(Mongabay Latam/Guillermo Rico).- El característico sonido del machete estrellándose contra la madera se hace más notorio a medida que se divisan unos jornaleros durante el proceso de desmonte de un potrero, en una finca ubicada en la vereda Perico de Honda, en Tolima. Cada machetazo espanta a especies de aves como el trepatroncos pardo (Dendrocincla fuliginosa) y a una docena de garrapateros (Crotophaga ani) que habitan este bosque seco tropical de Colombia, situado a orillas del río Magdalena, y hasta donde ha llegado Mongabay Latam para conocer el estado de conservación de este ecosistema.

Numerosos palos de guásimo (Guazima ulmifolia) y de iguá (Albizia guachapele), que salen del desmonte, son utilizados para levantar cercas y el material vegetal restante es picado y arrumado para luego ser quemado. Luego de este proceso, todos los tocones (sobrante del tronco luego de cortar el árbol por el pie) y remanentes son impregnados generosamente con agroquímicos para evitar la recuperación del bosque. Una vez que comiencen las lluvias, la semilla de Angleton (gramínea introducida para alimentar al ganado) se esparcirá por el potrero y se fumigará la maleza que asome entre la naciente pastura. La parcela a orillas del río Magdalena va a utilizarse para cebar no más de seis novillos de 300 kilogramos que representarán para su propietario una ganancia neta de 1000 dólares durante los próximos seis meses.


Finca ganadera en Honda, Tolima. Se observa remanentes de bosque seco tropical en el horizonte. Foto: Guillermo Rico.

Para Helena García, investigadora de Fedesarrollo, organización dedicada a la investigación en temas de política económica y social en Colombia, el costo de oportunidad de la tierra determina el uso que se le dará. “Por ejemplo, a medida que aumenta el tamaño de los centros poblacionales y su demanda de alimentos, aumenta el costo de oportunidad de los bosques cercanos. Es más rentable transformarlos para llevar a cabo actividades agrícolas o ganaderas que mantenerlos en pie”. En otras palabras, como los bienes y servicios de los bosques no representan un valor económico dentro de los mercados tradicionales, los propietarios de los terrenos donde aún prosperan remanentes de bosque tropical, optan por la tala en búsqueda de desarrollar actividades económicas como la ganadería y la agricultura.


Pradera establecida con gramíneas introducidas que han reemplazado al bosque seco tropical en la vereda Perico, Honda, Tolima. Foto: Guillermo Rico.

 

Javier González, experto en sistemas silvopastoriles, le explicó a Mongabay Latam que la mayoría de los ganaderos ven el bosque seco tropical como un terreno enmalezado dentro de sus fincas que se debe limpiar para dar paso a gramíneas introducidas como la Brachiaria sp., el Angleton y el Puntero, y así lograr criar y cebar más cabezas de ganado en menos tiempo. No resulta extraño entonces que en tiendas agropecuarias como La Hormiga (ubicada en el centro de Honda, Tolima) y Agromundo (localizada en La Dorada, Caldas), los agroquímicos herbicidas como glifosato y picloram, sean de los productos más vendidos a los ganaderos de la región.

Si bien el grueso de los ganaderos se empeña en toconear los arbustos, enredaderas y leguminosas arbustivas, desconocen en la mayoría de los casos los enormes beneficios que estos representan. Según González, el componente leñoso del bosque seco tropical cumple un papel muy importante en la productividad de las fincas ganaderas, ya que proveen múltiples bienes, como la madera y alimento para el ganado y servicios como la sombra, la fijación de carbono y la conservación de la biodiversidad.

Además, el alto endemismo y la diversidad biológica que caracteriza al bosque seco tropical hace que la conservación de este ecosistema sea prioritaria, no solo en Colombia sino a lo largo de toda su distribución geográfica, como lo explicó Rodolfo Dirzo, investigador asociado en ecología de ecosistemas tropicales de la Universidad de Stanford.

Pero hay quienes entienden la función ambiental del bosque seco tropical dentro de sus explotaciones agropecuarias. Así lo considera Ernesto Albornoz, propietario con su familia desde hace una generación de una finca ganadera en la vereda Arrancaplumas en Honda, Tolima (centro del país), conformada por al menos 500 hectáreas, de las cuales quizá el 60 % corresponden a remanentes de bosque seco tropical en zona de ladera. “El monte es clave para poder levantar las crías de las vacas y defendernos en los intensos veranos”, aseguró. En esto coincide Manuel Carvajal, dueño de una hacienda ganadera ubicada en Suárez, Tolima (centro del país), “el bosque es el alma de mi finca”, sostuvo.


Potrero con gramíneas introducidas en finca ganadera ubicada en la vereda Arrancaplumas, Honda, Tolima. Foto: Guillermo Rico.

 

Un bosque fragmentado

Desde el puente La Libertad, en los límites de los departamentos de Cundinamarca y Tolima (centro de Colombia), por la vía que comunica Bogotá con Manizales, no solo se siente la fuerte brisa que acompaña el paso del río Magdalena, también se pueden divisar los últimos remanentes de bosque seco tropical que quedan en la región.

Fincas ganaderas y arroceras establecidas desde hace décadas son grandes generadoras de empleo en la región. Empresas agropecuarias como Pajonales y ganaderías tradicionales como La Plata y El Puente son un referente en la zona y, han contribuido al desarrollo económico y social de esta parte del país, pero para lograr establecer estos sistemas productivos fue necesario fragmentar y casi eliminar el bosque seco tropical.

El bosque seco tropical se caracteriza por distribuirse por debajo de los 1000 m.s.n.m., con precipitaciones inferiores a 1500 mm. Este tipo de ecosistemas está conformado por especies caducifolias con ciclos estacionales bien definidos, asociados con los periodos de lluvia y estiaje: ciclos de floración y fructificación sincronizados, altas tasas de natalidad y crecimiento para aprovechar periodos favorables, formas de estiaje para tolerar periodos secos. Cuentan además con elevada diversidad, suelos fértiles y aptos para actividades agropecuarias, abundantes maderas de importancia económica. Para Germán Márquez, investigador experto en transformación de ecosistemas, su potencial económico y las condiciones secas propician su tala y quema, lo que explica su virtual extinción en el país. Se estima que al menos un 40 % de la cobertura original del territorio continental de Colombia se ha perdido, y el bosque seco tropical es uno de los ecosistemas en mayor riesgo de desaparición. Para el Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt (IAvH) en el país solo queda el 8 % del bosque seco, de los 9 millones de hectáreas estimadas en los años 80. Esto ha sido consecuencia directa de la fragmentación, que se reconoce como uno de los eventos más importantes en la pérdida de la biodiversidad en zonas tropicales, debido a que modifican las condiciones ambientales, el tamaño poblacional de las especies y el flujo genético de las poblaciones, produciendo cambios en la distribución, estructura y funcionamiento de las comunidades y la extinción.

En Colombia el bosque seco tropical está presente en la región Caribe, los valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, la región NorAndina en Santander y Norte de Santander, el valle del Patía, Arauca y Vichada en los Llanos orientales. Según un estudio del IAvH, el bosque seco tropical en el valle del río Magdalena está distribuido principalmente en los departamentos del Huila, Tolima y Cundinamarca (centro del país) y su extensión no supera las 130 000 hectáreas. Está aislado de la región Caribe por los bosques húmedos del valle medio del Magdalena y de las demás regiones de bosque seco en Colombia por la cordillera Central de los Andes.

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