(Mongabay Latam / Jack Lo Lau).- Pucacaca es un distrito del departamento de San Martín ubicado a 45 minutos en auto de Tarapoto. Es la tercera ciudad más grande de la Amazonía peruana, después de Iquitos y Pucallpa. Para llegar de Lima a Tarapoto, en el nororiente de Perú, hay que tomar un vuelo que dura más de una hora o subirse en un bus que durante veinticuatro horas cruzará el desierto de Áncash, el bosque seco de Lambayeque, el horno de Bagua, el valle de las cataratas en Bongará, la densa neblina del Bosque de Protección de Alto Mayo y las infatigables curvas de la carretera Fernando Belaunde Terry o Marginal de la Selva, que dejan mareados a todos, menos al chofer. Mil quinientos kilómetros de pura vida, distinta y cambiante.

La ruta Lima-Tarapoto-Pucacaca suena a trabalenguas para niños pero también es un viaje ideal para explorarlo junto a ellos. Como en todo lugar de la selva, el calor te pone pegajoso el cuerpo y dependiendo de la temporada, insectos vienen a tratar de penetrar tu ropa. Pero navegar en el río y ver saltar monos sobre tu cabeza, o escuchar el intenso sonido de la selva en noches estrelladas, son situaciones que a un citadino cualquiera lo pueden marcar para toda la vida. Y en San Martín se dieron cuenta de que no podían seguir tumbándose al responsable de las lluvias, la alimentación y supervivencia: el bosque. Según el Programa Nacional de Conservación de Bosques del Ministerio de Ambiente de Perú, en su último reporte actualizado sobre pérdida de bosque en San Martín, se deforestaron, entre el 2001 y 2014, casi 360 000 hectáreas, tres veces el tamaño de Nueva York. Es así que enfrentando esta situación, se ha generado durante la última década una corriente de conservación en San Martín que cada vez contagia a más personas y comunidades. Desde el 2005 se han otorgado más de treinta Concesiones para Conservación (CC) que resguardan más de 400 000 hectáreas. Cifra que resuena junto al más de un millón doscientas mil hectáreas conservadas bajo esta herramienta legal en todo el Perú. Y en medio de estos bosques, nos encontramos con un grupo de personas que no solo se dedican a conservar, sino también a sacarle provecho al bosque sin talarlo. Son parte de la Asociación Bosque del Futuro Ojos de Agua (ABOFOA) y tienen la Concesión para Conservación Ojos de Agua que conserva 2400 hectáreas de un bosque que es el hogar de cientos de especies, entre ellas el mono tocón de San Martín, considerado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como uno de los primates más amenazados del mundo.

Constantemente la Asociación Bosque del Futuro Ojos de Agua está innovando en el bosque. Se propusieron vivir sin talar y ya hace más de una década que no cortan el bosque. Foto: Conservamos por Naturaleza.

Empujando a todos

A mediados de 2003, durante un par de semanas, Hugo Vásquez Torrejón tuvo que dejar su chacra de maíz por problemas con su vesícula. Cansado de mirar las paredes de su habitación, decidió ir a pasar esos días a la casa de su primo que tenía televisión por cable. Se enamoró de Discovery Channel. Conoció a través de la pantalla lugares en Asia, África y Sudamérica que a las justas podía pronunciar. Pero también vio el hielo de la Antártida desaparecer, los bosques de Indonesia ser devastados por la quema de bosques, el aumento de la temperatura en todas partes del mundo, y cómo dejó de llover en lugares de África donde ya no había bosque. Calentamiento global, fueron las dos palabras que se le quedaron grabadas.

A medida que fueron pasando los días y mientras sus dolores se diluían, más preguntas sobre su forma de vivir lo agobiaban. “Sin bosque no hay lluvia. Sin lluvia no crece el maíz. Sin maíz, no comemos. Y si seguimos así, ¿qué va a quedar para nuestros hijos?”, pensaba en esos días, confrontándose con la tradición de tumbarse el bosque para sacarle provecho. Cuando Hugo volvió a su campo de maíz sin sus dolores, llegó con una propuesta para sus colegas. “Dejemos de talar y veamos otras formas para buscar dinero. Si seguimos así, los únicos que se extinguirán somos nosotros”, recuerda que les contaba todo lo que vio en la televisión y cómo en todo el mundo la gente está sufriendo por el mismo problema: el calentamiento global.

Tan solo en San Martín, más de treinta concesiones conservan más de 400 mil hectáreas. Foto: Conservamos por Naturaleza.

Cuando estaban terminando de conversar, una camioneta apareció cargada de troncos en la tolva. Recuerda que los detuvieron para preguntar lo que hacían por ahí, en lo que Hugo Vásquez y sus amigos consideraban su bosque. Los extraños les hablaron de la futura construcción de una carretera para facilitar el transporte de la madera y que convendría a todos. Apenas arrancaron la camioneta, Hugo presionó a sus amigos. “Ellos se están tumbando árboles que tienen cien, doscientos, trescientos años. Si siguen talando, no habrá lluvia, no habrá cultivos, y ¿nosotros a dónde vamos a ir?”, les dijo. A la semana siguiente ochenta productores de maíz se reunieron en asamblea y la mitad de los presentes aceptaron la creación de una asociación dedicada a conservar. Su idea era seguir trabajando las tierras que ya estaban produciendo y evitar cortar el bosque. ¿Cómo vamos a vivir así?, le decían sus amigos que no creían en poder vivir del bosque sin talarlo.

En 2006 crearon otra asociación a la que pusieron Asociación Bosque del Futuro Ojos de Agua. Y se fueron haciendo conocidos en todo San Martín por sus proyectos de conservación. Pero los madereros no se irían, sino todo lo contrario. En 2007, “nos denunciaron por robo agravado. Decían que habíamos robado 30 000 dólares a unas personas en el bosque. Y no, pues, imposible. Nos querían cansar para que los dejemos pasar al bosque para destruirlo. Pero a pesar de todos los problemas que tenía, no pudieron con la verdad”, dice con pena Hugo Vásquez Torrejón, que por esos días del año su padre falleció y todo su dinero se fue en un absurdo juicio. Ese mismo año, con la ayuda de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), empezaron el proceso de pedido de Concesión para Conservación al Estado peruano. Recién en el 2010 le dieron la concesión por los siguientes cuarenta años de este especial bosque que lucha por mantenerse en pie.

“Ojos de Agua presenta una elevada presión antrópica de deforestación y caza. El incipiente cultivo de maíz para la alimentación de granjas de pollos de empresas de renombre absorbe los límites del área. Las comunidades aledañas no muestran sensibilidad hacia el área, aprovechando el recurso hídrico que el bosque de Ojos de Agua provee pero privándolo continuamente de su biodiversidad a través de la colección de especies o la caza para la obtención de carne de monte”, cuenta para Mongabay Latam, Antonio Bóveda, Gerente del proyecto BioCuencas – Recursos Hídricos y Biodiversidad Andino Amazónicos de la ONG Conservación Internacional Perú, y que trabajó durante varios años en este bosque cuando era coordinador del Proyecto Mono Tocón, que se encarga de ayudar en la protección y conservación del hábitat de uno de los primates más representativos del país.

Recomiendan salir a caminar de noche. Anda preparado para toparte con animales e insectos con formas y colores que te sorprenderán. Foto: Conservamos por Naturaleza.

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(Portada: El helecho epífito más grande de América vive en San Martín y dicen que estos bosques son los únicos que protegen a esta especie: la corona de los ángeles o Platycerium andinum. Foto de Conservamos por Naturaleza)

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