(Mongabay Latam / Jeanfreddy Gutiérrez Torres).- El cardenalito (Spinus cucullatus) es considerado sentimentalmente como el ave nacional de Venezuela tras el amplio trabajo de difusión de la Fundación Ornitológica Phelps y a pesar de que el turpial (Icterus icterus) lleva ese título de manera oficial.
Drai Cabello, biólogo y presidente de Asociación Civil para la Conservación de la Biodiversidad Venezolana, reflexiona sobre su importancia en el país. “Es un ícono en conservación tras la casi extinción por el tráfico antes legal y ahora ilícito. Gracias al trabajo de los ambientalistas que impulsamos una fuerte campaña por medios tradicionales y redes, ahora los venezolanos, quienes quizás nunca han visto el ave, saben que existe”. El observador de aves y ambientalista Rafael Gianni, miembro de la Unión Venezolana de Ornitólogos, resalta la importancia biológica del cardenalito y coincide en llamarlo “ícono”.
El arraigo cultural del cardenalito ha inspirado canciones folclóricas, pinturas y una amplia simbología urbana y cultural en el estado Lara. El 95 % de sus poblaciones han sido ubicadas en territorio venezolano, pero se han encontrado pequeñas poblaciones en el Territorio Esequibo (en Guyana, pero reclamado diplomáticamente por Venezuela), y la fronteriza ciudad colombiana de Cúcuta. Estudios impulsados por la Iniciativa Cardenalito, una alianza internacional de entes públicos y privados para la conservación de esta especie, tratan de establecer si son introducidas.
Jhonathan Miranda, biólogo especializado en ornitología y quien desde 2012 emprendió la búsqueda de poblaciones de cardenalito como investigador de campo para la Iniciativa Cardenalito, se ha encargado de capturar ejemplares para obtener datos para los estudios genéticos. “Como ave es importante para la dispersión de semillas, pero además es un pájaro supervenezolano”, indica.
El cardenalito da nombre al equipo de béisbol Cardenales de Lara y al reconocido cantante folclórico Reinaldo Armas. También inspiró al cantautor Simón Díaz y adorna el reverso de los billetes de 100 bolívares (entre 0,02 y 0,14 dólares según el cambio paralelo u oficial), el de más alta denominación en Venezuela hasta 2008; y el de 20 000 bolívares (entre 4 y 28 dólares según mercado paralelo u oficial) a partir de 2017, cuando se introdujo una nueva familia de billetes.
Principales amenazas
Esta especie se encuentra En Peligro de extinción según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y En Peligro Crítico según el Libro Rojo de la Fauna Venezolana coordinado por la ONG Provita. Después de haber habitado de forma abundante en varios estados de Venezuela —desde el andino Mérida hasta el centro-costero Miranda, pasando por el pie de monte de Barinas y sobrevolando por los vientos cálidos de Zulia y Falcón— ahora está en puntos aislados del país, principalmente en los estados Lara, Miranda y Sucre.
El ave, de vistoso plumaje rojo bermellón y negro, está incluida en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (CITES).
La destrucción de los bosques que habitan por la expansión de la frontera agrícola y el crecimiento demográfico desordenado, según el estudio histórico realizado en 2011 por Carlos Pacheco, Inmaculada Aguado y Danilo Mollicone para la Universidad de Los Llanos, la caza furtiva (hasta principios del siglo XX para decorar sombreros), la captura para tenerlas como mascotas y el uso para hibridación con el objetivo de criar canarios rojos, como indicó el estudio de bioquímica y genética de Rosa María Martínez-Espinoza y José Antonio Abellán en 2016, han diezmado a una población que ahora oscila entre los 300 y 3000 ejemplares, según estimaciones realizadas en 2016 por la Iniciativa Cardenalito, después de haberse calculado hasta 3 millones de ejemplares en toda Venezuela hasta hace 60 años, de acuerdo con Provita.
El ornitólogo William Phelps —reconocido en Venezuela por su trabajo científico y de difusión con la fundación ornitológica Phelps— precisó en la década del 60 que encontró una inmensa presión económica y humana sobre las poblaciones. Uno de sus estudios, publicado en 1985, junto a la investigadora norteamericana Saide Coats, cifró que quedaban apenas entre 600 y 800 ejemplares en todo el país, especialmente por la presión a causa de la demanda de criadores en Europa.
El cardenalito puede vivir en hábitats tan distintos como bosques húmedos en las cordilleras y bosques deciduos y matorral espinoso en las zonas áridas e intervenidas cercanas, comúnmente en altitudes entre los 400 y los 1400 metros, según revela la Lista Roja de la Fauna Venezolana de 2016. El cardenalito puede tener hasta dos puestas de huevos por año con entre dos a cuatro pichones por anidada. Se alimenta principalmente de semillas, mide entre 10 y 11 centímetros y pesa alrededor de 12 gramos.
Una especie protegida
El Sistema Venezolano de Información sobre Diversidad Biológica (SVIDB), adscrito al Ministerio de Ecosocialismo y Aguas (antes de Ambiente) lo incluye en la lista de especies en peligro de extinción. La especie está protegida por resolución número 436 del 7 de diciembre de 1982 del entonces Ministerio del Ambiente, por el decreto número 6176 de 2006 de la Gobernación de Lara y el decreto presidencial 1485 del 11 de septiembre de 1996, que prohíbe su captura y venta de forma indefinida. Sin embargo, las sanciones aplicadas raramente implican cárcel.
En 2014 dos personas fueron condenadas a realizar tres meses de servicio comunitario por cazar 65 aves protegidas en territorio indígena, mientras que al año siguiente un hombre acusado de querer vender dos cardenalitos recibió una régimen de presentación en tribunales cada 30 días, la misma pena dada en 2011 a un hombre por poseer uno, aunque la Ley Penal del Ambiente estipula de tres a cinco años y una multa que podía ascender a 300 dólares del mercado paralelo y más de 2000 en el cambio oficial por la pesca o caza de fauna silvestre, con cualquier fin.
El abogado José David Muñoz, de la Asociación para la Defensa y Protección de los Animales (Asodepa), explica en conversación con Mongabay Latam que la Ley de Fauna Silvestre, Doméstica y en Cautiverio —proclamada en 2010— y el Código Penal establecen hasta doce meses para todo el proceso judicial hasta la sentencia final. “Lo común es que se tarda todo ese tiempo”, explica el jurista.
“Las penas son muy escuetas. Las más altas logradas efectivamente son de 100 unidades tributarias (poco más de seis dólares al cambio paralelo más alto y poco más de 40 al oficial). Algunos abogados estamos solicitando una modificación en el texto normativo, que sea punitivo con privación de libertad como está sucediendo en Colombia”, indica Muñoz.
La Ley también contiene la obligación de abrir refugios animales para el control y gestión pública en cada uno de los 335 municipios del país, aunque ninguno ha sido creado, denuncia Muñoz. Agrega que en aquellas ciudades donde se han promulgado ordenanzas contra el maltrato animal no se suele aplicar mientras que los cuerpos policiales tampoco conocen el alcance de estas medidas, según el jurista.
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Portada: La población se redujo de 3 millones de ejemplares a apenas pequeñas colonias entre 300 y 3000 en toda Venezuela. Foto cortesía de Jhonathan Miranda / Iniciativa Cardenalito
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