(Mongabay Latam / Daniela Mejía).- El único espécimen que se conocía hasta el siglo XIX lo colectó Charles Darwin. Como muchas otras aristas que arman la historia de esta tierra rodeada de agua, el hallazgo de aquel ejemplar se debe al famoso científico. Ocurrió en 1835 en la isla Floreana, la sexta más grande del archipiélago de Galápagos. Y 25 años después, en base a esos registros, el alemán Albert Günther le dio la denominación que la convirtió en la primera especie de culebra descrita en la región insular del Ecuador. Porque sí… en Galápagos hay más que tortugas gigantes, piqueros patas azules o iguanas marinas, su fauna estelar.
Günther —reconocido taxónomo de reptiles, con más de 340 descripciones de legado científico— estudió ese único ejemplar, hembra, y lo nombró culebra de Floreana (Pseudalsophis biserialis biserialis) en 1860. Valiéndose de las metodologías y técnicas de sus tiempos, los investigadores que intentaron suceder al trabajo de Günther no registraron avances significativos.
“No hay mucho material en museos”, dice a Mongabay Latam Luis Ortiz-Catedral, líder del proyecto Filogeografía y diversidad de culebras endémicas de Galápagos, con el cual se espera alcanzar un mejor entendimiento sobre número y distribución de estos animales. Algo “crucial para un manejo integral de la biodiversidad de las islas”, sostiene.
Los gatos y ratas que aparecieron a medida que las islas comenzaron a ser habitadas produjeron un impacto que ahora se busca revertir. Al alimentarse de ellas, provocaron que las culebras de Floreana desaparecieran de la isla del mismo nombre.
“La culebra de Floreana está localmente extinta en esa isla, es decir, originalmente se encontraba ahí, pero desapareció a principios de 1900. La misma especie, sin embargo, persiste en los islotes Champion y Gardner”, explica Danny Rueda, director de Ecosistemas de la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG).
Esa desaparición las convirtió en protagonistas del trabajo científico en el que están colaborando la Universidad de Massey, en Nueva Zelanda, a la que pertenece Ortiz-Catedral; Island Conservation y la DPNG .
La teoría de los investigadores es que estos islotes adjuntos a Floreana, al no tener especies introducidas, “sirvieron como un arca de Noé, por así decirlo, para las culebras que estaban ahí y son las que estamos estudiando”, apunta Ortiz-Catedral.
Los hallazgos
En los últimos 24 meses la investigación ha permitido desentrañar información que se desconoció durante más de 150 años y unir las partes sueltas de este entramado herpetológico. La primera fase del proyecto se desarrolló a finales del 2015. La segunda, en marzo pasado. En estas instancias se obtuvieron datos poblacionales y relacionados a la morfología de la culebra de Floreana, también conocida como Galápagos racer.
Ahora se cuenta con la estimación poblacional para la Pseudalsophis biserialis biserialis en los islotes de Gardner y Champion: aproximadamente 1300 individuos, con 1200 solo en Gardner.
Otros datos inéditos corresponden a la caracterización de las tallas. Se pensaba que las culebras de Floreana medían entre 40 y 50 centímetros, pero en realidad su longitud va de 20 a 130 centímetros.
En cuanto a la dieta, se ha podido determinar que las presas que consumen con más frecuencia son los geckos de Floreana y las lagartijas de lava, que también son afectadas por la presencia de animales introducidos.
Actualmente se están levantando análisis de variabilidad en escamas y coloración. A cada culebra capturada se le realiza un conteo de las escamas que tiene en la cabeza y en la parte dorsal, ventral, a fin de cotejar estos datos con los registros de un catálogo fotográfico y distinguir sexos y edades.
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Portada: La Pseudalsophis biserialis biserialis en el islote Gardner. Foto cortesía de la Dirección del Parque Nacional Galápagos
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