(Mongabay Latam / Sue Branford).- Las “Cuatro Hermanas”, como se conoce a las empresas de construcción más grandes de Brasil, son consideradas por muchos como las que promulgan una de las historias de éxito económico más impresionantes y espectaculares de la nación de las últimas décadas. Las cuatro empresas —Odebrecht, OAS, Camargo Corrêa y Andrade Gutierrez— son nombres muy conocidos en Brasil hoy en día y se encuentran entre las principales empresas de construcción del planeta.
Si bien una gran parte del sector industrial de Brasil ha ido encontrando dificultades a la hora de competir con los productos chinos baratos de importación, las Cuatro Hermanas, por el contrario, han ido ganando grandes contratos en el extranjero.
De acuerdo con la AEB (la Asociación de Comercio Exterior de Brasil), las empresas trajeron 13 mil millones USD a Brasil en 2014, ayudando a compensar el grave déficit contable actual del país de 105 mil millones USD.
La AEB también dice que esos contratos en el extranjero proporcionan empleo a 1,2 millones de brasileños, muchos de los que trabajan para las miles de pequeñas empresas que suministran bienes y servicios a los gigantes de construcción.
Cuatro Hermanas con antecedentes familiares polémicos
Desde el principio, la controversia ha perseguido a las Cuatro Hermanas, cuyo notable crecimiento no habría sido posible sin los torrentes de dinero y tasas de interés baratas, proporcionadas por el BNDES (Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social), el mayor banco de desarrollo en las Américas y una institución pública construida en gran parte con el dinero de los contribuyentes brasileños.
A lo largo de su historia, las gigantes empresas de construcción han sido acusadas de corrupción, intermediación de poder y evasión de impuestos. Los casos abundan. Un notorio ejemplo proviene del período de gobierno militar del país de 1964-1985. En 1973, un general brasileño mostró al presidente (también un general) documentación de que el ministro de finanzas Antônio Delfim Netto le dijo a una empresa francesa que la brasileña Camargo Corrêa sería la que construiría la presa hidroeléctrica Agua Vermelha —con un único problema: ¡el contrato de licitación todavía no había comenzado!
La misma documentación reveló que el ministro de finanzas habría obtenido una comisión por sellar el acuerdo (6 por ciento del valor total). Sobornos como este se pagaron regularmente para declarar a los intermediarios, según Pedro Henrique Pedreira Campos, profesor de historia y relaciones internacionales en la UFRRJ (Universidad Federal Rural de Río de Janeiro), quien ha investigado profundamente las empresas de construcción de Brasil.
Con tanto dinero del BNDES fluyendo a través del gobierno a los contratistas y sin un control apropiado, no solo los políticos se hicieron espectacularmente ricos. Un hombre de negocios respetado, Bruno Nardini, se quejó en 1987: “¿En qué tipo de capitalismo vivimos, en el que, en un período de 20 años una persona como Sebastião Camargo puede amasar una fortuna personal de mil millones de dólares? Es un sistema que —como resultado de la concentración del poder político y económico— ha beneficiado a un puñado de personas. Nuestro Estado nunca ha servido a la clase ejecutiva, sino a los monopolios y a las empresas estatales”.
Las acusaciones de enriquecimiento ilícito han continuado hasta el día de hoy. A esto se le añaden cargos de explotación laboral y daño ambiental. Por ejemplo, en 2010, los fiscales de MPF (Ministerio Público Federal) acusaron a Camargo Corrêa y otras empresas de construcción de mantener a los trabajadores en condiciones análogas a la esclavitud en las obras de construcción para las presas hidroeléctricas de Jirau y Santo Antônio en el río Madeira, en el Amazonas. En un caso más reciente, los críticos denunciaron que los contratistas y el gobierno ignoraron el daño ambiental potencial que causaría la presa de Belo Monte recién terminada en el río Xingú —un proyecto financiado en gran parte por el BNDES.
Las consultas enviadas a cada una de las Cuatro Hermanas por este artículo quedaron sin respuesta, salvo por Andrade Gutierrez.
Políticas y grandes préstamos fomentaron las megaempresas
Las Cuatro Hermanas —y el poder que ejercen— no existían hasta que el gobierno federal tomó un papel activo en la promoción del desarrollo económico; en cambio, los trabajos de construcción en todo Brasil se llevaban a cabo por empresas locales de pequeño tamaño.
Esto cambió a mediados del siglo XX, cuando el presidente Juscelino Kubitschek llegó al poder. Interesado en promover un crecimiento rápido (su lema era “50 años en 5”), el presidente decidió construir una nueva gran capital federal —Brasilia— en el corazón del área interior, en gran medida desocupada. Las constructoras brasileñas, dispuestas a ganar contratos inimaginablemente grandes, cultivaron estrechas relaciones con el gobierno. Es una lección que ellas nunca olvidaron: como dijo un escritor: “las constructoras hicieron Brasilia y nunca más salieron de allí”.
Un pequeño grupo de empresas favorecidas comenzó a ganar contratos en toda la nación. En 1968, un consorcio que incluía Camargo Corrêa y Mendes Júnior (otra gran empresa), ganó el contrato para un puente que uniría Río de Janeiro con su vecina Niterói —a 13 kilómetros (8,25 millas), el puente más largo del hemisferio sur.
En 1975, Camargo Corrêa, Andrade Gutierrez y Mendes Júnior comenzaron a trabajar en la enorme presa hidroeléctrica de Itaipú, una empresa conjunta con Paraguay. La presa fue controvertida porque llevó a la demolición de una maravilla natural: la mayor concentración de cascadas del mundo. En uno de sus poemas más conocidos —publicado en letras grandes a dos páginas en uno de los principales periódicos de Brasil—, el reconocido poeta, Carlos Drummond de Andrade, lamentó “el asesinato de las aguas, muertas por la mano del hombre, el señor del planeta”.
A medida que las Cuatro Hermanas crecieron en riqueza, comenzaron a distribuir los fondos electorales a todos los principales partidos políticos, asegurando sus asociaciones estrechas con el gobierno —sin importar quién estuviera en el poder. Los partidos y los candidatos se volvieron cada vez más dependientes de estas donaciones, mientras que las empresas se volvieron dependientes de los contratos de infraestructuras gubernamentales de gran tamaño, entregados cuando las elecciones se terminaron.
Este proceso introdujo un elemento peligrosamente irracional en la planificación de la infraestructura nacional, según los críticos. El gobierno aprobó habitualmente y emprendió grandes proyectos de construcción que beneficiaron a las Cuatro Hermanas, sin tener en cuenta inversiones más modestas en proyectos más pequeños que pudieran haber resultado más rentables, menos dañinos para el medio ambiente y de mayor beneficio para el bien público.
Esta estrecha relación entre el gobierno y las empresas de construcción, junto con la cada vez mayor cantidad de fondos utilizados por el BNDES para fundar megaproyectos, lleva preocupando mucho tiempo a los analistas. Un estudio de la ONG IBASE advirtió: “Sin transparencia, sin vigilancia social, el riesgo de que se hagan préstamos sin criterios democráticos se hace grande. La situación se agrava aún más cuando se tiene, por un lado, grandes corporaciones y, por el otro, el sistema frágil brasileño de financiación electoral, haciendo posible que el “gracias” por los préstamos sea expresado en las financiaciones de campañas”.
Lee aquí el artículo completo.
[Foto de portada: El puente Río-Niterói. Un pequeño grupo de empresas favoritas empezó a ganar contratos por todo el país. En 1968, un consorcio que incluía a Camargo Corrêa y Mendes Júnior (otra gran empresa) ganó el contrato para el puente que une a Río de Janeiro con su vecina Nterói — a 13 kilómetros (8,25 millas), el puente más largo del hemisferio sur. Foto por Juliana Swenson, con la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic ]
[Texto traducido por Tetyana Dubodyel Kostiouk]
¿Te gustó esta historia? Estas te gustarán más.
Nuevo estudio advierte que las presas amenazan el futuro de la biodiversidad amazónica