(Mongabay Latam / Guillermo Rico).- La catedral de Lourdes, en el popular barrio de Chapinero en Bogotá, tiene un aspecto imponente. Su estilo arquitectónico gótico morisco le confiere una belleza singular en medio del abrumador movimiento comercial de la zona, pero su fachada con frecuencia se deteriora por las excretas de una enorme colonia de palomas (Columba livia) que son residentes habituales de la emblemática construcción. Las palomas son alimentadas por las personas que visitan la plaza enmarcada por la catedral, que se exponen a una miríada de agentes infecciosos que transmiten estas aves.
A más de 1200 kilómetros de Bogotá, en la isla de Providencia, Archipiélago de San Andrés, en medio del mar Caribe, en el 2008 unos buzos reportaron por primera vez la presencia del pez león (Pterois volitans) en el litoral colombiano. Esta especie marina es considerada un voraz depredador que compite por el alimento con especies nativas de arrecifes y fondos arenosos.
En el sur de Colombia, en plena región amazónica, el caracol gigante africano (Achatina fulica), gracias a su gran capacidad reproductiva, ha colonizado los 16 municipios del departamento de Caquetá. Esta especie puede impactar negativamente los sistemas agrícolas y los ecosistemas naturales de la región. Adicionalmente, tiene el potencial para transmitir parásitos que afectan tanto a humanos como a animales.
Las palomas, los peces león y los caracoles africanos tienen algo en común: son consideradas especies invasoras en Colombia. De acuerdo con un estudio del Instituto Alexander von Humboldt (IAvH), son la segunda causa de extinción de especies a nivel mundial, después de la pérdida de hábitat. Su introducción en un ecosistema tiene serias implicaciones para la conservación de especies nativas. Esto ha llevado a que el impacto de las especies invasoras haya crecido en interés biológico, económico y político en los últimos años.
Desde 1997 el Programa Global para las Especies Invasivas (GISP, por sus siglas en inglés) busca contrarrestar la amenaza que representan las especies invasoras. El objetivo concreto del GISP es que para 2020 la mayoría de países haya implementado políticas y estrategias para el control de especies invasoras en sus territorios.
Especies exitosas, ambientes propicios
Una vez cae la tarde en una finca ganadera ubicada en el municipio de Honda, departamento del Tolima (centro de Colombia), empiezan a moverse sigilosamente por las paredes de la casa principal de la propiedad de 90 hectáreas, una decena de geckos caseros (Hemidactylus frenatus) que se alimentan desaforadamente de los insectos que pululan en el recinto y alteran la tranquilidad de sus residentes.
Los geckos caseros, que al parecer llegaron al país en cargamentos de madera, son una especie invasora que se ha beneficiado de la gran diversidad de insectos propia de los valles interandinos, la Orinoquía y la región Caribe y Pacífica en Colombia.
A menos de 100 kilómetros de Honda, en el municipio de Puerto Triunfo, departamento de Antioquia (centro de Colombia), gracias a condiciones ambientales favorables, a la ausencia de depredadores naturales y a su excelente capacidad de adaptación y migración, subsiste una población silvestre de hipopótamos africanos (Hippopotamus amphibius).
Estos gigantes de más de tres toneladas de peso llegaron en 1981 a la región como parte de la colección de un zoológico privado del narcotraficante colombiano Pablo Escobar. Debido a la dificultad de su manejo y a pesar de que su población silvestre en Colombia pareciera no superar el centenar, la especie se ha constituido en un peligro potencial para los pobladores y el ganado vacuno de la zona. Su manejo supone además la inversión de una importante suma de dinero por parte de la Corporación Autónoma Regional de la Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare), la entidad ambiental correspondiente.
De acuerdo a un estudio de la Universidad Nacional de Singapur, las especies invasoras son usualmente exitosas: tienen alta tasa reproductiva, larga vida, alta tasa de dispersión, alta variabilidad genética y pocas restricciones de dieta y uso de hábitat. Se caracterizan además por tener una ventaja comparativa al asociarse fácilmente a comunidades humanas.
Según un estudio de las universidades de Maringá y Sao Paulo en Brasil una población invasora se establece más fácilmente ante la ausencia de enemigos naturales, como pueden ser competidores, depredadores y agentes patógenos. El mismo estudio considera que un ambiente muy susceptible a ser invadido debe caracterizarse por tener un clima similar al original de la especie invasora, baja diversidad de especies nativas, ausencia de depredadores y de especies nativas similares a la especie invasora, aislamiento geográfico y perturbación ocasionada por el hombre.
Varias de estas condiciones parecieran estarse replicando en los territorios donde en Colombia se ha reportado la presencia de especies invasoras. Para Francisco Gutiérrez, investigador de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y consultor del Instituto de Investigaciones Biológicas Alexander von Humboldt (IAvH), dos ambientes altamente propensos en los que una especie invasora puede prosperar son las islas y los ecosistemas alterados. Precisamente, es en este tipo de ambientes en los cuales ha ocurrido, en un alto porcentaje, el ingreso de especies invasoras en el país.
¿Cómo llegaron?
Según la Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), la actividad humana es la principal generadora de las rutas de las especies invasoras. El agua de lastre de los buques, el transporte en general, el comercio de fauna silvestre, la deforestación y el control biológico de plagas son consideradas las principales rutas.
La mayoría de las especies invasoras ha sido introducida intencionalmente por el hombre, en especial por motivos económicos. En un estudio realizado para la Comunidad Andina, el reconocido experto en manejo de fauna silvestre venezolano Juhani Ojasti sostiene que muchas de las especies invasoras han salido del control del hombre, expandiendo su distribución y abundancia, para posteriormente desplazar especies nativas por competencia, depredación o alteración de sus hábitats naturales.
El pez león fue introducido al mar Caribe a partir de liberaciones hechas de especímenes de acuario. Lo mismo sucedió con las palomas que residen en la mayoría de plazas colombianas: fueron liberadas por criadores que las importaron de Europa. El caso del caracol gigante africano es similar, luego de colonizar un buen número de estados brasileños, llegó a Colombia como parte de una iniciativa privada que buscaba explotarlo dentro del mercado de cosmética y salud.
Ecólogos alemanes aseguran que existe evidencia para relacionar el cambio climático con la colonización, reproducción, establecimiento y expansión de especies invasoras.
Es decir, todo parece confabular con el ingreso de especies invasoras a un territorio, ya que la mano del hombre y las condiciones ambientales actuales parecieran favorecer esta situación. Al respecto, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) considera que la introducción de especies exóticas debe ser únicamente permitida si se estima que los efectos positivos de esas introducciones superan sus efectos adversos actuales y potenciales.
Adicionalmente, para este organismo es claro que la introducción de una especie exótica debería ser considerada únicamente si ninguna especie nativa se ajusta a los propósitos para los cuales se desea realizar la introducción.
Impacto de las especies invasoras
En un tramo del río Magdalena, entre Barrancabermeja (departamento de Santander) y La Dorada (departamento de Caldas), de acuerdo con información de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), se ha reportado en los últimos años la presencia del pez basa (Pangasius hypophthalmus).
Para Hermes Mojica, funcionario de la Aunap, aún se desconoce el impacto que pueda tener el pez basa en el río Magdalena. “Es posible que por las condiciones ecológicas de la especie se pueda adaptar al medio y logre reproducirse o afectar otras especies por competencia de espacio o alimento, desplazando las especies nativas de su hábitat”, asegura.
De acuerdo con el IAvH las especies invasoras pueden afectar a la biodiversidad nativa, la economía y la salud pública y animal. Muchos de estos efectos deletéreos se han logrado comprobar en algunas de las especies invasoras presentes en territorio colombiano.
Por ejemplo, se ha establecido que la rana toro (Lithobates catesbeianus), originaria de Estados Unidos e introducida al país en la década del 80, es vector de la Chytridiomycosis, enfermedad responsable de la disminución de poblaciones de anfibios nativos, y es a su vez depredadora de diferentes especies de anfibios y reptiles.
De igual forma, algunos estudios realizados en diferentes regiones del país, han reportado el aislamiento del hongo Cryptococcus neoformans a partir de excretas de palomas, lo que constituye a este especie en un riesgo potencial para la salud pública. No en vano las palomas son consideradas por la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) como una plaga por su impacto sobre la salud pública en Estados Unidos y en la mayoría de las grandes ciudades europeas existen programas para el control de la población de esta especie.
[Portada: Caracol gigante africano. Foto referencial de Arthur Chapman / Flickr bajo licencia Creative Commons]
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