(Mongabay Latam / Jack Lo Lau).- Muy pocos peruanos saben que en el norte del país, entre Amazonas y Cajamarca, un impresionante bosque es una de las maravillas del mundo. Le dicen seco, porque parece serlo, pero basta acercarse un poco más a él, para darse cuenta que la vida también desborda en los espacios más desolados. La primera vez que crucé este espacio donde gobierna el imponente río Marañón, pasé por Balsas. Este es un pequeño pueblo de unas trescientas personas, situado a un poco más de 800 metros sobre el nivel del mar, conocido por sus jugosas frutas y por el calor aplastante. Ahora que volví, el escenario no había cambiado. El sol, como la última vez, nos recibió con una cachetada en el rostro.

Para llegar a este punto del Perú, donde están los Bosques Secos del Marañón, existen dos opciones: entrar por Chachapoyas o por Cajamarca, las dos ciudades más importantes en esta zona del nororiente peruano. El viaje por cualquiera de estas rutas toma entre cuatro y seis horas por una carretera de una sola vía, que acaricia precipicios y está repleta de curvas que marean. Mientras más cerca estás, vas sintiendo el calor que te obliga a abrir todas la ventanas del carro. Estos bosques se extienden a través de las regiones de Áncash, Huánuco, La Libertad, Amazonas y Cajamarca. Por aquí las lluvias no abundan y el suelo parece cuartearse de lo árido de su superficie. Cuesta creer que en un lugar tan caliente como un desierto, infinidad de plantas, aves y cientos de personas, se aferren a vivir ahí. 

En total, los Bosques Secos del Marañón abarcan una extensión que supera los 2 millones 293 mil hectáreas, de las cuales solo el 0.1 % tiene una categoría de conservación en una porción del Parque Nacional Huascarán en Áncash. Alguna vez, Luciano Troyes, director de la UGEL Jaén y uno de los líderes de la conservación voluntaria en esta parte del país, comentó que estos bosques quedaron aislados por varios millones de años, debido a los distintos movimientos de la tierra, que formaron cordilleras y un gran valle encañonado. En la actualidad eso se refleja en el encajonamiento del valle y las montañas que no permiten que grandes nubes y precipitaciones crucen hacia este lado del Marañón. Además, la cordillera Central es otra barrera natural para los vientos y nubosidad amazónica. Todo esto ha permitido mantener las características originales de su vegetación hasta la actualidad. Y esto se refleja en su alto nivel de endemismo.

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Solo en flora, “los Bosques Secos del Marañón son extremadamente ricos en especies endémicas y géneros. Albergan al menos 440 especies de plantas leñosas, entre árboles y arbustos, de las cuales 143 son especies endémicas que corresponden a cerca del 33% del total de la flora. Estos valores son comparables a otros hotspots de biodiversidad como la flora vascular de las islas Galápagos que comprende 560 especies, de los cuales 180 son endémicas (32% del total)”, contó José Luis Marcelo Peña, ingeniero forestal con más de diez años investigando y generando información sobre estos bosques, que si no son protegidos, terminarán desapareciendo. Con estas cifras, podemos afirmar que el endemismo de los Bosques Secos del Marañón es comparable con el de Galápagos, solo que en el Perú, como señalan quienes los estudian, todavía no nos hemos dado cuenta de su valor.

En busca de su protección

Mariana Marín Rodríguez llegó a Balsas de casualidad. Su padre murió y su abuelo, preocupado por los nueve huérfanos, decidió entregarle un pedazo de terreno a cada uno de ellos. Nunca había trabajado la tierra y mucho menos comido una naranja recién salida del árbol. Pero poco a poco se fue enamorando de este lugar, así como conociendo todos los beneficios que el bosque le podía dar. Como el canaquil (Parkinsonia peruviana), un árbol de ramas delgadas, flores amarillas y hojas verde limón que solo se puede encontrar en este pequeño rincón del mundo. 

“Desde que llegué, hemos defendido la naturaleza. Gracias a ella podemos respirar aire puro. Viví catorce años en Lima y no vuelvo más. Acá vivo feliz. Saco mi agua, riego y luego voy a ver mi restaurante. Acá todo es hermoso, las plantas me sorprenden porque no pierden su belleza así no tengan agua. Y muchas nos sirven como medicina. La gente que ha vivido acá siempre sabe todo eso. Una de mis plantas favoritas es el canaquil, de donde sale una goma marroncita, que la aprovechamos para hacer mantequilla, por ejemplo”, contó Mariana para Mongabay Latam, sin saber que este árbol que tanto le gusta y conserva, está considerado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en Peligro Crítico de conservación.

La especie endémica más representativa en este bosque es la Leguminosae. Foto: Otto Alegre – SPDA.

“Mira ese cactus. Cuando se cae y se seca, nos sirve como troncos o columnas para las casas. Por acá los hemos encontrado en construcciones de los antiguos. Es muy resistente. Por eso te digo, sin este bosque la vida no sería la misma aquí. En mi chacra, tengo limones, mangos, naranjas, y de eso vivimos también. Ahora que el limón ha estado bueno el precio, nos han pagado hasta 500 soles por saco. ¿Cómo nos van a decir que esto no sirve?”, dijo Mariana mientras recordaba los innumerables conflictos que, meses atrás, se dieron en la zona por los proyectos de represas que planeaban convertir al río Marañón en una gran piscina. Ella, como toda la gente con la que conversamos en Balsas, no está de acuerdo con estas construcciones. Según los investigadores Matt Finer y Clinton N. Jenkins, la construcción de estas represas desplazaría al menos a diecinueve comunidades, que así como Balsas, dependen de los campos de cultivo que tienen a orillas del río Marañón. De la misma forma, estos investigadores confirman todos los beneficios de este bosque: regula el clima, permite la agricultura, provee fibra, alimentos, leña y más.

Además de las represas que se quieren construir a lo largo del Marañón y que tanto conflicto han llevado a la zona, otras actividades también ponen en peligro a los Bosques Secos del Marañón. “A pesar de que los datos acumulados muestran que el valle del Marañón abriga una alta riqueza de especies vegetales y animales única, no hay áreas protegidas dentro del valle. La acelerada fragmentación del paisaje se debe a la agricultura, pecuaria, construcción de carreteras, crecimiento poblacional e invasiones de tierras, así como la creciente demanda por especies combustibles que representan una serie amenaza para los bosques del valle del Marañón. Aunque ningún estudio cuantitativo de estas amenazas fue publicado, las actividades antrópicas sobre la degradación o la pérdida de la floresta es evidente en el campo”, afirmó con preocupación José Luis Marcelo Peña, también profesor de la Universidad Nacional Agraria La Molina.

Una propuesta decente

Los Bosques Secos del Marañón son un ecosistema al que hay que proteger. Por eso el Gobierno Regional de Amazonas está impulsando el Área de Conservación Regional (ACR) Bosques Tropicales Estacionalmente Secos del Marañón para conservar 13 929 hectáreas, distribuidas entre las provincias de Chachapoyas y Luya, específicamente en los distritos de Providencia, Pisuquia, Cochabamba y Balsas, en el departamento de Amazonas.

"Queremos lograr el reconocimiento de este ACR para garantizar la conservación de este espacio y poco a poco buscar la protección de este importante lugar del planeta".

Es necesario y urgente establecer el Área de Conservación Regional para poder realizar proyectos de gran envergadura que logren la puesta en valor de este recurso turístico, como es el Cañón del Marañón, y se convierta en una oportunidad de desarrollo sostenible para Amazonas”, declaró Gilmer Horna, Gobernador Regional de Amazonas.

Hay que señalar que esta propuesta trabajada desde el 2012 en setenta caseríos, “ha logrado levantar todas las observaciones emitidas por SERNANP (Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado) y actualmente se está esperando que su directorio apruebe el expediente técnico y se eleve la propuesta con opinión favorable al MINAM (Ministerio del Ambiente). Luego se elevará a la PCM (Presidencia del Consejo de Ministros) que es la que hará la evaluación final y decidirá el reconocimiento con la firma del presidente a través de un decreto supremo”, le explicó a Mongabay Latam, Iván Alexander Mejía Castillo, coordinador de áreas de conservación en las sedes Amazonas y Cajamarca para la ONG Naturaleza y Cultura Internacional (NCI), que está ayudando a impulsar esta nueva área de conservación. En Perú existen 18 Áreas de Conservación Regional, en 12 departamentos. Esta sería la primera en Amazonas.

“La propuesta de ACR no incluye el cauce del río, pero sí desde una zona intermedia, para que no choque con las concesiones existentes en el Marañón para las represas. Queremos lograr el reconocimiento de este ACR para garantizar la conservación de este espacio y poco a poco buscar la protección de este importante lugar del planeta”, sentenció Mejía, que espera con ansias la firma del presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski.

Una versión ampliada de esta historia fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.

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