(Mongabay Latam / Miriam Telma Jemio).- El pescado es la base de la alimentación de las comunidades indígenas y campesinas que habitan la Amazonía. Y en la última década, no solo ha disminuido la cantidad de peces en los ríos y lagos de Beni y Pando, como en las comunidades Santacrucito y Loma Alta, sino que también se han elevado los niveles de mercurio por la creciente extracción de oro en la región.

Este problema, además, ha sido confirmado por diversos estudios realizados a lo largo de tres décadas en los ríos Beni y Madre de Dios. Los resultados de estas investigaciones han establecido, por ejemplo, que existen rastros de ese metal pesado en indígenas ese ejas que viven en las riberas del río Beni, entre San Buenaventura (La Paz) y Rurrenabaque (Beni), y que los niveles de toxicidad están por encima de los considerados tolerables por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Y esto preocupa a los expertos, porque se plantea la urgencia de volver a realizar nuevos análisis en las poblaciones que están expuestas al mercurio, considerando que los últimos se hicieron en el 2007 y que la presencia de este metal pesado se ha incrementado de dos toneladas (2010) a cerca de 40 toneladas (2015), debido al auge del precio del oro.

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Menos peces y mayor contaminación

En la comunidad Santacrucito (Pando), en el arroyo Aguarenga, hace algunos años la pesca era abundante, contó Elvira Tibubay Ynuma. “Ahora, cuando van a pescar los compañeros sacan dos o tres, y son chiquitos no más los pescaditos”, dijo.

En la comunidad campesina Loma Alta, del municipio Gonzalo Moreno (Pando), el pescador Melvin Chipunavia Oquita dijo que la disminución es del 40 %, sobre todo de pacú. Sospecha que los peces están migrando por la presencia de las balsas de los mineros. “Se fueron a otro lugar. Cuando ellos (los mineros) no estaban, acá había mucho pescado. Se pescaba con cualquier material, con espinel o con malla. Ahora es difícil”, lamentó.

Un estudio realizado por el Cedib en 2014, estimó que había entre 600 y 800 balsas de mineros explotando oro en el río Madre de Dios, aunque solo 413 contaban con autorización. Cada balsero usaba entre 500 a 1000 gramos de mercurio al día.

Barcazas con dragas de los mineros que aún están la zona de la comunidad campesina Santacrucito de Pando. Fotos: Miriam Telma Jemio.

El impacto de la explotación de oro

La familia de Melvin Chipunavia es una de las tantas que viven cerca a uno de los puntos en los que se desarrolla la minería ilegal en Bolivia, justo en la cuenca del Río Beni, en la unión con el río Madre de Dios, a la altura de la población de Riberalta (frontera entre los departamentos de Beni y Pando).

La situación de estas comunidades se agrava, si tomamos en cuenta que a este escenario hay que sumarle la contaminación que llega desde las poblaciones mineras de Guanay, Tipuani, Coroico, La Asunta y Acaupata, en el departamento de La Paz, donde se explota oro en veta desechando el mercurio a las fuentes de agua que luego confluyen con el río Beni, impactan a las poblaciones de Rurrenabaque y San Buenaventura. Según el estudio de Laurence Maurice, solo el 20 % del mercurio usado es recuperado, el 30 % es desechado en las orillas de los ríos y el 50 % emitido a la atmósfera durante el proceso de amalgamación del oro.

Según el Servicio Nacional de Registro y Control de Comercialización de Minerales y Metales de Bolivia, en 2015, las cooperativas de Tipuani, Guanay, Coroico, La Asunta y Acaupata produjeron 224 kilogramos de oro. Esto significa que usaron 448 kilos de mercurio. Según el investigador Agustín Cárdenas, para obtener un kilo de oro los mineros usan dos de mercurio.

"Cuando los mineros no estaban, acá había mucho pescado. Se pescaba con cualquier material, con espinel o con malla. Ahora es difícil”.

El gobierno boliviano estima que la producción de oro es responsable del 47 % de las emisiones de mercurio, según el libro “Mercurio en Bolivia: Línea Base de Usos Emisiones y Contaminación”, trabajado por la Cancillería y el Ministerio de Medio y Agua como parte de su compromiso con el Convenio de Minamata. Para el efecto, revisaron más de 90 investigaciones realizadas hasta el 2013. La mayoría estaban enfocadas en estudiar los efectos de este metal pesado en los ríos Beni, Iténez y Madre de Dios. Y uno de los resultados más saltantes de estos estudios es que los peces grandes son los que concentran mayores niveles de mercurio.

Entre esas investigaciones está la realizada por la investigadora del IRD en 2001, en el cual resalta que el 78 % de las especies piscívoras (que se alimentan solo de peces) como la Brachyplarystomaflavicans (dorado de piel), Pseudoplarysroma fasciatum (pintado), Leiarius mannoratus (bagre pintado) y Paulicea Lutkini (bagre común), colectadas en los ríos Beni y en Puerto Salinas, presentaban mercurio por encima del límite recomendado por la OMS.

Si una persona que no vive en el área consume pescados con concentraciones ligeramente por encima de las recomendadas, luego irá eliminando lentamente el mercurio. Pero en el caso de los indígenas o campesinos que consumen de manera constante peces como la piraña y el bentón, el riesgo de acumulación es muy alto. “Con seguridad, un estudio demostraría que los niveles de mercurio en humanos ya han alcanzado niveles de riesgo”, alertó Rejas, investigador de la Universidad Mayor de San Simón (Cochabamba).

indígenas ese eja pescando. Foto: Vincent Vos.

Datos de la FAO señalan que en Riberalta una persona consume en promedio más de 3000 gramos por año, más del límite considerado seguro. “Estamos en un nivel de alto riesgo, sobre todo las familias de indígenas y campesinos que viven en las orillas de los ríos, porque el pescado es su principal fuente de proteína (en su desayuno, almuerzo y cena) y también de comercio”, indicó.

Imagen principal: Campesinos de comunidades de Pando y Beni pescando. Foto: Vincent Vos.

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