(Mongabay Latam / Jack Lo Lau).- La primera vez que fui a un bosque seco no quería alejarme de la sombra de un algarrobo en los Bosques de Pómac en Lambayeque. El sol me tuvo seco. Lo único que quería era un poco de agua helada que refrescara los 35 grados centígrados que marcaban los termómetros. Recuerdo mirar alrededor y preguntarme: ¿cómo hacen estos árboles? ¿Quién puede vivir así?

En el olvido

Hay bosques secos en América y África. Costa Rica, El Salvador, México, Colombia, Bolivia, Argentina, Paraguay, Ecuador, Perú, Venezuela y hasta la India y Madagascar. Todos juntos suman 11 500 000 kilómetros cuadrados, una extensión más grande que México y Estados Unidos juntos. En Perú no hay muchos estudios sobre este bioma. Según datos recogidos de la Estrategia Nacional sobre Bosques y Cambio Climático 2016, del Ministerio de Ambiente de Perú (MINAM), en el país hay más de 3 600 000 hectáreas entre Piura, Tumbes, Lambayeque, La Libertad, Cajamarca y Áncash. Y los dividen en ocho tipos de bosque seco: tipo sabana, de pie de monte, de lomada, de colina baja, de colina alta, de montaña, manglar y subhúmedos de montaña. Sin embargo, en este estudio no se consideran los bosques ubicados en Junín y el sistema del río Mantaro, Apurímac, Tarapoto e Ica. “No hay un mapa que represente adecuadamente todas estas áreas. En todos los que te topes vas a encontrar datos diferentes. Es bien difícil calcular cuánto puede haber de bosque seco en Perú. No hay información sobre los bosques secos interandinos. El gran problema de siempre, no hay estudios que nos den información”, afirma para Mongabay Latam Reynaldo Linares, Investigador del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales en Perú y experto en bosques secos. Un artículo de 2010, llamado “Extensión y conservación del bosque seco tropical en las Américas”, publicado en la revista científica Biological Conservation por los investigadores de la Universidad de Alberta, Carlos Portillo-Quintero y Arturo Sánchez-Azofeifa, afirma que Perú es el país que más bosque seco ha convertido en América, solo queda alrededor del 5 % de lo que antes hubo. A pesar de esta situación, en el Programa Bosques del MINAM respondieron así ante la consulta de Mongabay Latam sobre planes e información de bosques secos: “Por el momento, como Programa Bosques, contamos con información solo vinculada a los bosques amazónicos húmedos (cobertura de bosques, pérdida de bosques). Asimismo, nuestra intervención se centra por el momento solo en comunidades nativas amazónicas (implementación del mecanismo de incentivos económicos para la conservación). Como parte de la nueva gestión se está considerando elaborar nuestros instrumentos para otras categorías territoriales de bosques, así como bosques secos y bosques andinos, pero eso todavía es un proceso”. Por eso no resulta extraño que algunos expertos los llamen los “bosques olvidados”.

En Perú estudios indican que tan solo queda el 5% de lo que alguna vez hubo. Foto: Conservamos por Naturaleza.

Existe muy poca información sobre estos ecosistemas y en los últimos años se han reducido considerablemente. Foto: Conservamos por Naturaleza.

Un lugar importante

Hace dos años Piura vivía una de las más intensas sequías de las últimas décadas. Algunos trabajadores iban con la camisa desabotonada y los pantalones arremangados. En los primeros días de 2015, la temperatura superó los 37.5 grados centígrados, igualando el límite histórico de la región de hace 30 años. El año anterior solo había llovido una vez y la gente estaba más que desesperada, abochornada. En épocas de sequías como las vividas, el calor se siente doble en el bosque seco. Estos espacios suelen ser muy calientes pero su importancia es tan alta como su temperatura. Son esponjas de humedad, retienen agua, evitan que la poca agua que llega en la temporada de lluvia se evapore, y lo distribuyen lentamente al ambiente, regulando así, el ciclo del líquido elemento. Sin estos bosques, el calor se sentiría más y existiría menos agua. Las raíces de los árboles también controlan la erosión en el suelo y evitan los deslizamientos y los huaycos. Solo las raíces del algarrobo (Prosopis Pallida), uno de los árboles más representativos de los bosques secos, llegan a ingresar hasta ochenta metros de profundidad, como enterrar una lanza del tamaño del Hotel Sheraton del Centro de Lima bajo tierra. Un estudio realizado por David Beresford-Jones, de la Universidad de Cambridge, determinó que una de las razones del fin de la Cultura Nazca, en la costa sur de Perú, fue el exterminio de sus bosques de huarangos (familia de los algarrobos del norte) que terminaron por debilitar sus suelos que se hicieron gelatina con las inundaciones y deslizamientos que trajo el Fenómeno de El Niño por esos años. Ya en la actualidad, una iniciativa busca recuperar algo de lo que antes hubo. “Me di cuenta de que el bosque seco realmente necesitaba ayuda. En imágenes de satélite se veía claramente que el 99 % del bosque original se había perdido en la zona sur. Lo que quedaba eran pequeñas reliquias de las que obtenemos semillas para replantar”, comentó Oliver Whaley, del Jardín Botánico de Kew de Londres, que trabaja desde fines de los años noventa restaurando y reforestando el bosque seco de Ica, con especies nativas como las acacias, las guayabas o el molle. A su vez, es la organización que más fuertemente está trabajando en esta zona del sur de Perú con el bosque seco. Han publicado distintos libros sobre flora y fauna endémica, y trabajan con los colegios en temas de educación ambiental, promoviendo viveros y jardines de plantas prioritarias para estos bosques.

Bosque seco de la ACP Bosque Natural El Cañoncillo, La Libertad. Foto: Conservamos por Naturaleza.

El patito seco

El bosque seco tuvo la mala suerte que le tocara convivir muy de cerca con la selva amazónica. “Se le ha dado muy poca atención en todo el continente americano. La niña mimada son los bosques húmedos de la Amazonía. Siempre se dice que son espectacularmente diversos, lindos, hay muchos animales vistosos, es todo verde. A primera vista es mucho más atractivo que cualquiera. Incluso por parte de los mismos biólogos, siempre ha habido un énfasis grande en Amazonía. Y eso ha hecho que otros ecosistemas en América sean olvidados, como los bosques de neblina, toda la parte andina en general, los bosques de polylepis, los bosques montanos y los desiertos, que son más áridos, poco amigables, con menos animales coloridos ni paisajes impactantes. Por eso le llamamos los ‘bosque olvidados’”, sentencia Linares.

Sentado en el patio de comidas de un centro comercial de Lima, Luis Albán, consultor especialista en Bosque seco, con varias décadas trabajando en este bioma y liderando distintas iniciativas para conservarlo, resalta un vacío en las universidades peruanas. “En toda la costa de Perú, solo hay una universidad, la Nacional de Tumbes, que hizo una escuela de forestal y ambiental. Luego, todos los ingenieros forestales que se forman en el país, en la Universidad Nacional Agraria La Molina, la Universidad Nacional del Centro del Perú, y la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana, salen con una mirada amazónica y tal vez de algunas especies andinas. Pero en bosque seco no se ha hecho nada”, dijo para Mongabay Latam.

En Piura, en su oficina con las ventanas y puertas abiertas para intentar refrescar los ambientes calientes, Alexander More, director ejecutivo de Naturaleza y Cultura Internacional (NCI) de Piura, también señala algunos problemas que tienen para obtener fondos para conservar a estos espacios olvidados. “Los bosques secos son un ecosistema de alta prioridad por su grado de deforestación, presencia de especies endémicas y amenazadas. Como ejemplo, la región tumbesina (bosques secos ecuatoriales de Ecuador y Perú) es la cuarta región de endemismo en el mundo, con el mayor número de aves endémicas. Su prioridad de conservación y cooperación ha sido importante entre los años noventa y los dos mil. Con los grandes problemas ambientales, de cooperación y de financiamiento para temas de conservación de biodiversidad, los fondos se han focalizado en atender ecoregiones que generan servicios ecosistémicos de alto impacto nacional y/o global (…) lamentablemente, la falta de investigaciones e información del bosque seco, ha hecho que no hayamos podido demostrar aún que sus servicios ecosistémicos tienen un impacto global similar a los otros ecosistemas”, afirma More para Mongabay Latam.

Lo que más falta es información sobre bosques secos. El Estado sigue sin tener planes para ellos. Las universidades no promueven su estudio y, como no hay investigaciones ni cifras suficientes para justificar su conservación, los fondos internacionales están dirigidos a otros espacios. Sin embargo, esta situación lo único que hace es motivar a más gente a protegerlo.

“Hace millones de años, cuando esta zona estaba conectada con el Atlántico, esta era una gran laguna. Por acá se paran encontrando restos de dinosaurios, por ejemplo”, comenta Luciano Troyes, líder conservacionista y director de la UGEL (Unidad de Gestión Educativa Local) de Jaén, Cajamarca, mientras caminamos en su Área de Conservación Privada (ACP) Gotas de Agua, que protege un hermoso bosque seco al que llegan observadores de aves de todo el mundo. “Vienen hasta acá a ver todas las aves que tenemos y a valorar estos bosques. Por ejemplo, el Inca Finch (Incaspiza), endémico de esta zona del Marañón, vuela por estos árboles. Tenemos que promover más educación ambiental para que las generaciones que vienen puedan tomarnos la posta. Quisiera que mi área se convierta en un lugar que promueva la investigación y conservación”, dice Troyes, quien está encontrando en el ecoturismo una forma de obtener algo de dinero para conservar su área.

Bosque seco ubicado en los alrededores del río Marañón. Foto: Conservamos por Naturaleza.

Lee aquí el reportaje completo

(Portada: Bosque seco de La Libertad, norte de Perú. Foto de Conservamos por Naturaleza)

Más artículos de Mongabay Latam:

Ecuador: las tortugas gigantes de Galápagos y su lento camino hacia la recuperación

Colombia: las comunidades rurales y su papel clave para la conservación del puma

Colombia: ¿Cuál es la apuesta comunitaria para proteger el santuario Otún Quimbaya?