(Mongabay Latam / Guillermo Reaño).- Son las siete de la mañana y la bruma sigue impidiendo que observemos con claridad las figuras que dibujan las ramas de los árboles cargadas de epífitas que conforman el bosque frondoso y lleno de vida que recorro en compañía de Constantino Rivas Chahuillco, esforzado guardaparque del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP).

La humedad agobia y las gotas de rocío que van cayendo por todas partes entorpecen los pasos que vamos dando sobre la tupida hojarasca. Las avecillas se mueven con disimulo: una cola espina del Apurímac (Synallaxis courseni) canta entre el follaje mientras que un colibrí picoespada (Ensifera ensifera) bate con más prisas sus alas al atisbar nuestra presencia.

Es un escenario soberbio, pienso, mientras admiro por última vez la silueta fantasmal de un Podocarpus glomeratus, intimpa o romerillo para los conocedores, un árbol nativo que en este bosque sorprendente forma un manchal de 600 hectáreas de extensión.

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Esta historia transcurre en la provincia altoandina de Abancay, en las faldas del nevado Ampay, en un paraje donde el frío arrecia y respirar, para muchos, podría ser un imposible.

En el Santuario Nacional de Ampay

El bosque de intimpas del Santuario Nacional de Ampay, un área natural protegida de 3635,50 hectáreas, es el más grande, en su género, de todo el país; tanto así que su creación en 1987 respondió a la ineludible necesidad de salvar de la desaparición tan importante asociación de Podocarpus. Por entonces las intimpas eran las piezas forestales más requeridas por la población de Abancay que las utilizaba para leña, carbón, madera y, aunque parezca mentira, como arbolitos de Navidad llegado el mes de diciembre.

“Ya no las cortamos —comenta don Constantino, 63 años, quechuahablante y nativo de estas quebradas— hemos aprendido a protegerlas. Son otros los problemas que tenemos en el Santuario en la actualidad”, advierte.

Biodiversidad del Ampay. Sobre las ramas de la intimpa se puede encontrar diferentes especies de orquídeas. A la fecha se tiene reportada la existencia de 41 especies diferentes. Foto del Programa Bosques Andinos

El guardián de los bosques que recorro se refiere a un problema ambiental que está diezmando lo que con tanto celo ha venido cuidando su institución: las llamadas quemas de temporada que en un santiamén se convierten en incendios.

El año pasado, para muestra un detalle, uno de estos incendios forestales logró colarse entre las intimpas y los pastizales del cerro Chupapata, muy cerca a la visitada laguna Uspacocha, uno de los íconos turísticos del Santuario, destruyendo por lo menos ochenta hectáreas de vida silvestre.

Hemos ingresado al bosque de intimpas del Ampay, al lado de la laguna Angascocha, con la intención de tomar el sendero que nos habrá de llevar a una zona donde empezaron, a inicios del mes de octubre, los incendios del 2017 en el área protegida que acabaron, según cifras preliminares del SERNANP, con 17 hectáreas del Santuario Nacional de Ampay.

“Ya no cortamos las intimpas. Hemos aprendido a protegerlas. Son otros los problemas que tenemos en el Santuario en la actualidad".

Una tragedia que se repite invariablemente en pastizales y bosques de la sierra del Perú y del resto de países que se arremolinan alrededor de la Cordillera de los Andes, la columna vertebral de Sudamérica. Una catástrofe que amenaza con destruir los otrora majestuosos y continuos bosques de nuestro continente.

Bosques andinos, despensa de futuro

Los datos a veces dejan de lado su frialdad exasperante para expresar con elocuencia realidades que aterran: según HELVETAS Swiss Intercooperation, una institución europea con más de 30 años de trabajo en el Perú, el 60 por ciento del agua disponible de la cuenca amazónica nace en las alturas de los Andes.

Y no solo eso, los bosques andinos cumplen un rol clave en la provisión de bienes y servicios ecosistémicos indispensables para la vida en las ciudades y en el campo. Regulan el clima, atenúan las inundaciones y las sequías, mitigan las emisiones de gases de efecto invernadero, permiten la pervivencia de los hábitats donde se aglomera la biodiversidad de la que tanto nos preciamos.

Los manchales o rodales de intimpas llegan hasta el borde de la laguna Angascocha o laguna seca. Los bosques nativos del Santuario Nacional de Ampay regulan la temperatura de las localidades de sus inmediaciones. Foto de la Agencia Andina

Los bosques andinos reducen la erosión del suelo, regulan los regímenes hídricos de todas las cuencas hidrográficas del área, son fuente inagotable de bellezas escénicas: gran parte de los turistas que visitan la región lo hacen para conocer las joyas que se acomodan entre sus pliegues.

Los ecosistemas de los Andes tropicales tienen una gran riqueza; sin embargo, el cambio de uso de la tierra (para favorecer desarrollos agrícolas y pecuarios) y los repetidos incendios forestales los están reduciendo.

Foto: Programa Bosques Andinos.

Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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