[Mongabay Latam / Eduardo Franco Berton (RAI)].- “Cuando le coloqué por primera vez un anillo a un pichón de Barba Azul pude sentir la fragilidad de esta especie. Fue como tener un niño indefenso en brazos. Podría decir que fue una experiencia increíble que me ha tocado vivir”, describe con la voz entrecortada Gustavo Sánchez, quien es coordinador del programa Barba Azul que lleva adelante la Asociación Civil Armonía, una ONG que trabaja por la conservación de las aves amenazadas de Bolivia. 

Esta hermosa ave conocida localmente como la paraba Barba Azul, es una especie endémica de Bolivia catalogada en Peligro Crítico de extinción, según la Lista Roja de la UICN. Fue precisamente su belleza lo que la puso en peligro. Durante finales de los años setenta y principios de los ochenta fue destinada al tráfico ilegal, fue a parar a zoológicos y a las casas de varios coleccionistas de aves vivas, además, fue cazada para extraerle las plumas y usarlas como adornos en danzas autóctonas, sin contar con que su hábitat se encontraba amenazado por la ganadería. Estos factores, según algunos estudios científicos, empujaron al límite a esta especie, llegando a reducirse a 54 individuos la población en vida silvestre hacia el año 1994.

Hoy en día, gracias al esfuerzo de organizaciones de conservación, las probabilidades que tienen las futuras generaciones de ver uno de estos guacamayos surcar el cielo boliviano se han incrementado. Es así que ahora, la población de esta especie en vida silvestre fluctúa entre los 200 y 250 individuos, según las estimaciones recientes de la ONG Armonía, realizadas por el ornitólogo Sebastian Herzog.

Plumas artificiales: una salida necesaria

Antes de la colonia española, los indígenas Moxeños no practicaban ninguna religión y danzaban en agradecimiento a la madre selva, rindiendo honores al jaguar, al ciervo, al sol, la luna, las estrellas y los árboles. Los consideraban guardianes de la naturaleza. Pero luego, con la influencia de las misiones jesuítas, la religión católica su sumó a sus creencias.

Esta población se las ingenioó para resistir y mantener viva su cultura. “Si bien fue enriquecida por una nueva fe y las tradiciones católicas, su esencia en la danza del Machetero se ha mantenido a través de los siglos”, comenta Gumercindo Molino Telmo, quien es Cacique del Conjunto Macheteros del Cabildo Indigenal Santísima Trinidad.

La danza tradicional de El Machetero es parte central de una gran mayoría de fiestas como la Chope, Fiesta Movima e Ichapequene Piesta, que se celebran en los municipios de la Santísima Trinidad, Santa Ana de Yacuma y San Ignacio de Moxos del Departamento del Beni. Esta danza ha sido declarada como parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de Bolivia, con el fin de proteger y conservar las culturas originarias.

En esta danza ancestral, los Macheteros exhiben vistosos tocados de plumas naturales de guacamayos que usan sobre sus cabezas, mientras danzan solemnemente al ritmo del pífano (flauta hecha de hueso de una cigüeña), y los bongos. Estos coloridos tocados están artísticamente ordenados de acuerdo a la intensidad de colores de las plumas. Pero lo impactante es que para su elaboración se necesitan entre 30 a 35 plumas de guacamayos, y para ello, es necesario cazar entre 15 a 18 de estas aves para extraerles las dos plumas más largas de la cola. Las especies que originalmente se cazan para ello son el guacamayo rojo Ara chloroptera, el escarlata Ara macao, el azul y amarillo Ara ararauna y también la Barba Azul Ara glaucogularis. Este hecho generaba una gran presión sobre la población de Barba Azul de Bolivia.

Danza autóctona de los Macheteros. Foto cortesía de Armonía.

Hoy el panorama ha cambiado. Las diversas campañas educativas desarrolladas han ayudado a que las diferentes asociaciones de bailarines y comunidades locales de Moxeños opten por el uso de plumas artificiales. Esto ha permitido reducir en un 80 % el uso de las plumas naturales. En una evaluación cuantitativa elaborada por la organización Armonía se evidenció que en las principales festividades de los municipios de Trinidad, Santa Ana de Yacuma y San Ignacio de Moxos se utilizaron más de 12 752 plumas artificiales y 5636 plumas naturales en los tocados tradicionales de los Macheteros.


Danza autóctona de los Macheteros con plumaje alternativo. Foto cortesía de Oscar Yabeta /Armonía.

“Hemos logrado salvar 6376 guacamayos de las cuatro especies que comúnmente eran cazadas, entre los que se encuentra también la Barba Azul”, comenta emocionado Gustavo Sánchez, coordinador del programa Barba Azul de Armonía, al describirme como las plumas artificiales que se elaboran a base de tela de colores están logrando reemplazar en gran medida el uso de las plumas naturales.

Reserva Natural Barba Azul, el único refugio

En el corazón de las sabanas del Departamento del Beni, en el municipio de Santa Ana de Yacuma, se encuentra la Reserva Natural Barba Azul, una antigua área ganadera de 11 000 hectáreas con sabanas inundables, humedales, pasturas e islas de bosques dominadas por la palmera de Motacú (una especie de palmera típica de las sabanas de esta ecoregión). En el año 2008 este área natural protegida fue reconocida como un santuario natural exclusivo para el guacamayo. Este lugar es un sitio de alimentación vital para las poblaciones de la especie que se encuentran en Peligro Crítico de extinción. En septiembre de 2015, el Consejo Hemisférico de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP), en su reunión en Washington D.C., aprobó por unanimidad la Reserva Barba Azul como un sitio RHRAP de importancia regional, el primero en Bolivia y el número 92 de esta lista, considerando también la importancia del área para especies claves de aves playeras migratorias como el Tibibi Tryngites subruficollis, entre otras más.

Paisaje en la Reserva Natural Barba Azul. Foto cortesía de Daniel Alarcón / Armonía

Tjalle Boorsma es un holandés apasionado por la naturaleza y la causa de proteger especies en peligro, especialmente aves. Tjalle es el coordinador de la Reserva Barba Azul desde mayo de 2015. ‘’Estamos perdiendo distintas especies en el mundo a causa de la invasión humana a los ecosistemas, a una velocidad demasiado rápida para que las especies se adapten a estos cambios”, describe. Mientras, me explica que en la Reserva están protegiendo el ecosistema del guacamayo por medio de la reforestación de islas de bosques que se encontraban completamente vacías, la implementación de 60 nidos artificiales para ayudar en la protección de todo el ciclo de vida del ave, la construcción de cortafuegos para disminuir el riesgo de incendios, y la ganadería sostenible y el turismo de observación de aves como actividades amigables con la reserva.

Los datos de Armonía indican que desde marzo hasta noviembre, un número importante de guacamayos se congregan en la reserva para alimentarse y aparearse. Después de su apareamiento, a comienzos de noviembre, dejan el área durante la época de cría, que dura de tres a cuatro meses, para retornar luego con sus polluelos.


Pichones de barba azul en uno de los nidos artificiales. Foto cortesía de Armonía

Los pastizales tropicales de la reserva albergan importantes extensiones de palmares con Motacú principalmente, que forman parte importante de la dieta de la Barba Azul. “En los lugares donde hemos visto el guacamayo, el Motacú es diferente. La calidad de las islas de bosque de Motacú son reconocidas por la especie y ellas a la vez, están ayudando a mejorar la calidad del ecosistema de los Llanos de Moxos (palabra del idioma Moxeño, en donde Muj´i significa pasto o paja)”, señala Sánchez y agrega que la especie es un elemento paisajístico importante, y un atractivo para desarrollar el ecoturismo en la región.

La mayor congregación de guacamayos Barba Azul se registra en esta reserva, pero también se reúnen aquí otras de las 17 especies de guacamayos que existen en el mundo. Los investigadores de Armonía avistaron en el 2010 aproximadamente 110 individuos del ave en una de las islas de palmeras de la reserva, cerca del 44 % de la población global estimada. En otros años se registraron 70 individuos, pero el 2016 se identificó un grupo de 118 individuos, el cual incluía varios juveniles. “Los sitios de alimentación son de prioridad alta en términos de conservación de la especie. La Barba Azul es más selectiva al escoger sus frutos para alimentarse, ella busca frutos de mejor calidad a diferencia de otros guacamayos que son más generalistas, por eso la reserva es tan importante”, comenta el experto.


Una pareja de barba azul sobre uno de los nidos artificiales. Foto cortesía de Armonía

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[Portada: Guacamayos barba azul volando en la Reserva. Foto cortesía de Sebastian Herzog / Armonía ]

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