(Mongabay Latam / Daniela Aguilar).- En Guayaquil, quien quiera ver al papagayo emblema de la ciudad solo tiene que pasar por una concurrida avenida del norte de la urbe. Allí está, con un porte de 12 metros, el imponente y pintoresco monumento al Papagayo de Guayaquil (Ara ambiguus guayaquilensis), estructurado con 70 000 piezas de cerámica. Es una obra que inauguró el alcalde Jaime Nebot el 8 de noviembre de 2006. Además de atraer turistas, su objetivo —en palabras del artista que lo trabajó, Juan Marcelo Sánchez— “también era proteger a las aves”.

El monumento al Papagayo de Guayaquil fue inaugurado por el alcalde de la ciudad en 2006. Foto de la Dirección de Prensa del Municipio de Guayaquil.
Fueron tiempos en que el papagayo cobró relevancia, como no la había tenido en décadas anteriores, al menos tratándose de proyectos. Todo derivado de la alarma que se generó con la publicación del Libro Rojo de las Aves del Ecuador (2002) —primera y última edición que se ha hecho de esta investigación— en que se estimaba una población de entre 60 a 90 individuos de la subespecie guayaquilensis. Allí estaba declarada en peligro crítico de extinción esta ave, una de las dos subespecies del Ara ambiguus (Guacamayo Verde Limón) que se encuentran en Ecuador. La otra es el Ara ambiguus ambiguus o Guacamayo Verde Mayor, que está presente en la provincia de Esmeraldas, así como en Colombia y países de Centroamérica, especialmente en Costa Rica.
Son especies muy parecidas, diferenciadas por el color de ciertas plumas en la cresta y el cuerpo. Otra diferencia se ha establecido en la investigación de genes, pues el guayaquilensis es un papagayo de bosque seco y el Verde Mayor es de bosques húmedos, por lo que su alimentación varía.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza mantiene desde 2004 al Ara ambiguus en su lista roja de animales en peligro de extinción. En su informe reúne a las dos subespecies presentes en Ecuador.
A raíz de la publicación del Libro Rojo que mencionaba al Papagayo de Guayaquil, en esa ciudad se emprendieron otras acciones aparte de la inauguración del monumento. Los resultados están marcados por cierta insatisfacción, sin que se haya perdido el optimismo. “En temas de conservación es muy contraproducente ser pesimista”, dice Eric Horstman, biólogo estadounidense radicado en Guayaquil, quien es uno de los más involucrados en la lucha por salvar al ave característica de esta ciudad.
Bandadas a inicios del siglo XX
En Guayaquil resulta una misión casi imposible poder observar a los papagayos volando en libertad. No siempre fue así. Existen reportes del famoso ornitólogo estadounidense Frank Chapman, quien fue además naturalista y banquero, y viajó por el mundo para conocer las múltiples clases de aves existentes a principios del siglo XX. A Ecuador llegó en la década de los 20 y las memorias de su viaje las plasmó en uno de sus libros “The Distribution of bird-life in Ecuador”, publicado en 1926. Allí, comenta Horstman, Frank Chapman relataba cómo vio volar a bandadas de papagayos por los cerros de la ciudad, en un espectáculo que lo cautivó. También hay testimonios similares de hace 40 años, de habitantes cercanos a la vía que conduce de Guayaquil a las playas.

Tomás es uno de los dos papagayos que viven en el Parque Histórico de Guayaquil, un zoológico bajo control del gobierno. Tiene 9 años y es macho. Es el único en exhibición pues su compañero Cuasimodo tiene problemas en la columna y no puede trepar. Foto de Sara Puertas
Uno de los cerros que visitó Chapman era el Cerro Blanco. El mismo sitio al que llegó Hortsman mucho después, pero para quedarse.
Eric Horstman es el director de la Fundación Pro-Bosque a cargo del Cerro Blanco, una de las pocas reservas naturales que se conservan en Guayaquil y que ha sido el hábitat por siempre del papagayo. Él también tuvo la posibilidad de ver una pareja en su estado natural. Ocurrió en 1990, un año después de su llegada a Ecuador. Su primera tarea fue encontrar una especie que se convierta en el emblema que en adelante caracterizaría al Cerro Blanco. En esa búsqueda, abriendo trochas en medio de la vegetación, se topó con estas aves. Lo relata como si hubiese ocurrido ayer: “Vi a los dos volando, llegando a un árbol pijío —el más grande que hay en el bosque seco— posaron allí un buen rato y se fueron. Me quedé impactado. Yo había visto en zoológicos pero no es lo mismo. Volando en libertad, hasta la manera de sus gritos es distinta a la bulla que hacen estando en cautiverio”.
Desde entonces, el papagayo se constituyó en el símbolo de Cerro Blanco. Una distinción que, sin embargo, no ha permitido cambiar los pronósticos negativos sobre su suerte. Al menos hasta ahora.
Ave símbolo de la ciudad
La edificación del monumento del papagayo en 2006 no fue un hecho aislado. Un año antes también intervino el Ministerio de Ambiente. El 27 de enero de 2005 hizo oficial la “Estrategia para la conservación del Papagayo de Guayaquil”. El diagnóstico era poco alentador:
“Que la situación del papagayo de Guayaquil en Ecuador es considerada crítica y es una de las tres especies de aves identificadas como más propensas a desaparecer en los próximos 5 – 10 años, si no se realiza un esfuerzo concertado para proteger y aumentar los pocos remanentes de poblaciones muy dispersas en la costa ecuatoriana”, dicta uno de los considerandos del acuerdo ministerial que se expidió sobre el tema y que a la vez que identificaba una población de entre 60 a 90 individuos o, a su vez, entre 20 a 30 parejas.
La situación ameritó, por primera vez, un trabajo en equipo para esta tarea. Ese equipo quedó integrado con delegados del Ministerio del Ambiente, del Municipio de Guayaquil, de la Fundación Pro-Bosque, y de la Fundación Ecológica Rescate Jambelí. Corría el año 2005. Parecía que la suerte del papagayo podía cambiar para bien. En julio de ese año, el Municipio decidió, por resolución del pleno del Concejo Cantonal, declarar a esta especie “Ave símbolo natural de la ciudad”, con el objetivo de preservarla y crear la conciencia entre los ciudadanos respecto a los peligros de extinción.
El Ministerio de Ambiente, en comunicación enviada a Mongabay Latam, asegura que “actualmente se realizan censos para establecer el estado poblacional de la especie”.
Destrucción de hábitat, el mayor riesgo
El Ara ambiguus guayaquilensis es un ave de 76 a 84 centímetros de longitud, que ha sido muy poco estudiada en Ecuador. Uno de los investigadores que lo ha hecho es el director del Herbario de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Guayaquil, Xavier Cornejo. En una de sus publicaciones, Cornejo detalla que “son aves predominantemente de color verde con frente de color rojo vivo, las porciones laterales de las alas y la parte baja de la espalda son de color azul”. La especie madre, Ara ambiguus, se encuentra distribuida en las tierras bajas desde Honduras hasta la costa de Ecuador. En Ecuador existen dos poblaciones, contando la subespecie que habita en Guayas, en los bosques secos, y que tomó el nombre de Guayaquil. Son animales considerados monógamos, que se toman su tiempo en escoger su pareja, a la que no cambian así haya muerto. ¿Cuánto tiempo pueden vivir? Según Eric Horstman, hay evidencias de papagayos que en cautiverio han pasado de los 60 años. Él cree que en estado natural su promedio de vida es menor, debido a los factores de riesgo que deben enfrentar.

En cautiverio hay 50 papagayos de Guayaquil, en su mayoría, nacidos en trabajo a cargo de la fundación privada Jambelí. Foto de la Fundación Jambelí
Lo que también sabe Horstman, quien recibió a Mongabay Latam en su oficina ubicada en medio del bosque que protege, es de qué se alimentan y donde anidan. Justamente de semillas y árboles que también enfrentan un serio peligro de extinción. “En los estudios hemos visto que ellos buscan una especie de árbol para alimentarse que se llama Cocobolo, que fue la especie de árbol dominante en Cerro Blanco. Ese árbol era de madera muy dura, por eso lo cortaron mucho y ahora casi no se encuentra. Ese árbol produce una nuez bastante grande y un investigador, Karl Berg, quien trabajó con nosotros, confirmó que esta especie en términos de proteínas era lo más valiosa. Cuando salen las nueces de este árbol, llegaban los papagayos en búsqueda de su alimento”. Mientras, para anidar, los papagayos prefieren el Pijío, un árbol que también fue depredado. Por eso una de las tareas que se ha impuesto la Fundación Pro-bosque, con Horstman a la cabeza, es la instalación de nidos artificiales. Una iniciativa que no ha tenido resultados visibles por ahora.
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Portada: En la actualidad se realiza un censo para establecer el número aproximado de individuos de la población del Papagayo de Guayaquil. Foto de Sara Puertas
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