[Mongabay Latam / Eduardo Franco Berton (RAI)].- “Ellas llegan al atardecer, pasan en grupos gritando”, nos comenta Aleni Hinojosa, habitante del municipio de Pasorapa, en el Departamento de Cochabamba, mientras llegamos presurosos a un bosque cercano a la orilla de un riachuelo, esperando que nuestro largo recorrido haya dejado tiempo para el esperado avistamiento al esconderse el sol.
El reloj marca las seis de la tarde, alistamos los equipos fotográficos y de filmación, pero mientras eso sucede un grupo de seis Guacamayos Frente Roja nos sorprende volando encima de nuestras cabezas. “¡Por allá van!”, señala Hinojosa con su dedo. Las siluetas de las aves se pierden en un horizonte de peñascos y arbustos medianos, dejando atrás el eco de sus chillidos.

El Guacamayo Frente Roja es una de las pocas especies de psitácidos neotropicales que establecen nidos en huecos de acantilados. Foto cortesía de Armonía / Stephen Reichle
Es la primera vez que las vemos en su hábitat natural, y pese a ser un efímero encuentro, la emoción del avistamiento cubre nuestras expectativas, y hace que la prolongada y extenuada travesía de ocho horas haya valido la pena.
Encontrar al Guacamayo Frente Roja (Ara rubrogenys) –conocido localmente como paraba– es cada vez más complicado. Su población ha decrecido bastante la última década, hasta situarse entre apenas unos 800 a 1000 ejemplares en vida silvestre, según la Asociación Civil Armonía, ONG boliviana que trabaja por la conservación de las aves amenazadas del país. Esto ha colocado al ave en la categoría En Peligro Crítico (CR) en el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia (2009). A nivel internacional se encuentra descrita En Peligro (EN) en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, y la CITES la tiene en su apéndice I.
Apreciar el vuelo de este guacamayo es una experiencia magistral. En su cabeza presenta una franja frontal de color anaranjado rojizo con parches auriculares del mismo matiz. Mientras vuela, sus alas superiores despliegan un azul intenso, que se torna amarillo en las alas inferiores. Un verde oliváceo acompaña el resto de su cuerpo, que combina con una coloración rosácea en la poca piel desnuda que tiene su cara. Esta experiencia hasta despierta una especie de patriotismo simbólico, ya que la Frente Roja lleva sobre sí los colores de la bandera boliviana: rojo, amarillo y verde.
Lamentablemente, la beldad casi artística de los tonos de sus plumas, llama la atención no solo de los conservacionistas, sino también, de traficantes de aves.
Principales amenazas
Según reportes de Traffic USA, el 82 % de 34 625 guacamayos de todos los que ingresaron de forma ilegal a Estados Unidos entre 1979 y 1982, procedían de Bolivia. Esto significa 28 392 de estas aves, mientras que otra cantidad mayor habría sido enviada a Europa y Asia.
Francisco Rojas, comunario del municipio de Saipina, departamento de Santa Cruz, afirma que antes veía más Frente Roja en la zona. “En años anteriores para nosotros era muy normal ver sobrevolar a esta ave, pero en mayor cantidad. Frecuentaba cultivos de maíz y maní, era parte de nuestras costumbres que se mande a los hijos a espantarlas para proteger los cultivos, a pesar de que los daños no eran significativos”.
Rojas comenta que en los años 80 y 90 aparecieron comerciantes de guacamayos y uno de los más requeridos era la Frente Roja. “Ellos portaban redes para la captura, pero no podían solos, entonces contrataban algunas personas de la comunidad pagándoles el doble de su jornal de trabajo para capturar una mayor cantidad de loros”, recuerda.
En 1996 la investigadora Patricia Ergueta estimó que la población de esta especie estaba entre 5000 y 8000 individuos. Estudios posteriores en 2006 establecieron el número entre 1000 y 3000 individuos.
Si bien el tráfico internacional ha bajado considerablemente, este tuvo su impacto en la disminución de la especie. Sin embargo, el tráfico doméstico continúa siendo una amenaza para el ave. Una publicación de Armonía en 2008 reportó que 57 individuos de Frente Roja fueron comercializados en el mercado Los Pozos de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Estudios recientes de la institución han mostrado que el municipio de Toro Toro, en el departamento de Potosí, es un lugar donde existe una red de contactos locales a los cuales los traficantes recurren para adquirir individuos silvestres del guacamayo.
Armonía indica como referencia que un Guacamayo Frente Roja es vendido por traficantes dentro de Bolivia a un precio de 250 a 300 dólares americanos, mientras que en el extranjero, en la época de mayor tráfico internacional, llegaba a costar entre 1000 a 1500 dólares.
Esta institución cuenta que 21 personas de Toro Toro fueron sindicadas por pobladores locales como los que mantienen guacamayos Frente Roja en cautiverio para ofrecerlos a los traficantes. Así también, 32 personas fueron señaladas como contactos de traficantes del ave por varios de los entrevistados.
El hecho de que este lugar sea un centro de tráfico ilegal se debe a que se encuentra entre uno de los sitios importantes de alimentación de la especie, ya que se ubica en la cuenca del río Caine, entre el fondo de un valle y la ribera del río, donde gran parte de los campesinos se dedican a cultivar maíz y maní.
Estudios han demostrado que los loros se encuentran entre los animales silvestres que la población local aprecia tener como aves de compañía. El investigador español José Luis Tella y otros autores reportaron en una publicación científica de 2013 que 45 Frente Roja eran mantenidas como mascotas en varias localidades a lo largo del área de distribución de la especie.
La naturaleza de esta actividad ilegal la hace difícil de cuantificar, y representa un reto. Pese a existir normativa que regula esta actividad, como la Ley del Medio Ambiente N° 1333 y los decretos de veda general N° 22641 de 1990 y el N°25458 del año 1999, los controles para disminuir el tráfico siempre han sido deficientes.
A la amenaza del tráfico se suma la degradación del hábitat de la especie.
La región de los valles secos interandinos del centro de Bolivia se encuentra en un área en medio de los Andes y el Chaco, donde convergen ecosistemas de alta biodiversidad. Esta región tiene una larga historia de asentamientos humanos que han afectado la fertilidad del suelo, luego de usos intensivos del mismo para actividades agrícolas y ganaderas.
La sobrecarga animal por ganado vacuno, caprino, ovino y equino afecta a la regeneración del bosque y de muchas especies de plantas que son la base alimenticia del guacamayo, como Pica Pica (Cnidoscolus tubulosus), Palo Borracho (Jatropha hieronymii), Soto (Schinopsis haenkeana), Lanza Lanza (Prosopiskuntzei), Abrojo (Xanthium spinosum) y Quiscaluro (Harrisia tephracantha). Esto se debe a que el sobrepastoreo, de cabras principalmente, termina afectando los tres estratos de la generación del bosque: el herbáceo, arbustivo y arbóreo.
Por otra parte, están también la extracción de madera con fines maderables, leña y carbón; y el avance de la frontera agropecuaria.

Dos Frente Roja sobrevuelan cerca a uno de los farallones de la reserva. Foto: Eduardo Franco Berton
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Portada: Los vistosos e intensos colores de la Ara rubrogenys han fascinado desde hace tiempo a los conservacionistas y observadores de aves, pero lamentablemente también a los traficantes. Foto cortesía de Armonía / Stephen Reichle
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