(Mongabay Latam / Jeremy Hance).- Los científicos han sostenido durante mucho tiempo que la recuperación de los bosques en tierra podría mitigar el cambio climático global, pero ¿qué pasa con la recuperación de los bosques en el mar? No bosques formados por árboles, naturalmente, sino de algas: gigantescas algas pardas que se desarrollan en aguas poco profundas y templadas y sirven de hábitat para numerosas especies.
Los científicos teorizan que, al absorber el dióxido de carbono del agua de mar, al igual que hacen las plantas terrestres del aire, los bosques de algas podrían ayudar a mitigar el otro efecto secundario desagradable de nuestra adicción a los combustibles fósiles: la acidificación del océano. Los científicos pondrán a prueba esta teoría en invierno, con el lanzamiento de un estudio de cinco años a gran escala sobre los bosques de algas en las aguas del estrecho de Puget de Washington.
“Las algas, hierbas marinas, manglares y plantas palustres consumen dióxido de carbono en el proceso de la fotosíntesis. Los científicos y otros ahora se preguntan si la vegetación marina puede consumir suficiente dióxido de carbono para cambiar significativamente la química del agua marina local”, dijo Terrie Klinger, codirectora del Washington Ocean Acidification Center en la Universidad de Washington.
Este invierno, una ONG local, el Puget Sound Restoration Fund, planea comenzar a probar cuán eficaces son las algas en la mitigación de la acidificación del océano mediante el crecimiento de bosques desde cero. El Washington Ocean Acidification Center colabora en el experimento, actualmente en preparación en el Hood Canal en el estado de Washington, la sección más occidental del estrecho de Puget.
Tanto el cambio climático como la acidificación del océano derivan del mismo problema: una afluencia masiva del dióxido de carbono en la atmósfera, debida principalmente a las personas que queman combustibles fósiles y reducen los bosques terrestres.
La acidificación del océano, menos familiar para la sociedad que el cambio climático, significa que el nivel del pH marino está disminuyendo —acidificando— a medida que el océano absorbe el exceso de dióxido de carbono de la atmósfera. Hasta la fecha, el pH promedio del océano ha caído de 8.2 a 8.1. Pero esa caída aparentemente pequeña trae consigo un gran impacto.
Cuando el agua de mar se vuelve más ácida, muchas especies —adaptadas a lo largo de eones a las condiciones históricas— sufren. Por ejemplo, una mayor acidez significa menos carbonato cálcico disponible en el agua para los organismos calcificadores, desde los crustáceos a los corales y desde el plancton hasta los erizos de mar.
“Sabemos que las larvas de ostra tienen más dificultades cuando se desarrollan en las condiciones que encontramos ahora en nuestras aguas”, dijo a Mongabay Jan Newton, el otro codirector del Washington Ocean Acidification Center. “Vemos que los pterópodos, un plancton frágil que es parte de la cadena alimenticia, tiene una disolución visible en sus conchas… algunos incluso con agujeros”.
A los científicos les preocupa que si el océano se acidifica demasiado y los organismos en la parte inferior de la cadena alimenticia se dañan, los efectos podrían crear un efecto dominó hasta la parte superior, alterando las pesquerías de las que dependen millones de personas.
Las aguas de la costa oeste de EE. UU. ya son naturalmente más ácidas que las de muchos otros lugares en el mundo debido al afloramiento de aguas saturadas en carbono desde las profundidades del océano. El agua del estrecho de Puget a veces se precipita hacia un pH de 7.8, lo que la convierte en un buen campo de pruebas para ver qué aspecto podría tener el océano del futuro. (Los científicos prevén que el nivel del pH global promedio podría caer hasta 7.7 a finales del siglo dado nuestro ritmo actual de las emisiones de carbono). También es un buen campo de pruebas para ver si las algas podrían aumentar el pH de nuevo a un nivel más normal en el agua a su alrededor. Si resulta ser así, los bosques de algas podrían proporcionar redes de seguridad para los animales en un momento de cambios ecológicos rápidos —un alivio local para un problema global.
Ya que las algas son uno de los organismos de más rápido crecimiento en el mundo, el proyecto Puget Sound Restoration Fund tendrá que actuar con rapidez para mantener el ritmo. El equipo planea establecer plántulas, potencialmente de dos especies diferentes —alga toro (Nereocystis luetkeana) y alga de azúcar (Saccarina latissima)— en una hectárea del Hood Canal en diciembre de este año. Los miembros del equipo colocarán las plántulas entre las balsas balizadas. Las algas crecerán hacia abajo, en los tres primeros metros de las aguas poco profundas, creando un bosque invertido.
Una vez que termine el invierno, las algas crecerán con una rapidez increíble, hasta 18 pulgadas por día. Será cuando una docena de científicos comience a recopilar datos constantes sobre cómo el bosque marino afecta a la química del agua, tanto dentro como fuera de las balsas de algas. Es especialmente importante para el equipo recoger datos tanto durante el día, cuando las algas absorben el dióxido de carbono para hacer la fotosíntesis, como de noche, cuando liberan una parte del gas.
Cuando la primavera se convierta en verano, las algas alcanzarán una longitud de varios metros. Entonces, el próximo mayo o junio, los investigadores planean sacar las algas.
“La clave es tomar el CO2 y después retirar las algas. Si no, tan pronto como se degraden (al igual que su pila de compost), el CO2 se liberará de nuevo al agua, a través de la respiración de las bacterias que descomponen las algas”, escribió Newton en un correo electrónico. Las especies en el estudio viven solamente durante un año.
Los miembros del equipo aún no han decidido qué hacer con las algas una vez que las cosechen, pero las posibilidades incluyen venderlas como alimento, compost o incluso biocombustible. Los científicos llevan sugiriendo durante mucho tiempo que las laminariales y otras algas marinas tienen un enorme potencial biocombustible, dada su tasa alta de crecimiento y el hecho de que las granjas de algas no competirían con los alimentos por las tierras de cultivo y podrían proporcionar un hábitat para las especies marinas durante una gran parte del año.
Por supuesto, esto significa que el carbono absorbido por las algas será lanzado de nuevo a la atmósfera. Pero al menos será retirado de los océanos, donde está causando la acidificación. Y si se convierte en biocombustible, también puede eliminar la necesidad de nuevas emisiones de la quema de combustibles fósiles.
[Texto traducido por Tetyana Dubodyel Kostiouk]
[Portada: Algas y sardinas en el Channel Islands National Marine Sanctuary de California. Foto cortesía NOAA’s National Ocean Service]
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