(Mongabay Latam / Andrés Pérez y Rodrigo Soberanes).- La crisis ambiental estalló en una de las principales regiones productoras de salmón en el mundo. A principios de mayo, la “marea roja” causó una mortandad de peces sin precedentes, en el archipiélago de Chiloé, al sur de Chile. Los pescadores culparon a las empresas salmoneras de causar la contaminación y el gobierno chileno se sostuvo en su postura: solo era marea roja.
La primera señal de que algo andaba mal en las aguas del sur de Chile ocurrió en tierra continental durante abril en la Caleta de Queule, un pequeño poblado de pescadores de la región de la Araucanía que amaneció con sus muelles y lanchas rodeadas de peces muertos.
Este fue el punto de partida de una varazón de sardinas nunca antes vista, por lo menos 500 toneladas de peces muertos en las inmediaciones de la desembocadura del río Toltén, recuerda Rigoberto Silva, pescador de la zona.
La organización ecologista Greenpeace apuntaba a que la causa sería una corriente marina procedente de Chiloé y a la contaminación causada, según sus propios cálculos, por 9.000 toneladas de salmón muerto arrojadas al mar en marzo de este año, aunque las empresas salmoneras aseguraron que fue menos de la mitad de esa cifra, es decir, 4.000 toneladas.
Después de la Caleta de Queule, la varazón llegó a Toltén, otra comuna pesquera en la región de La Araucanía. Y quedó paralizada, pues el rumor de los “peces envenenados” llegaba hasta los consumidores y los pescadores. Los hombres de mar sabían que si no se esclarecía la causa del problema, no podrían vender sus productos. “Dicen que es por falta de oxígeno, uno como no sabe mucho cómo es la cuestión, no cacha (entiende) nada”, dice Rigoberto Silva, pescador de la región.
Desde Chiloé, donde ya comenzaba la movilización social, llegaban opiniones a Toltén que también señalaban a la industria salmonera, con sus grandes áreas de cultivo y sedimentos de deshechos, con sus historias de antibióticos y demás químicos contaminantes, y con las miles de toneladas de salmones muertos arrojadas al mar con el permiso del gobierno.
“No me atrevería a ser tan tajante o a asegurarlo. Es la primera vez que ocurre esto, una varazón masiva, pero tampoco lo descartamos”, dijo Aldo Ulloa, presidente del Sindicato de Pescadores de la Barra del Toltén, cuando se le preguntó sobre las informaciones que llegaban desde la isla.
Los pescadores no sabían si efectivamente miles de toneladas de pescado muerto y en descomposición habían sido arrojadas al mar o si se trataba de un extraordinario fenómeno de marea roja nunca antes visto. La información no estaba en sus manos.
Semanas después, a principios de mayo, el desastre ecológico llegó a Chiloé, tomando por sorpresa a la población. Al varamiento de peces muertos en las costas del archipiélago -algo que por sí solo podría ser causado por la marea roja- se sumó la muerte masiva de aves, jaibas, varias especies de moluscos e incluso de lobos marinos. Todas las especies que consumían peces muertos, morían también.
Las calles fueron tomadas y los caminos bloqueados por pescadores artesanales y sus familias. La conocida costumbre chilota de hacer “minga” (unión comunal), usualmente vista en preparaciones de curanto (comida típica chilena) y otras actividades tradicionales, ahora estaba entre barricadas con llantas encendidas, fogatas y cocinas improvisadas.
El gobierno movilizó a los Carabineros pero los pescadores, a quienes se unieron más pobladores del archipiélago, persistieron. Seis comunidades (Castro, Curaco de Vélez, Puqueldón, Queilen, Dalcahue y Quinchao) representadas en la Mesa Provincial de Chiloé exigían bonos para reponer sus ingresos y esclarecer los motivos de la autorización del gobierno a las salmoneras para arrojar miles de toneladas de desechos al mar. El archipiélago estaba sin peces ni turismo, y el abasto de productos de primera necesidad, como el combustible, comenzaron a escasear.
“Chile está sufriendo uno de los desastres ambientales y sociales más graves de su historia. Si bien existe consenso científico respecto de que estamos enfrentando un episodio gravísimo de marea roja, esto ocurrió después de que se desecharan en el mar 9.000 toneladas de salmón en descomposición”, informó Greenpeace en su página web.
Mientras algunos grupos mantenían las barricadas, muchas más personas buscaban formas alternativas a la pesca -la principal actividad comercial de Chiloé- para ganarse la vida.
[Foto de portada: Pingüinos y sardinas muertas por posible envenenamiento en la playa de la Isla de Chiloé. Foto: Andrés Pérez para R35R.]
¿Te gustó esta historia? Estas te gustarán más
Chile hizo oficial el área marina protegida más grande del Pacífico Sudeste
¿Funciona o no el negocio del carbono en Colombia?
“Tramperas”: el arma mortal que amenaza la vida de los conservacionistas en Perú