(Mongabay Latam / Eliana Garzón).-  En Colombia hay más de 150 especies de fauna silvestre —entre insectos, reptiles, anfibios, aves y mamíferos — que se utilizan como parte de la alimentación humana, según información que ha arrojado más de 25 años de trabajo de la Fundación Tropenbos Internacional Colombia.

En la Amazonía, aproximadamente se consumen “60 especies de insectos, ranas en diferentes épocas del año y reptiles como el caimán, culebra, iguanas, entre otros”, señaló Carlos Rodríguez, director de la Fundación Tropenbos Internacional Colombia.

Y añadió que también es común encontrar comunidades que cazan aves como las pavas, los paujiles, las gallinetas, tucanes y guacamayos. “En algunas épocas se consume loro debido a la alta oferta. Además de mamíferos como micos (entre 6 a 10 especies), puercos de monte, dantas, entre otros”.

Según la publicación Bio Diversidad 2014 del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, “Colombia tiene 27 especies de tortugas continentales, de las cuales 22 son aprovechadas principalmente como alimento”.

En el caribe, animales como el manatí son cazados y comercializados para conseguir casi 600 kg de carne. Y en otras zonas del país, como los llanos orientales, se sigue consumiendo carne de armadillo y chigüiro, platos que pueden costar más de 30 mil pesos colombianos (aproximadamente 10,7 dólares) en los restaurantes de la zona.

Biota Colombiana 2016 señala que las especies más consumidas en regiones como el Pacífico, el Caribe, la Orinoquía y Amazonía son: las borugos, venados, guaras, dantas, armadillos, tortugas, marranos de monte de labio blanco, caimanes y conejos.

Decomiso de 192 tortugas Hicoteas en Córdoba. Foto: Cortesía de la Policía Ambiental de Córdoba.

El panorama del consumo de carne de monte en Colombia demuestra que esta práctica sigue vigente, pero la polémica está en si constituye un problema o una solución para la seguridad alimentaria de muchas comunidades rurales.

Hugo Fernando López Arévalo, profesor asociado al Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, mencionó que “lo interesante es saber el contexto en el que se desarrolla el consumo de carne de monte, lo que significa las alternativas y las ventajas que tiene esta práctica en un país como el nuestro”.

Y es que para él, aunque Colombia es inequitativa en términos de concentración de las riquezas, también es una región “multicultural y megadiversa” en la que el aprovechamiento de los recursos que nos rodean puede significar una oportunidad.

Sin embargo para cazar de una manera sostenible, sin riesgo de afectar ciertas especies que son vulnerables y que en muchos casos son las más apetecidas, debe existir un control en el que no todas “se pueden cazar en la misma proporción, sino deben ser aquellas que tengan unos hábitos sociales, una reproducción rápida, un cuidado parental corto, que no sean tan longevas y que sus poblaciones no sean bajas”, resaltó López.


Venta de carne de monte en mercados locales donde existe demanda. Foto: Cifor.

Aunque la caza es una actividad ancestral, en muchos casos la alta demanda de la misma se da debido a presiones externas e incluso, como lo dijo Hugo, el hecho de que muchas costumbres no indígenas hayan entrado a estas comunidades, por ejemplo “el cristianismo y todas sus ramas, hace que cambien sus hábitos, entonces fiestas que se realizaban cada año para reunir a su pueblo y cazar, ahora se hacen cada mes o cada ocho días, lo que ejerce una presión sobre el recurso fauna, llámese peces o animales terrestres”.

Pero en general, “lo que es evidente es que nuestras comunidades son diversas y muchas consumen lo que hay”.

Sin embargo, el tema del consumo de carne de monte constituye un debate social, económico, cultural y muchas veces ético, por lo que tiene diferentes ángulos y reflexiones.

De cazador a ambientalista

Luis Ángel Trujillo tiene 66 años, es pescador y agricultor, sin embargo pasó 45 años de su vida cazando fauna silvestre en departamentos como el Amazonas y Vichada. Es de esos lugareños que se sabe mover por la selva y el río, que ha estudiado los hábitos y comportamientos de los animales, características que, según explica, destacan a los buenos y efectivos cazadores.

Cuando se dedicaba a esta actividad, cuenta que lo primero que debía organizar era si iba a salir en el día o en la noche. A las 5 de la mañana, antes de que el sol saliera, Luis Ángel cogía camino de manera sigilosa para no espantar ninguna presa, “si encuentra un rastro fresco uno lo sigue, si un ave canta uno las imita para que vengan o uno se va despacio a donde están cantando”, narró. En ocasiones la caza tenía éxito y él llegaba con alguna pava, perdices o gallinetas para que la jefa de la familia la preparara, en los mejores casos se capturaba una danta, un venado o puercos de monte, que él mismo cocinaba.

En las noches, las orillas de los ríos se convertían en caminos por donde se desplazaba en su canoa, con una linterna para encontrar presas como dantas o borugos. “También se caza en los salados y pepiaderos, que son sitios donde hay árboles que dejan caer frutos y allí los recogen animales”, explicó.

Este hombre de selva cazaba para el sustento de su familia, lo que incluía la comercialización para tener un ingreso económico fijo. Como el mismo lo expresó, “la selva nos daba todo” y eso incluía borugos, cerrillos, gallinetas, pajuiles y pavas, para el consumo de los suyos. En el caso de la comercialización, lo hacía con especies como dantas, borugos, puercos de monte y venados.

Luis Ángel Trujillo, Amazonas. Foto: Cortesía Luis Ángel Trujillo

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(Portada: Más de 150 especies se usan para la alimentación en Colombia.  Foto de  Cifor)

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