(Mongabay Latam / Jonathan Palma).-  El traficante de madera llega en un carro 4×4 a una zona donde vive un colono y después de un acuerdo se pacta un precio por cierta cantidad de árboles para talar. Muchas veces esos árboles no pertenecen al colono, sino a las comunidades indígenas que guardan estos bienes naturales como su principal patrimonio familiar.

Este es uno de los primeros eslabones de una cadena compleja que mantiene en riesgo a la biodiversidad de las provincias del Oriente y de otras zonas del Ecuador, como Esmeraldas.

Los colonos son aquellas personas que se asientan en zonas que antes no habían sido habitadas por el ser humano debido a la inaccesibilidad de estas áreas, como la selva. Por lo general, en la extensión de tierra donde inician su nueva vida desarrollan actividades de ganadería, agricultura, entre otros oficios, que de a poco contribuyen al problema de la deforestación.

Ellos llegan hasta estos sitios luego de que se talan extensiones de selva para abrir caminos que forman parte de proyectos petroleros o mineros, como sucede en las provincias de Sucumbíos, Napo, Francisco de Orellana, Pastaza, Morona Santiago y Zamora Chinchipe.

Organizaciones No Gubernamentales que promueven la protección de los bosques y los derechos de las comunidades indígenas, como Terra Mater, e instituciones académicas que desarrollan investigación científica, como la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), tienen identificadas varias rutas donde está presente este fenómeno socioambiental que de a poco va minando las áreas verdes del Oriente ecuatoriano, zonas destinadas a la actividad petrolera desde 1970.

“Para ingresar a la estación (Tiputini, en el Parque Nacional Yasuní) utilizamos la vía Maxus (provincia de Orellana), que es como se conoce a la carretera construida en el bloque (petrolero) 16, hace 26 años. Este bloque es operado por Repsol-YPF, que se puede decir hoy en día mantiene el récord ambiental muy alto. A lo largo de la vía están ubicadas comunidades de pueblos Kichwa y Waorani. En estos años, la gente se ha reubicado a lo largo de esta vía y ha deforestado para hacer chacras de subsistencia”, refiere el codirector de la Estación de Biodiversidad Tiputini, de la USFQ, David Romo.

Paisaje captado desde la Estación de Biodiversidad Tiputini, en el Parque Nacional Yasuní. Esta reserva se extiende por las provincias de Pastaza y Orellana. Foto de José Schreckinger.

El científico señala que “este problema no es responsabilidad de la petrolera. Sin embargo, es esta actividad la que abre una puerta para que los residentes locales tengan acceso a lugares del bosque que antes les eran muy lejanos”.

El abogado especializado en derecho ambiental internacional y cofundador de Terra Mater, Juan Auz, también hace referencia de la vía Maxus y de la vía Auca, en Orellana. El jurista explica que estas vías “se utilizan para la tala ilegal de madera, llegando a deforestar, entre 1986 y 2002, hasta el 23 % del área de las cercanías de la vía Auca y el 4 % en el área de la Maxus. La diferencia es que en el área de la vía Auca, la presencia de colonos es más notoria y menos restringida”.

En la actualidad, en la vía Maxus, por ejemplo, el problema se ha acentuado con el pasar de los años. El doctor Romo conoce de cerca este problema porque viaja de forma regular por este camino para llegar al lugar de investigación de la USFQ.

Tala de árboles entre el km 2 y el km 5 vía Tena, en Napo. Se abren espacios en el bosque para lotizar. Foto de Omar Coloma.

Esta vía carrozable tiene más de 140 kilómetros de extensión e inicia en la parroquia Pompeya, en Puerto Francisco de Orellana (Coca), en la provincia de Orellana, y finaliza donde se asientan comunidades Waorani. El profesor cuenta que los habitantes que vivían cerca del río migraron a las cercanías de esta carretera.

“Cogen, arman una chacra o una finquita, con una casita, pegadas a la vía y utilizan la vía como medio de movilización, que es mucho más barato utilizar la carretera porque el río es más caro (…). Sí es impactante, como yo entro ya me he acostumbrado, pero para alguien que imagina que va a toparse con la selva se va a encontrar a asentamiento tras asentamiento, y en el mejor de los casos, como una fila de árboles del bosque que no han cortado y ves que al otro lado hay una chacra, (cultivos) de cacao, de maíz, de yuca”, describe el docente.

Los pobladores kichwas son más expansivos que los waoranis refiere el investigador. Los habitantes de este primer pueblo ancestral habitan entre Pompeya y el kilómetro 32 de la vía Maxus y los miembros de la segunda etnia se ubican en las inmediaciones del resto del camino.

“Se podría decir que la mayoría de la deforestación no está en todo lo largo de la vía, pero debe de estar afectando por lo menos a un 40 % de la vía, en una distancia equivalente, más o menos, 500 metros a cada lado de la vía. Sí es significativo. No hay ninguna cosa que pueda detener eso por el crecimiento de la población, a menos que la gente se vaya a vivir a otro lado”, advierte Romo.

Los claros abiertos por la tala de árboles dejan huellas en la vegetación. Estas áreas deforestadas se convierten en fincas y chacras, Napo. Foto de Omar Coloma.

Belén Páez, quien fue directora de Pachamama y actual directora de Terra Mater, explica que en el campo del análisis de bosques, los claros de vegetación que se extienden de las vías principales forman una imagen similar a la de un esqueleto de un pez, de ahí su nombre: perfil del cuerpo del pescado.

“Cuando uno mira un camino que es construido en el bosque se generan varias líneas alrededor que van al final formando esta figura, (la) de un pez. Y esto fomenta varias cosas, como el cambio del uso del suelo, que es una de las causas principales de la deforestación. Cuando nos referimos al cambio del uso del suelo estamos hablando de la transformación del suelo de alta biodiversidad por monocultivos, en el caso del Ecuador, por plantación de extensiones altísimas de palma africana. Monocultivos relacionados no con el autoconsumo de las comunidades, sino con un cambio del uso del suelo que fácilmente empobrece a estos suelos, que ya en la Amazonía en sí no tienen profunda cantidad de nutrientes”, expone Páez a Mongabay Latam.

La ONG Terra Mater tiene identificados ciertos focos de deforestación, que se extienden por los pasos carrozables construidos para fines petroleros.

“Principalmente hoy se nota con mucha claridad en Pastaza, dentro del bloque denominado 10, donde se ha abierto una carretera que va desde Puyo hasta la población de Huito, pasando por Villano (Pastaza), este es el nuevo foco de deforestación. Y estas son las áreas de influencia que se denotan en las imágenes satelitales”, detalla.

El problema de la deforestación por la tala ilegal también afectará, según Páez, a otro camino un poco más al sur de Pastaza: la vía Ebenezer-Macuma-Taisha, en Morona Santiago, que colinda con Perú.

“Este es el nuevo lugar en donde se prevé que va haber alta deforestación justamente porque hay una carretera en un lugar de alta biodiversidad donde no hay planes de manejo contiguos alrededor de la zona. El GAD (Gobierno Autónomo Descentralizado) ni las comunidades tienen sus planes de manejo forestal, entonces esto incrementa una posibilidad de deforestación en la zona”, observa la activista.

Tala de árboles entre el km 2 y el km 5 vía Tena, en Napo. Se abren espacios en el bosque para lotizar. Foto de Omar Coloma.

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Portada: Camión cargado de madera transitaba por una vía de segundo orden cerca del poblado de Zapallo, en el cantón Eloy Alfaro, en la provincia de Esmeraldas, en el norte del Ecuador. Foto de José Schreckinger.

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