(Mongabay Latam / Miriam Telma Jemio).- El gato andino (Leopardus jacobita) es un pequeño felino que habita en las zonas altas de Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Aunque es muy poco conocido en el mundo, es la especie con el mayor grado de amenaza en América y uno de los cinco más vulnerables de la orbe, aseguran los estudiosos de la Alianza Gato Andino (AGA), entidad que aglutina a biólogos y otros científicos dedicados al estudio y la conservación de esta especie.
La población de este carnívoro es afectada por la reducción de su hábitat. En los últimos años, la pérdida de los bosques de queñua, el cambio del uso de suelo por la minería, las prácticas inadecuadas de ganadería, de agricultura y el turismo no regulado, han colocado a esta especie, catalogada En Peligro, en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). De acuerdo a los estudios de AGA, este felino además tiene que competir por su alimento, las vizcachas, porque los humanos también cazan a este roedor.
El ecosistema que habita esta especie se caracteriza por su aridez y temperaturas extremas, además de su escasa vegetación y una geomorfología heterogénea. Suele preferir los paisajes con parches rocosos, sobre todo si están próximos a los cursos de agua, un factor importante para asegurar la presencia de vizcachas, la presa preferida del gato andino, explica la bióloga Ángela Núñez.
Las vizcachas, según los expertos de AGA, son un factor que influye en la distribución del gato andino y en la densidad de sus poblaciones, que se estima no superan los 2.500 individuos.
A pesar de su número reducido, se han realizado pocos estudios sobre esta especie En Peligro y sobre las características de su hábitat. La dificultades para estudiar a este felino están asociadas a que es muy complicado avistar a estos animales y la información que se ha logrado recabar ha sido a través de las muestras obtenidas en el trabajo de campo (análisis fecales, por ejemplo) y de entrevistas con la población local. En una oportunidad en Bolivia, recuerda Núñez, pudieron atrapar a uno y colocarle un radio collar, esto les permitió establecer que su radio de acción es de 50 kilómetros cuadrados.
Argentina, Bolivia, Chile y Perú son los únicos países en el mundo habitados por esta especie, y solo existe un proyecto que promueve su conservación: la Alianza Gato Andino. Esta iniciativa que reúne a 25 profesionales, la mayoría de ellos biólogos, se creó en 1999 y desde entonces ha generado información científica de esta especie, además de una serie de campañas de difusión para sensibilizar a la audiencia y resaltar la importancia de su conservación.
Entre los logros de AGA, está el haber conseguido que el gobierno chileno nombre a este animal tan especial como embajador del Día de la Fauna Nativa, que se celebra cada 5 de noviembre en Chile. Ahora esta especie es más conocida por la población de ese país, señala a Mongabay Latam Nicolás Lagos, coordinador del Área de Investigación de AGA.
“Esto ha hecho que la especie sea más conocida entre la ciudadanía y por lo tanto exista un mayor interés en saber por qué sus poblaciones están reducidas, En Peligro de Extinción y qué se puede hacer para revertir esta situación”, precisa Lagos.
Uno de los proyectos más relevantes que ha desarrollado el equipo de AGA, ha sido la reinserción de Jacobo en su hábitat natural. “Esto nos mostró que en AGA estamos todos en la misma frecuencia, que nuestra valoración por la especie supera al ansia de cientificismo de conocer más y que como equipo trabajamos de modo muy efectivo para lograr nuestros objetivos, ya que contamos con los conocimientos necesarios para hacer lo correcto por la especie”, dice a Mongabay Latam Rocío Palacios, Co-coordinadora General de AGA.
Lagos coincide y resalta el trabajo de los 25 expertos de los distintos países que trabajan coordinadamente para proteger al gato andino, y que participaron en el proceso de reinserción de Jacobo. “Apenas supimos la noticia, los miembros comenzamos a activar un plan de trabajo para primero conocer el estado de este gato y luego para liberarlo. Este tipo de trabajo coordinado es el que nos cohesiona a nosotros como miembros de la organización y da cuenta de la efectividad de los resultados que se pueden llegar a obtener”, puntualiza.
Para la bióloga peruana Analí Madrid, coordinadora del Área de Conservación de AGA, el caso de Jacobo les permitió ganar experiencia para colaborar con aportes y recomendaciones al grupo de manera virtual. “Fue una oportunidad para darnos cuenta de que es necesario establecer un protocolo específico para estos casos, ya que puede ocurrir algo similar en cualquiera de los cuatro países”, destaca.
Este grupo de científicos coincide en la importancia de fortalecerse como equipo multinacional para lograr mayores avances en las diferentes líneas de acción que tienen para realizar su trabajo, tanto para ampliar el conocimiento del gato andino en su medio natural como para lograr una mayor sensibilización de las poblaciones locales que están en directo contacto con el hábitat de esa especie. También apuntan a captar un mayor grado de compromiso de las autoridades para que contribuyan sosteniblemente a la conservación del gato andino y su hábitat.
Jacobo y la situación de la especie en Bolivia
En el Parque Nacional Sajama (departamento de Oruro), en la fría y ventosa pampa rocosa llamada Milluni, ubicada en la comunidad Manasaya, Jacobo volvió a caminar libre entre los roquedales y las queñuas, tras vivir cinco meses dentro del zoo Municipal Vesty Pakos de la ciudad de La Paz.
El 14 de marzo, un grupo de pobladores del municipio de Patacamaya (departamento de La Paz) entregó a la Gobernación de La Paz a un felino encerrado dentro de una pequeña jaula. Aseguraban que lo encontraron parado en medio de una cancha de fútbol de la comunidad. Los funcionarios de la Policía Forestal y de Medio Ambiente lo trasladaron de inmediato a La Paz.
“Cuando nos enteramos del hecho acudimos a la Gobernación para verificar si se trataba de un gato andino ya que es muy escurridizo y es raro verlo. Suelen confundirlo con el gato de las Pampas”, recuerda la bióloga boliviana Liliam Villalba, co-coordinadora de Alianza Gato Andino. De inmediato la experta constató que se trataba de un ejemplar macho joven. Sus características físicas lo confirmaban. Un pelaje predominantemente de color gris cenizo con manchas café rojizo-amarillentas dispuestas en forma vertical a ambos lados del cuerpo, dando la apariencia de franjas continuas. Una cola muy larga (66 a 75% del largo de cabeza y cuerpo), gruesa, cilíndrica, de aspecto felpudo y con seis a nueve anillos anchos y de color café oscuro a negro. Era sin duda un gato andino, recuerda Villalba.
Por tratarse de una especie catalogada en Peligro Crítico por el Estado boliviano, lo más aconsejable era tratar de devolverlo a su hábitat natural, aunque para ello había que cumplir primero con una serie de requisitos. Lo primero que se hizo fue crear una comisión interinstitucional integrada por el Zoo Municipal Vesty Pakos, la Dirección General de Biodiversidad, la Wildlife Conservation Society, la Alianza Gato Andino, el Instituto de Ecología de la UMSA, la Gobernación del Departamento de La Paz, la Policía Forestal y Medio Ambiente, y la Asociación de Veterinarios en Fauna Silvestre.
El siguiente paso fue dejar a Jacobo en manos del zoológico Vesty Pakos de la alcaldía de La Paz. Era la primera vez que se le encargaba a un zoológico boliviano albergar a una especie en Peligro Crítico como el gato andino. Allí le practicaron análisis de sangre, exámenes físicos y genéticos, radiografías de cadera para descartar cualquier lesión. “No tenía ningún problema físico ni parásitos”, cuenta a Mongabay Latam Andrea Morales, administradora del zoológico municipal, aunque sí detectaron que no se había alimentado adecuadamente en los últimos días.
Los expertos decidieron mantenerlo lejos de la gente para que conserve sus instintos naturales de cazar animales vivos para alimentarse. Este carnívoro solo come vizcachas (conejos silvestres) y ratones en su ambiente natural, explica Ángela Núñez, técnico de la Dirección de Monitoreo del Servicio de Áreas Protegidas (Sernap). Sin embargo, años atrás se alimentaba de la chinchilla (especie extinguida por la cacería extrema que sufrió el animal por su codiciada piel), pero tras su desaparición el gato andino se vió obligado a cambiar de dieta y consumir vizcacha.
Jacobo tuvo que someterse a varias pruebas para poder volver a su hábitat. La administradora del zoológico cuenta, por ejemplo, que tuvo que enviar una muestra de sangre a un laboratorio de Chile para que se realicen análisis que permitieran mostrar un cuadro sobre sus valores hematológicos y sus características. Villalba explica que debían establecer si estaba libre de enfermedades infectocontagiosas y de parásitos, como requisito indispensable para cerciorarse de que no fuera a contagiar con ninguna enfermedad a otros animales en estado silvestre.
Al tratarse de una especie incluída en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora silvestres (CITES), que comprende a especies en peligro de extinción que son o pueden estar siendo afectadas por el comercio de sus pieles, se tuvo que pedir permiso para practicarle los exámenes y estos tardaron un mes en realizarse y uno más para conocer los resultados. Finalmente salieron negativos: Jacobo tenía luz verde para volver a su hogar.
Según AGA, se estima que la población total en los cuatro países no pasa de los 2.500 adultos, por eso su avistamiento es escaso y nunca se le ha podido estudiar en cautiverio. En Bolivia se estima que hay menos de 300 ejemplares, “no se reproduce fácilmente ni tiene muchas crías, por eso se puso tanta énfasis en liberarlo”, remarca Núñez.
La Comisión, luego de evaluar alternativas como la Reserva de Fauna Andina (Potosí), definió llevar a Jacobo al Parque Nacional Sajama (Oruro). En Bolivia, el gato andino habita entre los 4.000 y 5.000 metros sobre el nivel del mar, en lugares de alta montaña ubicados en las áreas protegidas de Apolobamba, Reserva Eduardo Avaroa, Cotapata, Sajama y, probablemente, en Carrasco , según Ángela Núñez del Sernap.
Operación Jacobo
A las 6 de la mañana del último sábado de agosto, Jacobo abandonó el zoológico, en estado de sedación, para emprender un largo viaje con destino al Parque Nacional Sajama. No viajó solo, una extensa comitiva compuesta por integrantes de la comisión interinstitucional, autoridades, biólogos y periodistas lo acompañaron a lo largo del trayecto.
Se detuvieron solo una vez en el Palacio Consistorial para colocarle al felino un radio collar con GPS, facilitado por AGA Argentina, con el objetivo de poder monitorear a futuro los recorridos del animal, como parte de la investigación que desarrolla la investigadora Eliana Flores de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba.
No podía haber errores. Por eso, días antes algunos especialistas de la comisión interinstitucional realizaron incursiones dentro del Parque Nacional Sajama para inspeccionar la pampa y quebrada Milluni, en busca del lugar ideal para realizar su liberación, recuerda Andrea Morales.
Esa quebrada reúne las condiciones elementales: tiene un riachuelo para que el felino tome agua, es pedregoso lo que permite que se oculte y se refugie, y hay roedores como vizcachas y ratones para su alimentación.
[Portada: Jacobo asciende por una de las quebradas del Parque Sajama luego de su liberación. Foto: Cortesía Sernap]
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