(Mongabay Latam).- El Acuerdo de París marcó el primer hito político importante para combatir el cambio climático desde que los científicos nos hablaran por primera vez, a finales de los 80, de la mayor crisis existencial de la humanidad.
El pasado diciembre, 178 naciones prometieron hacer lo posible por evitar que las temperaturas medias aumentaran más de 2 grados Celsius (3,6 Fahrenheit) por encima de los niveles preindustriales —y añadieron el objetivo aún más difícil y ambicioso de mantener esas temperaturas 1,5 grados Celsius (2,7 Fahrenheit).
Con este fin, cada nación hizo la promesa de reducir sus propias emisiones de carbono, con todos los frentes en el punto de mira, desde la quema de combustibles fósiles a la deforestación o la agricultura.
Parece una tarea Hercúlea, destinada, según los optimistas, a conseguir resultados positivos.
Aun así, menos de ocho meses después, un estudio en la revista Nature descubre que esas promesas ni se acercan a la ambición que deberían tener para evitar que las temperaturas suban más de 2 grados Celsius, mucho menos 1,5 grados. En agosto, científicos británicos informaron de que el fenómeno de récord de El Niño de este año ya nos ha acercado peligrosamente a ese límite de 1,5 grados.
Mientras tanto, las temperaturas no aumentan al mismo ritmo en el planeta, el Ártico se está calentando mucho más rápido que los trópicos. Eso hizo que, al principio, los científicos manejaran la hipótesis de que los ecosistemas polares sufrirían impactos más graves por el cambio climático antes que los hábitats tropicales.
Sin embargo, en los últimos años, los investigadores empezaron a ver que algunos ecosistemas tropicales se están viendo diezmados por el cambio climático mucho más rápido de lo esperado —por ejemplo, los arrecifes de coral— mientras que otros muchos hábitats podrían verse castigados con el tiempo —por ejemplo manglares, bosques nubosos y pluviselvas— si los esfuerzos humanos y la voluntad política no surgen pronto.
Hacia un mundo más cálido
El líder del estudio, Joeri Rogelj, dijo a Mongabay que no le sorprendía que sus descubrimientos mostraran que las promesas actuales de reducción nacional del carbono harían que se supere el objetivo de 2 grados y llevarían a un calentamiento global de entre 2,6 y 3,1 grados Celsius.
“Las promesas que hay sobre la mesa en estos momentos son el primer paso en un proceso continuo de compromisos, revisión y balance para ver qué se ha conseguido”, dijo Rogelj, investigador del Programa de Energía del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA por sus siglas en inglés). “Este proceso se ha definido con el Acuerdo de París y se espera que, por lo tanto, las naciones revisen y ajusten sus promesas según lo que sea mejor científicamente en los próximos años”.
El Acuerdo de París se estructuró de forma ascendente, de modo que los compromisos nacionales se revisen cada 5 años (empezando en 2020) para asegurarse de que los objetivos de reducción de carbono se potencian con el paso del tiempo.
De todos modos, avisa Rogelj, si los compromisos no se impulsan lo suficiente —y se siguen— el objetivo de mantenerse en los 2 grados Celsius será “significativamente más ambicioso” después de 2030.
Aunque puede que un aumento de 1,5 a 2 grados Celsius en lugar de 2,6 a 3,1 grados no parezca mucho en términos numéricos, muchos científicos han marcado la barrera de 2 grados como el límite que, si se superara, haría que el mundo se enfrente a un cambio climático peligroso.
Muchos dicen que los impactos serían catastróficos si se permite que las temperaturas se acerquen a los 3 grados Celsius (5.4 Fahrenheit).
Para algunos ecosistemas, un aumento de dos grados Celsius en la temperatura ya es una catástrofe. Los ecosistemas tropicales, como los ecosistemas del Ártico, parecen particularmente vulnerables porque las especies allí han evolucionado en rangos de temperatura muy específicos y limitados. Como muchas especies que se enfrentan al aumento de las temperaturas, podrían no sobrevivir.
El aumento de las temperaturas no es el único impacto del calentamiento global a tener en cuenta: las condiciones climáticas extremas, la acidificación de los océanos y el aumento del nivel del mar son efectos que se notan en los trópicos y que seguirán viéndose.
El Armagedón del coral
“Nos estamos engañando a nosotros mismos si creemos que el aumento global de 2 grados Celsius es seguro para los arrecifes de colar y la gente que depende de ellos, teniendo en cuenta los daños que ya se están viendo”, dijo abiertamente Terry Hughes en una entrevista con Mongabay.
“La mayoría de arrecifes ya se han blanqueado tres o más veces en los últimos 20 años”, explicó Hughes, Director del Centro de Excelencia para los Estudios de Arrecifes de Coral del Consejo de Investigación de Australia.
Señala a una catástrofe del calentamiento global en su propio país: la Gran Barrera de Coral. Las aguas supercalientes de este año han hecho que aproximadamente la mitad del coral en la sección norte de la Gran Barrera de Coral muera. En algunos lugares no quedan más que fantasmas blancos del coral. Estos enormes cambios han llegado antes de lo que se preveía según los modelos climáticos.
Los corales tropicales —pequeños animales que construyen arrecifes con el paso del tiempo de los exoesqueletos de sus ancestros— viven en una relación compleja y simbiótica en la que intercambian nutrientes con un alga unicelular llamada zooxantela. Estas zooxantelas dan al coral su espléndido y brillante colorido y gran parte de su energía.
Cuando las temperaturas en los arrecifes de coral suben demasiado, el coral expulsa a las zooxantelas y la relación simbiótica se rompe, al menos durante un tiempo. Este fenómeno es conocido como blanqueamiento del coral y no significa que el coral esté muerto —aún— sino que se está muriendo de hambre.
Los corales se pueden recuperar de estos eventos de blanqueamiento, pero no si suceden demasiado a menudo o si las aguas son demasiado cálidas para que vuelvan las zooxantelas. Si eso sucede, se llega a un punto de inflexión en que el coral se muere con la necesidad de energía, y todo el arrecife corre el riesgo de morir y ser ocupado por algas —estableciendo un nuevo ecosistema marino menos biodiverso.
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[Artículo traducido por María Ángeles Salazar Rustarazo ]
[Foto de portada: El único lugar donde ver un sapo dorado (Bufo periglenes) es en fotos. Los científicos creen que el cambio climático puede haber desempeñado un papel importante en la extinción de este animal del bosque nuboso de Costa Rica. Fotografía de Charles H. Smith cortesía de USFWS]
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