(Mongabay Latam / Daniela Mejía).- No son solo leyendas isleñas. Durante el siglo XVIII, piratas europeos soltaron sus anclas en las Galápagos tras obtener sus ansiados botines atracando las costas que integraban sus rutas de navegación. Huían, no querían ser encontrados, entonces allí se refugiaban. En ese archipiélago despoblado, aún escondido. Y allí, anclados a la orilla, incidieron en la futura extinción de la más emblemática e icónica de las especies de estas islas.
No son solo leyendas isleñas porque documentación e investigaciones dan cuenta de que aquellos personajes existieron y se dice —aunque esto sí sea más leyenda— que hasta podrían haber dejado sus propios tesoros soterrados en el que es uno de los tesoros de Ecuador: su región insular, Patrimonio Natural de la Humanidad desde 1978 y Reserva de Biosfera desde 1985. El libro “Piratas en Galápagos (1680-1720)”, del ecuatoriano Sebastián Donoso lo postula. En su obra, Donoso relata cómo ante las dificultades para conseguir comida, las tortugas terrestres y las marinas, así como las iguanas y lobos marinos, se convirtieron en las presas del hambre de los piratas.
Y lo que ellos podían considerar un acto anodino propulsado por su instinto de supervivencia, dejó su huella en la historia de la disminución de la población de las tortugas gigantes de Galápagos. Se trata de los herbívoros principales y dominantes de la cadena trófica de sus ecosistemas y que a nivel morfológico se pueden distinguir así: las tortugas tipo montura, cuyo caparazón se asemeja a una silla de montar; y las tipo cúpula, que son más grandes que las tipo montura, más redondas y más exitosas en su anidación poniendo en promedio entre 14 y 16 huevos por nidada a diferencia de las tortugas tipo montura, cuyas nidadas son de entre cinco y seis.

Los tres centros de crianza de Galápagos tienen condiciones muy similares a las que las tortugas encuentran en estado natural para facilitar su adaptación. Allí se las alimenta varias veces al día y se las mantiene en corrales. Foto cortesía Parque Nacional Galápagos.
Estas características las describió Washington Tapia, el director de la Iniciativa para la Restauración de las Tortugas Gigantes (Giant Tortoise Restoration Initiative – GTRI) que empezó en 2014 y ejecutan la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG) y la ONG estadounidense Galapagos Conservancy. Esta iniciativa vio su génesis en un taller que organizaron ambas instituciones en 2012 para juntar a los investigadores que trabajaban con tortugas con el objetivo de elaborar una estrategia que incluyera las necesarias acciones de manejo y de investigación de las poblaciones de tortugas gigantes para los próximos 15 años.
De acuerdo con Tapia, en el pasado el archipiélago albergó entre 200 000 y 300 000 tortugas. “Una gran cantidad de estas fueron sacadas por piratas, balleneros, como fuente de carne fresca en aquella época y justamente las especies tipo montura [las cuatro ya extintas son de esta variedad morfológica] fueron las más afectadas porque viven en áreas cercanas a la orilla. Dado su tamaño más pequeño que las cúpulas, seguramente eran más fáciles de transportar, entonces eso redujo muchísimo la población”, indicó a Mongabay Latam.
Por su parte, Danny Rueda, Director de Ecosistemas del Parque Nacional Galápagos (PNG), comentó que los bucaneros y piratas se llevaban a las tortugas en sus viajes como carne fresca. “La tortuga podía ir en el barco cinco meses, seis meses, sin agua, sin comida y ellos obviamente la utilizaban como alimento, lo que no podían hacer con ganado u otro tipo de animal porque debes suministrarle agua y comida”.
Para dimensionar y graficar el problema que causaron estas acciones del hombre, Washington Tapia recordó que en el caso de territorios como el de Española –donde habita la especie Chelonoidis hoodensis– hay registros que evidencian que “por lo menos 5000 tortugas fueron sacadas, al punto de que cuando empezaron los trabajos de conservación, a inicios de los 60, quedaban solamente 14 individuos en toda la isla. Algo parecido pasó en Pinta. Algo parecido pasó en Pinzón y en Santa Fe”.
Ante esas críticas circunstancias, no todas esas poblaciones pudieron restablecerse. La depredación humana terminó por extinguir a cuatro de las especies de tortugas gigantes que habitaron en Galápagos: la de Floreana (Chelonoidis elephantopus), la de Fernandina (Chelonoidis phantastica), la de Santa Fe (Chelonoidis sp) y la de Pinta (Chelonoidis abingdoni).
Por este motivo actualmente quedan 11 de las primigenias 15 especies que habitaron distribuidas en el archipiélago. Previo a la implementación de la GTRI se pensaba que existieron solo 14, por eso Tapia resalta la descripción de una nueva tortuga gigante como uno de los resultados e hitos de la iniciativa.

Los guardaparques se encargan de alimentar a los ejemplares de tortugas terrestres que permanecen fuera de su estado natural hasta alcanzar los 23 cm y cumplir los cinco años, en promedio. En esta imagen se puede ver cómo viven los quelonios en el Centro de Crianza Fausto Llerena, ubicado en la isla Santa Cruz. Foto cortesía Parque Nacional Galápagos.
“La especie que se describió a finales del 2015 fue la Chelonoidis donfaustoi, la tortuga del Este de Santa Cruz. Hasta antes de este trabajo solo se pensaba que había una especie en Santa Cruz, la Chelonoidis porteri. A partir del 2015, con la descripción de la Chelonoidis donfaustoi tenemos que hablar de las tortugas del este de Santa Cruz, que es la nueva especie; y las tortugas del oeste de Santa Cruz que es la especie que conocíamos en el pasado”, aclaró Tapia.
Este biólogo de 45 años de edad y miembro de Galapagos Conservancy también indicó que la población de tortugas en el archipiélago hoy en día es de “un 10 %, 20 % tal vez, de lo que idealmente debería existir”. Basándose en datos de a mediados del 2016 y aproximándose a lo referido por Tapia, Danny Rueda dijo que el número de tortugas bordea los 46 000 individuos entre las once especies que quedan.
Rueda, quien ha dedicado 14 de sus 38 años a laborar en el Parque Nacional Galápagos (PNG), agregó otro factor a la historia de la disminución de las poblaciones de tortugas gigantes en el archipiélago. Con la navegación de los piratas y balleneros hacia las islas, señaló, llegaron “especies invasoras agresivas como chanchos, hormigas y ratas, y estas tortugas, al no tener una capacidad de defensa muy alta, porque sabemos que la tortuga no es muy ágil, fueron disminuidas también por consumo de especies invasoras. Eso aún lo tenemos”, afirmó.
Para Óscar Carvajal, Responsable del Proceso de Ecosistemas de la Unidad Técnica Isabela, este es “uno de los problemas más grandes que hay y la amenaza actual en algunas islas, especialmente en las pobladas”. Carvajal se refirió a “algunas islas” porque en hay otras en las que las especies introducidas han podido ser erradicadas. En Santa Fe, Española, Santiago y Pinta, por ejemplo, ya no existen cabras, animales que competían con las tortugas por alimento. En Santa Cruz, no obstante, los cerdos todavía representan un riesgo que se intenta controlar con “otras actividades de manejo como la protección de nidos”, mencionó Carvajal.
Hallazgo inesperado
Diciembre del 2016 fue un mes importante para las tortugas gigantes de Galápagos, consideradas las “ingenieras del ecosistema” ¿Por qué? Tapia lo explicó: “Cuando uno trabaja con tortugas en realidad no trabaja solo con ellas, sino con el ecosistema en su conjunto porque dado su tamaño, la gran cantidad de alimento que consumen, lo buenas dispersoras de semillas que son, con sus actividades y movimientos las tortugas moldean el ecosistema. Crean condiciones para que otras especies, tanto de plantas como animales, se puedan desarrollar“.
Detallando un poco más esta función de los grandes reptiles de las islas, Carvajal comentó que “si hay una parte del ecosistema que está cerrado, la tortuga camina, abre ese espacio y de pronto empiezan a llegar aves para consumir las semillas que estaban tapadas por la vegetación y que antes no veían”. Por lo tanto, en términos de conservación, la disminución o desaparición de las gigantes de Galápagos no solo representaría la extinción de una especie, sino el desequilibrio de la dinámica de los ecosistemas donde esta se desarrolla.

La población de tortugas de la isla San Cristóbal fue censada por primera vez en toda su área de vida a fines del año pasado. El grupo de 70 participantes de la actividad se dividió en bloques o cuadrillas de 14 personas para rastrear y registrar a los ejemplares. Foto cortesía Parque Nacional Galápagos.
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Portada: Foto cortesía Parque Nacional Galápagos.
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