(Mongabay Latam / Olga Cecilia Guerrero Rodríguez).- Para los indígenas Arhuacos que habitan en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el Caribe colombiano, el cóndor andino (Vultur gryphus) simboliza el espíritu guerrero de los ancestros… el guardián del aire, las montañas y los nevados.

Es en la Sierra donde se encuentra la población de cóndores silvestres más grande y antigua de Colombia.

Cerca de un centenar de enormes pájaros negros conforman el grupo que sobrevuela ‘la montaña costera más alta del mundo’ como la describe la ciencia, o ‘el centro del universo… que regula la salud de la tierra’, como la conocen los nativos. Desde esas escarpadas cumbres es que en las últimas décadas, algunos individuos del grupo han salido para remontarse en las corrientes de viento que viajan hacia los Andes.

Ruta del repoblamiento

El cóndor andino es emblema nacional desde hace 183 años, cuando fue incluido como parte del escudo de armas, con sus alas extendidas a punto de alzar el vuelo.


Los expertos indican que para que haya un proceso de repoblamiento efectivo se necesita un seguimiento constante de las poblaciones actuales, apoyo a la comunidad y garantía de abundante alimento. Foto: Iván Linares –
David White

Aunque el símbolo patrio se mantiene desde 1824, la especie, por el contrario, ha ido en declive en la mayoría de regiones del país.

Para 1989 los reportes del libro Aves de Colombia, de Steven Hilty y William Brown, indicaban que el cóndor existía únicamente en dos extremos de Colombia: en el nororiente las poblaciones se restringían a la Sierra Nevada de Santa Marta, en los departamentos de Cesar, Guajira y Magdalena. Y en el sur, en el páramo de Chiles, en Nariño.

En el resto de los corredores paramunos donde se sabía habían sido abundantes las aves, a comienzos del siglo XX, se carecía de información.

Miguel Barrera Rodríguez, investigador de la ruta de repoblamiento del cóndor en Colombia, cuenta que las probabilidades eran dos: o estaban muy escondidos o la especie había desaparecido definitivamente de estas zonas.

En 1997 se confirmó su presencia en el Perijá (Cesar), más tarde aparecieron reportes de avistamientos en el Páramo de Cáchira (Norte de Santander) con 10 ejemplares.

A partir de 2003 los biólogos recibieron datos de la Sierra Nevada del Cocuy, Chita o Güicán (Boyacá), donde no se tenían informes desde 1977; lo mismo que del páramo de Almorzadero (Santander), área vecina a El Cocuy.

El ave fue acercándose al centro del país y en 2012 apareció el último registro que se ha tenido más al sur de la cordillera oriental: ocurrió en el páramo de La Rusia (Boyacá), cuando soldados del Ejército fotografiaron una hembra juvenil.

“Da la impresión de que se estuvieran redistribuyendo por sí mismos desde la Sierra Nevada de Santa Marta hacia el sur. De ahí para allá no sabemos, pero sospecho que si ese proceso sigue, van a llegar hasta los páramos de Chingaza y a Sumapaz (Cundinamarca). Este último es muy importante porque conecta a las aves de la cordillera Oriental con la Central. Pienso que en algún momento se dará esa conexión, si es que ya no ha pasado y no la hemos registrado”, explica Barrera a Mongabay Latam.

Para el biólogo, la importancia de esto es que de ahí al sur no hay interrupción porque los Andes siguen hasta Tierra del Fuego en Chile y Argentina. “Lo más destacable es que es un proceso de recuperación natural muy eficaz, ya que se trata de ocupar nichos con buena oferta de hábitat, ampliando el área de distribución de la especie y disminuyendo la competencia por hábitat, lo que estamos haciendo los biólogos son solo pañitos de agua tibia”.

Emigraron por competencia

¿Qué es lo que comen los cóndores para mantener la población? se preguntaba Barrera mientras observaba planear a juveniles en la Sierra y pensaba en la importancia de ver cóndores pequeños porque era indicio de que la población se estaba dinamizando. La respuesta llegó del antropólogo Javier Rodríguez, quien le explicó que durante la época de la Colonia hubo varios intentos de poblar la Sierra Nevada, pero fue muy complicado por la compleja topografía.

El avance colonizador alcanzó a introducir ganado vacuno, caprino y cerdos cimarrones (domesticados que se volvieron silvestres), que formaron una fauna cimarrona abundante. De esos animales se alimentan los cóndores. Además, dijo que algunas comunidades de la zona, si bien no quieren mucho al cóndor, sí lo respetan y son incapaces de agredirlo.

“Las tasas reproductivas que hay allá son normales. Los cóndores tienen una estrategia de reproducción lenta pero efectiva con alto grado de sobrevivencia, aunque se crea lo contrario, y el resultado es que la población ha crecido mucho y la competencia hace que algunos migren para otras partes. Como hay hábitat y comida en todos los páramos de la cordillera oriental, ellos se han expandido. En resumen, es por la competencia que habría unos 100 o 120 en la sierra, los demás han tenido que emigrar”, explica Barrera.

Cóndores nativos en Santander

Una población nativa que se cree proviene de la Sierra es la del páramo de Almorzadero, en Santander. Muchos de sus habitantes dicen no haberlo conocido antiguamente, otros tienen como referencian al buitre negro, golero o gallinazo (Coragyps atratus), que también proviene de la familia Catarthidae. Esta palabra se deriva del griego ‘Kathartes’ que significa ‘el que limpia’, y obedece a los hábitos carroñeros que permiten ser el gran reciclador de la naturaleza.

El cóndor es monógamo, su pareja es para toda la vida, con ella construyen nidos en grietas rocosas y riscos impenetrables como estos del páramo Almorzadero en Santander. Foto: Fausto Sáenz – Alejandra Parrado.

Por eso causó novedad el vuelo de esas aves majestuosas en los gélidos parajes de los municipios de Cerrito, Guata, San Andrés, Málaga, Concepción y Carcasí.

Es allí donde la organización Neotropical, liderada por el biólogo Francisco Ciri con el apoyo del investigador Fausto Sáenz, identifica el territorio, evalúa la población y trabaja con las comunidades. Han participado de este proceso que ya lleva tres años la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS), las alcaldías de la zona y la Universidad Javeriana.

Para llegar a Cerrito los investigadores deben viajar siete horas desde Bogotá y permanecer temporadas de ocho a 15 días. Luego van tras los refugios del cóndor en jornadas de 4 a.m. hasta medianoche. El equipo toma la alimentación y se hospeda en casas campesinas o acampa en áreas montañosas, generalmente con bajas temperaturas y mal tiempo. De esta manera Neotropical realizó un censo simultáneo regional (a la misma hora en muchos puntos) en el que encontró que hay 14 ejemplares nativos.

La organización, además de los estudios sobre población y hábitat, debe atender conflictos cóndor-humano, ya que se han presentado muertes de corderos recién nacidos al no tener un buen manejo de las crías por parte de sus dueños. Neotropical lo explica de esta manera: las aves se alimentan de la placenta que cae de la oveja, pero cuando esta abandona al recién nacido para que salga solo, el cóndor se lo come. “Hemos tenido que ir a recoger cóndores muertos por consumo de cebos envenenados”, indica Ciri.

Los cóndores tienen una amplia capacidad de vuelo que les permite buscar el alimento consistente en animales descompuestos, este no está adaptado biológicamente para ser cazador. Foto de Olga Lucía Núñez

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Portada: La población de Cóndores en Santander es de 14, según un censo realizado por la Fundación Neotropical, estos ejemplares son nativos y al parecer provienen de la Sierra Nevada de Santa Marta. Foto: Iván Linares -David White

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