, han ido más hombres, ellos han dicho que no es nada recomendable la exploración petrolera”, dice Romero. Y añade que luego de la “injerencia de las autoridades, la mayoría de los varones que fueron al Chaco han cambiado, se han dado la vuelta y han comenzado a apoyar la exploración petrolera en Tariquía”.

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Actualmente, la mayoría de dirigentes de las organizaciones sindicales en Tariquía son mujeres. Solo Motoví y San José tienen a la cabeza a varones. “Antes no hemos corrido apuro de ser autoridades porque no había esta preocupación, éramos más de la casa porque vivíamos tranquilas”, explica Paola Gareca, ejecutiva de la Subcentral de Tariquía.

De acuerdo a testimonios de personas que participaron de las primeras reuniones de socialización de la exploración petrolera, las mujeres fueron las que más cuestionaron y buscaron conocer cuál sería el impacto real de esta actividad en la reserva.

Cristian Buitrago, voluntario de la Pastoral de la Tierra Ecología y Medioambiente, quien participó en las primeras reuniones de socialización de autoridades y comunarios, recuerda: “Las personas que más querían hablar eran las mujeres, pero no les dejaban hablar, había mucho de este machismo que existe en las comunidades, levantaban la mano mucho rato y no les daban la palabra, la cedían después de que hablaban varios hombres. En muchos casos había burla y mofa por parte de los dirigentes. Ellas se han dado cuenta de eso, así que se juntaron los grupos de mujeres de varias comunidades y dijeron: ‘No lo vamos a permitir, nosotros tenemos una forma de vivir, nos hacen falta proyectos de agua pero sabemos lo que pasa cuando entran las empresas petroleras’”.

Paola Gareca fue una de las mujeres que visitó la región del Chaco para conocer diferentes comunidades, entre ellas El Cóndor, y escuchar testimonios de los habitantes sobre el impacto de la explotación petrolera. “Yo he ido al Chaco, al lugar que se llama El Cóndor y a cuatro más, donde hemos ido a conocer tristezas, donde la gente vive en plena pobreza como si de ahí no hubieran sacado nada de los recursos de la tierra”, dice.

Lourdes Zutara recuerda que luego de buscar información y visitar el Chaco, la postura de las comunidades de oponerse a la exploración era firme, sin embargo, todo cambió luego de las reuniones sostenidas entre autoridades regionales y los dirigentes de las comunidades de Tariquía.

Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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