(Mongabay Latam / Dan Collyns).- Perú es uno de los países con mayor biodiversidad en la tierra, hogar de una décima parte de la selva amazónica y de muchos otros ecosistemas. Sin embargo, sus especies son buscadas por los coleccionistas de todo el mundo y existe un creciente comercio interno de fauna silvestre, lo que sumado forma una de las economías ilícitas más rentables del país que corre en paralelo al crecimiento de la economía formal. Se trata de una actividad ilícita que empuja a las especies amenazadas al borde de la extinción.
La riqueza de flora y fauna que posee Perú lo convierten, para los expertos, en un gran centro para el tráfico de vida silvestre. Hablamos de la cuarta actividad ilícita más lucrativa en el mundo, después del tráfico de drogas, armas y seres humanos.
El tráfico ilícito de especies en peligro de extinción —que genera alrededor de 20 000 millones de dólares al año— fue el tema de la 17ª reunión de la Conferencia de las Partes del CITES (Convenio sobre comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres) en Johannesburgo, Sudáfrica, el mes pasado. La conferencia de fauna más grande de la historia pide cambios en los niveles de protección de 500 especies de animales y plantas silvestres.
Perú cuenta con alrededor de 64 especies de animales en peligro de extinción. Algunos de ellos se pueden encontrar ahumados, a la parrilla o siendo sacrificados en el mercado de Belén, el puerto fluvial de Iquitos. Iquitos es la capital de la región de Loreto, un departamento ubicado en la selva baja de la Amazonía —la región más grande de Perú que abarca un tercio del país.
Las comunidades indígenas tienen permiso para cazar y comer animales salvajes, pero no pueden vender la carne. Sin embargo, se puede confirmar en las calles laberínticas del mercado de Belén que estos productos de la selva tropical —que tienen prohibida su venta— ingresan a través de una red de afluentes del Amazonas. Trozos de carne de tapir amazónico (Tapirus terrestris) en peligro de extinción se apilan en las mesas plegables junto a las pezuñas de pecaríes, localmente conocidos como “sajinos” (Pecari tajacu), o de las patas del agouti paca o “picuro” (Cuniculus paca). La “motelo” o tortuga terrestre protegida de patas amarillas (Chelonoidis denticulata)— especie catalogada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como Vulnerable— es metida a la olla cuando aparentemente sigue con vida.
Mientras tanto, las autoridades tienen miedo de intervenir en la que consideran es una tradición local, de acuerdo con Clelia Rengifo, jefa de control del tráfico de vida silvestre para el Gobierno Regional de Loreto (GOREL). “Antes de que fuera una ciudad, Iquitos era parte de la selva así que aquí hay platos tradicionales a base de carne de animales silvestres”.
Rengifo añade que la policía ecológica del Perú debe actuar rápidamente cuando encuentra carne de animales silvestres en el mercado o “antes que uno se de cuenta hay un machetazo aquí, posiblemente un arma de fuego por allá, o aparece un cuchillo. ¡Es peligroso!”
Pero gran parte de la fauna de la selva tropical más grande del mundo, está ahora bajo amenaza. Los animales no solo son comidos, sino que también se venden como mascotas exóticas.
La venta de fauna silvestre viva es ilegal en Perú. Sin embargo, loros pequeños, conocidos localmente como “pihuichos”, chirrían desde los recipientes de plástico en Belén. Otros envases almacenan a las tortugas taricayas (Podocnemis unifilis), especie clasificada como Vulnerable en la lista roja de la UICN; caimanes negros juveniles, los cuales pueden superar los cinco metros de longitud cuando son adultos.
Si uno pregunta, también puede encontrar monos. Una mujer comerciante esconde en su pelo a un pequeño tití pigmeo (Cebuella pygmaea) y a un tamarino marrón (Saguinus fuscicolls). Conocidos localmente como monos de ‘bolsillo’, estos monos atraen tanto a turistas nacionales como internacionales que buscan mascotas exóticas, y que a menudo los compran para los niños.
Pero su compra solamente contribuye a un comercio que hace que los maten en la naturaleza, dice Noga Shanee, conservacionista y experta en primates que cofundó la institución Neotropical Primate Conservation, con sede en Perú.
“La mujer sabe cómo mantenerlos con vida, pero tan pronto los vende muchos de ellos mueren en las primeras semanas ya que necesitan de su madre y de leche especial,” dice Shanee a Mongabay Latam.
“Para atraparlos tienen que atrapar a la madre y muchas veces la matan”, agrega.
Dejando al bebé tití pigmeo —la especie más pequeña del mundo— y al tamarino en un destino incierto, Shanee les pregunta ahora a los comerciantes dónde se puede comprar monos más grandes. A solo un corto viaje en bote por el río Itaya observamos, a la ribera del río, una casa de madera construida con pilotes.
Vestido con shorts de fútbol, Germán Serrubio de 45 años camina descalzo sobre los tablones desiguales de su casa señalando un mono ardilla (Saimiri sciureus) y a un tamarino atado a una pata de la silla. Un recipiente boca abajo es levantando para revelar los ojos brillantes de color naranja de un mono nocturno (Aotus nancymae), conocido localmente como “musmuqui”. Lo que nos sorprende más, sin embargo, es un bebé mono choro (Oreonax flavicauda) que se adhiere fuertemente al pecho de Shanee por puro instinto infantil. Serrubio pide alrededor de 50 dólares por el mono, aunque después reduce el precio a la mitad.
Él afirma que toma grandes pedidos de coleccionistas extranjeros, uno en particular conocido como “Michael” que era dueño de un zoológico en Colombia. Ellos llegan a Iquitos en un avión privado, cuenta Serrubio, y luego afirma haber enviado 200 caimanes a un zoológico informal cerca de Lima, la capital peruana.
“He enviado tapires, capibaras, ocelotes, osos hormigueros, perezosos, otras especies como loros, guacamayos, pecaríes. Yo les puedo enviar todo lo que piden”, sostiene, sentado en una silla debajo de un tendedero, mientras sus hijos pequeños alimentan a los monos con plátanos.
Serrubio cuenta que cuando llegó a Belén, pudo mantener a su familia y pagar la educación de sus hijos gracias a las personas que compraban animales a los pobladores ribereños. La seguridad del aeropuerto hace que sea más difícil traficar animales en aviones, así que la mayoría es llevada río arriba, atravesando la Amazonía hasta llegar a Pucallpa, capital de la región vecina de Ucayali, y desde allí por carretera son trasladados hasta la costa peruana del Pacífico, continúa Serrubio.
En el momento de la publicación, Serrubio había sido detenido y puesto en libertad condicional, mientras que los fiscales investigaban si debería ser formalmente acusado de tráfico ilícito de fauna silvestre. Aunque los casos están bajo investigación, hasta ahora nadie ha sido encarcelado por tráfico de vida silvestre en Loreto, confirma Ángela Piñedo, la fiscal ambiental local.
En respuesta a las acusaciones de corrupción en el gobierno regional, Clelia Rengifo señala que los funcionarios públicos estaban mal pagados, lo cual “a veces dio lugar a actos criminales”. Entre enero y julio del 2016, Loreto solo confiscó 447 animales vivos, alrededor de un tercio de los 1478 animales en la región vecina de San Martín, en un período similar (enero y agosto del 2016), según datos de la Policía ecológica del Perú.
La Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS) ha identificado, durante la última década, 383 especies que son objeto de tráfico en el Perú. Las rutas son bien conocidas e incluyen más de 40 mercados en 10 ciudades, incluida la capital, Lima. Suministrado por Iquitos y otras ciudades amazónicas, loros o monos con frecuencia son confiscados en las fronteras.
Sin embargo, se estima que nueve de cada diez animales traficados mueren en el camino, según Yovana Murillo de la WCS, experta que ha recopilado los datos más fiables sobre el tráfico de fauna y partes de animales en el país.
Durante los últimos quince años, 67 874 animales han sido decomisados en el Perú, de acuerdo con los datos del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) analizados por la WCS. El 89 % de las intervenciones corresponde a vertebrados y el 11 % a invertebrados. Del primer grupo, el 34 % eran aves, 27 % reptiles, 27 % mamíferos y 1 % anfibios.
[Portada: Mono ardilla víctima del tráfico de fauna silvestre. Foto de Dan Collyns. ]
[Texto adaptado por Romina Castagnino]
Más artículos de Mongabay Latam
Fauna silvestre a la venta: ¿Es posible ganar la pelea en Ecuador?
Perú: La larga lucha por la titulación de tierras indígenas en Loreto